inicia sesión o regístrate.
La economía pos pandemia va ha generar una mayor inequidad en la distribución del ingreso; hoy se discute cómo será la salida y qué sectores se verán más beneficiados que otros.
La pandemia aceleró los cambios en los modelos de negocios de las empresas, cambiando en muchos casos las costumbres de consumo. También alteró las formas de trabajar incentivando el teletrabajo y modificando las finanzas de los gobiernos, es decir los avances tecnológicos que en años anteriores pensábamos demorarían más tiempo en implementarse, y que ahora se vieron materializados con el objetivo de darle mayor productividad al trabajo con criterios distintos en la atención a los clientes y en la prestación de los servicios. Razones más que válidas para pronosticar que un sector minoritario de trabajadores capacitados y empresas que se adaptaron a las nuevas reglas de juego se verán beneficiados, y otros que fueron castigados por la pandemia y que estaban en peligro de desaparecer como consecuencia de la automatización, probablemente se extingan.
La crisis ha acelerado los procesos de digitalización y los que lamentablemente día a día engrosan la lista de desocupados o subempleados, seguirán en la pobreza. Los cambios en el sector laboral son un claro ejemplo de lo que está ocurriendo con los cambios de hábitos de empresas y trabajadores y un anticipo de lo que se viene.
Otro de interrogantes dramáticos: ¿qué pasará cuando se retiren o disminuyan las ayudas que el gobierno actualmente está otorgando?
Hablamos de los aportes a empresas que se perjudicaron con la pandemia, los subsidios a las prestadoras de servicios para que no aumenten las tarifas - especialmente a los habitantes de la CABA y del Gran Buenos Aires - y otros gastos como los distintos planes de ayuda a familias de bajos ingresos.
Pero no todas son malas las noticias pospandemia.
La Unión Europea está saliendo del desastre económico que ocasionó la pandemia quizá más rápido de lo que se esperaba, gracias a que la vacunación masiva está permitiendo el relajamiento de las restricciones y la reanudación de las actividades que estaban prohibidas por razones sanitarias.
Un informe detalló que en estos países la demanda interna y externa está creciendo igual que el turismo receptivo y el gasto de los consumidores, pero la aparición de la variante delta genera incertidumbre. También preocupa que la reactivación de la economía y del empleo se está produciendo con niveles aceptables de inflación (alrededor del 2% anual).
La trampa inflacionaria
La realidad de nuestro país es distinta ya que aún no salimos de la segunda ola a pesar que se están amesetando los casos de COVID y que en el último trimestre comenzamos a ver signos de reactivación. Claro, dentro de una economía estancada y en la que no se están produciendo los suficientes bienes y servicios para absorber la enorme cantidad de dinero que se emite.
Y de ahí, la inflación.
Las principales dificultades para lograr la reactivación en este período preelectoral son inflación, tipo de cambio, nivel de actividad, pobreza y economía informal. La inflación y el tipo de cambio son la mayor amenaza ya que un descontrol podría salir muy caro en términos electorales y por supuesto económicos.
En este período y hasta las elecciones prevalecerán las preocupaciones coyunturales sin resolver cuestiones de fondo. Veremos que el gobierno se esforzará con precios controlados, aumentos de sueldos y demás herramientas para crear la ilusión de que la inflación está bajando y comienza un período de reactivación. El nivel de inflación reprimida es alto y que el grado de emisión monetaria para financiar el exceso de gastos podría generar una devaluación en el corto plazo.
Debemos recordar que la emisión monetaria (incremento de demanda) debe ser acompañada con un aumento en la oferta de bienes y servicios, principio que no es respetado por nuestras autoridades monetarias, produciendo ese excedente de dinero que provoca aumentos de precios, tasas de interés y la cotización del dólar en sus distintas versiones.
No deja de ser un serio riesgo atrasar la cotización del dólar oficial respecto a la inflación o usarlo como ancla para que los precios no aumenten en pesos en una economía dolarizada porque en algún momento tendrán que sin cerar esta asimetría.
La emisión monetaria termina en inflación. No hay otra. Y lo peor es que este "impuesto a los pobres" brinda un beneficio espurio al Gobierno ya que incrementa la recaudación, licúa el gasto público y la deuda en pesos, razones más que atractivas que le permitirán controlar el tipo de cambio y pagar subsidios, para que las personas tengan la sensación de un comienzo de la tan ansiada reactivación econó mica.
Incoherencias
La actividad privada será el factor decisivo para la reactivación y el crecimiento de nuestra economía, pero existen algunas incoherencias desde la macroeconomía que no condicen con esta estrategia. En primer lugar, no tenemos crédito externo; la opción es recurrir al crédito interno pero el Estado está absorbiendo el mayor caudal para financiar sus políticas preelectorales. Además, el Estado está utilizando los pocos dólares que tenemos para controlar la brecha cambiaria cuando tendrían que utilizarse para pagar importaciones de insumos para actividades que generen recursos y fuentes de trabajo genuino.
Finalmente, ignoran que hay que incentivar la producción de bienes y servicios especialmente de las pequeñas y medianas empresas en vez de aumentar el gasto fiscal para generar mayor demanda, porque esto genera inflación.
A nadie se le escapa que las medidas de fondo serán tomadas después de las elecciones y que marcaran el rumbo económico. Para el oficialismo será muy difícil salir airoso con una inflación cercana al 50%, con producciones bajas, e índices de pobreza y desocupación alarmantes.
Vayamos pensando.