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Víctima de una grave enfermedad, el 12 de febrero de 1984, moría en París el escritor que más había influido en los jóvenes de las décadas de los 60 y 70: Julio Florencio Cortázar, nacido en Bruselas, de padres argentinos, el 26 de agosto de 1914.
Mayor que Eva Perón y el Che, de la misma edad que Bioy Casares, menor que Sábato por sólo tres años, Cortázar parecía eternamente joven.
Descansa en el cementerio de Montparnasse, cerca de Baudelaire y César Vallejo, otro hijo de nuestra América que murió también en Paris.
El maestro
Los hitos de la vida de Julio Cortázar son muy conocidos: su nacimiento en Bélgica, a causa de que en ese momento su padre, el salteño Julio José Cortázar, trabajaba en la embajada argentina; el retorno de la familia al país cuando él tenía solamente cuatro años, la temprana afición a la lectura y a la escritura, el abandono del padre, su vida en Banfield, junto a su madre y a Ofelia (Memé) su hermana menor.
Su madre, María Herminia Descotte, descendiente de inmigrantes, una mujer culta, que hablaba varios idiomas y daba clases particulares, pudo mantener a su familia y superar el abandono de su marido.
La familia Cortázar era una típica familia pequeñoburguesa, lo que puede leerse en su literatura y en sus declaraciones.
Como casi todos los niños argentinos de la época, Cortázar cursó los estudios primarios en una escuela pública de Banfield; el secundario lo hizo en la Escuela de Profesores Mariano Acosta de Buenos Aires, donde se recibió de Maestro Normal y Profesor en Letras. Luego vino el ejercicio de la docencia primaria y secundaria en dos pueblos de la provincia, Bolívar y Chivilcoy, y posteriormente en la Universidad de Cuyo donde dictó literatura francesa. De esta manera el hijo mayor de la familia Cortázar - Descotte se convertía en el sostén principal de la casa, lo que se mantuvo aun cuando se fue a Europa, ya que disponía de una parte importante de sus ingresos como traductor para enviar a su madre y hermana que habían quedado en Buenos Aires.
El escritor
Un primer libro de poemas con el pseudónimo Julio Denis, Presencia, en 1938, anunciaba su elección definitiva por la literatura.
Aparecen los primeros cuentos: "Casa tomada", publicado en 1946 en la revista Anales que dirigía Jorge Luis Borges y que luego formaría parte de Bestiario de 1951.
A principios de la década del 50 el escritor se trasladó a París, junto a su primera mujer, la traductora argentina Aurora Bernárdez.
Las traducciones, la vida en Europa, un período en Roma, los libros de cuentos, el éxito de Rayuela de 1963, su visita a Cuba, su apoyo a la revolución cubana, luego los viajes a la isla donde fue jurado del Premio Casa de las Américas, los nuevos libros, fragmentarios, revulsivos, transgresores, desafiantes del orden establecido, combates lúdicos, provocación a los lectores: Todos los fuegos el fuego, La vuelta al día en ochenta mundos, 62 / Modelo para armar, Último round, El libro de Manuel, Un tal Lucas, Deshoras, Queremos tanto a Glenda, La prosa del observatorio (poesía), Octaedro, Salvo el crepúsculo (poesía) marcan una inflexión en su posición política y en su escritura. Los autonautas de la cosmopista, escrito con su segunda esposa, la traductora y fotógrafa Carol Dunlop anuncia la enfermedad y la muerte de ella, en 1982 y la de él, dos años después, en 1984.
Viaje de despedida
El escritor viajó varias veces a la Argentina para visitar a su madre con quien mantenía una ininterrumpida y rica correspondencia (lo que puede adivinarse en esos magníficos, nostálgicos y amargos relatos que son "Cartas de mamá" y "La salud de los enfermos"). Su último viaje a Buenos Aires fue unos meses antes de su muerte, sentía que la leucemia lo acorralaba. Llegó el 30 de noviembre de 1983 (aniversario de la muerte de Oscar Wilde) y se fue el 7 de diciembre.
Deseaba saludar al presidente Raúl Alfonsín y estaba feliz por el retorno de la democracia al país. Alfonsín no lo recibió (¿qué ocurrió, quién aconsejó desde la miopía intelectual al jefe de Estado?). Su visita pasó un tanto inadvertida para los medios; él trató de permanecer el mayor tiempo posible con su madre, ya "separada del mundo", como señala el escritor chileno Volodia Teitelboim en una edición de la Revista Casa de las Américas íntegramente dedicada a Cortázar como homenaje, luego de su fallecimiento.
El dolor del abandono
La madre ocupó siempre la atención del escritor. En cambio son muy pocas las referencias al padre y, si las hay, están teñidas de dolor. Cuando ocurrió el abandono de Julio José de su familia, Julio tenía apenas 6 años y su hermana Memé, 5. Esta fue la causa de una negación, la negación del padre y de un origen, un origen que tiene sus raíces en Salta. Los ancestros de Julio Florencio Cortázar, entroncan con las genealogías más tradicionales de la provincia de Salta, y, como en el caso de la línea materna de Jorge Luis Borges, sus ascendientes lo vinculan a los nombres y apellidos de la conquista y colonización, al virreinato del Perú y del Río de la Plata.
Genealogía
Julio José Cortázar, el padre de Julio, había nacido en Salta en 1884.
Era hijo de doña Carmen Arias Rengel y Tejada y el inmigrante vasco Pedro Valentín Cortázar Mendioroz que murió en 1912. Carmen y Pedro tuvieron siete hijos, entre ellos Julio José Cortázar Arias y Octavio Augusto Cortázar Arias, quien sería el padre del gran estudioso y folklorólogo Augusto Raúl Cortazar (que optó por el apellido sin acento por cuestiones filológicas) nacido también en Salta.
Numerosos familiares de Cortázar por esa rama coinciden en señalar la difícil relación del escritor con esta ciudad ya que le evocaba el abandono del padre que se trasuntó en negación, la negación del padre, desde donde surgirán los textos displacenteros de fobias, personajes y aconteceres siniestros de sus primeros cuentos como “Carta a una señorita en París”, “Circe” o “Bestiario”.
Los abuelos de Julio Cortázar se casaron en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Salta, el 26 de julio de 1875.
Los testigos fueron don Victorino Solá y doña Patricia Uriburu. “Mi abuelo era uno de esos vascos que emigraron a la Argentina y que en una de las provincias del norte, en Salta, se dedicó a la agricultura y tal vez un poco a la ganadería. No lo sé bien. Nunca me interesó el árbol genealógico (...)”, dijo Cortázar en una entrevista en 1977. Lo cierto es que Pedro Valentín Cortázar fue empleado del Banco Hipotecario Nacional, sucursal Salta.
La familia Arias Rengel, tal vez por cierto recelo ante los extranjeros, no vio con agrado el matrimonio de Carmen con el español.
Los ascendientes del escritor en América se remontan a los siglos XVI y XVII de la conquista y la colonia, (que remiten a los Reyes Católicos y a los Habsburgo), a Lázaro Arias Rengel y Aguirre, vinculado con los fundadores de las ciudades del noroeste; casado con Juana Diez Heredia, eran padres de José Félix Arias Rengel y Diez Heredia, casado a su vez con Gregoria Hidalgo Montemayor y Arias Velázquez. Estos fueron padres del Maestre de Campo Francisco de Borja Arias Rengel Hidalgo Montemayor, casado con Petrona Escobar y Arias Velázquez, padres de José Félix Arias Rengel y Castellanos, casado con Ángela Justina Sánchez Palacios Frías, padres de Desiderio Santiago de Arias Rengel y Sánchez, casado con Benjamina Tejada Moldes, padres de Carmen Arias Rengel y Tejada, abuela de Julio Florencio Cortázar.
El reencuentro consigo mismo
Sin duda, podemos leer en la escritura de Julio Cortázar una red de presencias y ausencias o de presencias que son ausencias, como en todo sujeto humano.
Por eso no es equivocado pensar que en el mapa que construye desde sus textos, está Salta, no dicha, oculta como el inconsciente, pero que habla desde su atávico misterio, promoviendo una búsqueda infinita y dolida, en las fobias de la infancia, en lo familiar tornado tenebroso, en el nombre del padre portado casi como un castigo y una culpa...
Salta es lo no dicho, lo reprimido y negado, lo que se manifiesta en la torrencial producción de este gran escritor de paradojas y contradicciones como él mismo lo dice en una carta al presidente de Casa de las Américas de Cuba, Roberto Fernández Retamar: “¿No te parece en verdad paradójico que un argentino casi enteramente volcado hacia Europa en su juventud, al punto de quemar las naves y venirse a Francia sin una idea previa de su destino haya descubierto, después de una década , su verdadera condición de latinoamericano?” (Carta a Fernández Retamar del 10 de mayo de 1967).
Porque Salta es Latinoamérica, es el padre, el origen del cual Cortázar intentó huir, del que huyó (como Edipo), para buscar incansable en las torres de Europa y en “el libro de Mallarmé”, su destino y que encontró (reencontró) en La Habana y en Nicaragua, en Neruda, quien murió también a los 69 años, en los momentos compartidos con Mario Benedetti y Roa Bastos, con Carpentier y García Márquez, con Ernesto Cardenal y Roberto Fernández Retamar, Roque Dalton, Haydée Santamaría, Fina García Marruz, Cintio Vitier, Juan Gelman y Lezama Lima.
La poderosa identidad
Osvaldo Soriano dice: “Un escritor, un país, un desencuentro”, aludiendo a la condición de argentino de Cortázar; pero hay todavía algo más profundo, su genealogía latinoamericana, enraizada allá lejos, en los años de la conquista y la colonia, dicha no solamente en castellano, sino en quechua y guaraní, donde “murmuran” negros esclavos, indios y mestizos y también conversan ingleses y españoles, guerreros, sacerdotes y patriotas en medio de las guerras por la independencia, y gauchos y letrados de las contiendas entre federales y unitarios (como señala Sábato a propósito de Alejandra Vidal Olmos, descendiente de Trinidad Arias de Salta, en Sobre Héroes y tumbas).
En ese entramado híbrido y multicultural que es nuestra América surge el escritor Julio Cortázar.