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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La educación, rehén de intereses mezquinos

Viernes, 13 de agosto de 2021 02:53
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Asistimos en materia educativa a un momento atravesado por situaciones muy diversas. Por una parte, se discute el tema de la presencialidad, la alternancia o la virtualidad. Y siguen los intercambios sobre la potencialidad de contagios que genera la asistencia a clase, ya sea en una localidad de 5.000 personas donde los chicos van a pie o en bicicleta a clase o en una ciudad de 100.000, donde hay transporte público. Las clases se han transformado en un hueso que se disputa en la lucha política.

Lamentablemente para los jóvenes, las familias y el futuro de nuestra sociedad, la educación es usada como un petardo que se tira a la arena pública para hacer ruido.

En la superficie, se exhiben las idas y venidas de las diferentes organizaciones políticas, que trajinan por la definición de los candidatos de las listas electorales. En una segunda línea, solo visualizada y frecuentada por diletantes de la política, se preparan propuestas, mientras van y vienen los zoom con conversaciones y consultas en diversas temáticas que, si hay espacio para algo más que la "chicana" se tratarán en reuniones, programas televisivos, intercambios en red, etc.

La gente de educación comienza a delinear proyectos en un esfuerzo por construir consensos que hagan posible su futura materialización política.

 

La primera de las observaciones es la timidez de los cambios que se plantean. Se trata, en general, de cambios incrementales, que no mueven nada de las estructuras. Posiblemente, tanta timidez resulta de 40 años de política educativa "vigilada" por sindicatos que establecieron los límites del cambio y siempre lo sometieron a sus intereses corporativos. Si sumamos a esto los límites que impone el progresismo criollo, tenemos que los programas vienen ya con la censura incorporada. El efecto son propuestas que intentan mejorar lo existente sin lanzarse a los cambios que exige una sociedad que se ha transformado profundamente en los últimos 40 años. Años de intentar y no poder nos han transformado en cuidadosos jugadores en un campo siempre vigilado. ¿Cómo haremos para atrapar el futuro si los que vigilan no nos dejan mirar para adelante y nuestros líderes solo atinan a proponer variaciones sobre un sistema que se terminó de derrumbar con la pandemia?

Otra observación sobre esto, es que seguimos pensando que la posibilidad de avanzar en educación se construye de este modo. Es decir haciendo el programa, poniéndolo a discusión y juntando firmas de aceptación. Lo venimos haciendo así en cada coyuntura electoral y luego nada de eso pasa, ¿Qué funcionalidad tiene hacer proyectos y buscar acuerdos que luego difícilmente se cumplan? Es posible que participemos (me incluyo) de la idea de que esta vez será distinto, que la educación es tan importante que tal vez en esta ocasión los decisores la prioricen y podamos avanzar en un cambio.

Sin embargo, estos son solo razonamientos destinados a la autoconformidad. Hay, sin duda, que hacer algo que no sea lo de siempre, porque ya hemos perdido muchas oportunidades y debemos, estamos obligados, a emancipar el futuro de la educación de los intereses corporativos.

Durante la pandemia y en defensa de la educación de los hijos, se organizaron los padres y lograron hacer suficiente presión para que el poder político diera marcha atrás en las decisiones tomadas en conjunto con el sindicato.

En vez de un texto de plan, ¿no deberíamos estar generando condiciones de poder que contrarresten el dominio sindical? ¿No deberíamos estar aportando a la organización de los intereses de la sociedad civil para asociarlos a la renovación de la educación? ¿No deberíamos estar trabajando en esto mancomunadamente políticos y expertos?

Entonces, la dinámica es a la inversa. Lo primero es pensar los principios en base a los cuales nos proponemos redireccionar la educación. Lo segundo, es generar las condiciones de poder para concretarlo y al final armar en base a esas condiciones el plan o proyecto a llevar a cabo.

Los principios deberían ser una educación acorde con las exigencias del mundo contemporáneo, que respete el valor de la justicia y de una ciudadanía democrática.

Sobre la base de estos principios es necesario identificar en nuestra sociedad quiénes tienen intereses asociados a una educación de este tipo. Me pregunto si las empresas del conocimiento que permanentemente demandan una mano de obra con la preparación de base que requieren las actividades tecnológicas, no podrían ser un grupo de apoyo para un plan educativo que contemple sus necesidades.

A su vez, los docentes de los diferentes niveles del sistema, que tienen intereses profesionales que van más allá de lo salarial pueden ser un grupo organizado en la demanda y promoción de una educación que vuelva a considerarlos como operadores intelectuales y no solo como personal asalariado.

Los padres ¿solo están interesados en asegurar la presencialidad escolar? ¿Una vez obtenida, son indiferentes a la calidad de los aprendizajes de sus hijos? ¿No podrían sumarse como un polo de demanda de más y mejor educación? Y las ONG, ¿no pueden sumar su presencia en la demanda y acompañamiento de un proyecto de renovación educativa?

El paso inicial es generar un espacio público con mayor densidad de actores para inclinar la balanza a favor de una educación que haga del mañana una realidad que no nos atropelle. A partir de allí, podemos discutir contenidos y estrategias para un plan que nos vuelva a poner en el camino del futuro.

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