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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Radiografía de la elección en Salta

Las propuestas sin proyecto, los recién llegados a la política, el ausentismo y los votos en blanco describen desánimo de una sociedad desencantada.
Miércoles, 25 de agosto de 2021 02:26
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Los días de euforia en el búnker oficialista ya quedaron atrás mientras el escrutinio definitivo avanza a paso firme.

Las elecciones legislativas provinciales fueron resultado de una estrategia de "provincializar" los temas y devenir así a una participación ciudadana más enfocada en lo urgente que nos compete como salteños y salteñas, y menos ligado a las grandes preguntas nacionales.

Lo que debió haber sido una campaña de presentación de proyectos y oferta electoral para el ciudadano, terminó siendo, en gran medida, una competencia de instalación mediática con poco trasfondo político. La aparición de candidatos no ligados a los esquemas políticos tradicionales también ayudó a centralizar la campaña en acciones de instalación de nombres y sellos que de propuestas que apunten a los grandes problemas de Salta: la pobreza, el desarrollo sustentable, la crisis climática, los servicios públicos y la inseguridad.

El vacío de contenido es aún más alarmante ante la ausencia de debates institucionales, o de posturas claras dentro de los partidos de los frentes más grandes. Con tal nivel de confusión, de dispersión de la oferta y la pesadumbre de la pandemia, la bajísima participación en las elecciones es veredicto suficiente para saber que la ciudadanía no confía en la política. Los resultados del domingo pasado dejan, entonces, tres grandes aristas para analizar.

Deserción a las urnas

La primera es la más preocupante. La bajísima participación en las elecciones con 60,2% del padrón yendo a las urnas es parte de una tendencia en pandemia donde en 53 de las 84 elecciones (el 63%) entre marzo 2020 y junio 2021 se registró una caída del 10% de participación.

Dentro de la lógica de los obstáculos a la participación en medio de una crisis sanitaria tiene sentido si se toma en cuenta que la elección en Salta también ocurrió en medio del invierno. Ahora, si comparamos el dato de participación entre las elecciones del 2019 y la del 15 de agosto, también vemos una caída cercana al 10%, lo cual nos llama a pensar que la pandemia no es el único factor determinante para explicar la baja concurrencia. Es más, si tomamos el promedio de participación democrática entre 1983 y 2019, las elecciones pasadas están un 12% por debajo. A nivel nacional, con un pico del 85% de participación en 1983 y un piso de 71% en las legislativas del 2005, las elecciones en Salta prenden una alarma que cuantifica el hartazgo social con la política.

Si comparamos Salta con dos elecciones provinciales celebradas en 2021, también vemos una tendencia a baja participación ciudadana. Misiones, que concurrió a las urnas en junio, registró una participación del 59% que representa 17% menos del promedio de participación entre 1983 al 2019. En Jujuy, la participación fue solamente marginalmente mayor con el 70% de concurrencia, también por debajo del promedio histórico en 8%. En otras palabras, si bien la pandemia pone restricciones a la participación democrática, los números demuestran que la tendencia a la baja en esta variable no es nueva. Más bien, parecería ser que la pandemia sirve como pretexto para no asistir al acto electoral. La razón es puramente política y coyuntural, y en Salta -con el promedio de participación a la baja- debe ser una alarma para los partidos y frentes políticos.

El desencanto

En el distrito de Salta capital -donde reside la mayoría del padrón provincial- otro número debería causar pánico al abanico político: la increíble suma de votos en blanco. El voto en blanco es la forma de expresión democrática más triste y desesperante. No por el elector, sino por los candidatos. Quien se levanta, va hasta su escuela, hace la cola para firmar el padrón, espera su turno, pelea con la máquina y su pantalla avasallada de figuras, y después de tal esfuerzo decide votar en blanco, está diciendo dos cosas: no hay proyecto que me represente, y no confío en la política.

Es un acto in extremis que manda un mensaje muy claro y fuerte como para no ser escuchado. El voto en blanco en Salta capital rondó los 30.000 votos. En la categoría a concejal, el 13% votó en blanco, un equivalente a 34.947 votos. Con esta cifra, el voto en blanco salió primero en capital para concejal (el candidato más votado saco 33.401 votos), segundo en Diputados (el segundo candidato más votado sacó 33.622), y tercero en el Senado, por arriba del cabeza de lista por Gana Salta que sacó un poco más de 27.000. El voto en blanco para Senador sacó más que el Frente de Todos.

Los nuevos actores

El análisis detrás del porqué de la abultada cantidad de votos en blanco tiene parte de su explicación en la elección de figuras sin un historial netamente político, figuras nuevas en la arena política de Salta. Tal es el punto de decepción de nuestro sistema de partidos y falta de proyectos, que los ganadores solo fueron aquellos que todavía tienen una excusa válida de no ser políticos.

Esta teoría se sostiene si miramos los números de votos en blanco en Misiones y Jujuy, como elecciones comparables en pandemia, y desdobladas de la nacional. En Misiones el voto en blanco promedio fue del 5,3%, y en Jujuy del 5,7%. En ambas elecciones, la gran mayoría de los candidatos pertenecieron a espacios políticos tradicionales, con trayectoria en la gestión ejecutiva y legislativa. Por eso, en Salta, el 13% de voto en blanco en concejal, 11,9% en diputados y 12,3% en senador debería ser motivo urgente de reflexión para los que fueron electos, y los que tienen cargos efectivos.

Por último, la elección deja compuesto un mapa político con dos confirmaciones y un enigma. La primera confirmación es que el gobernador fue el ganador de la jornada electoral. Los dos frentes correspondientes a su figura lograron alcanzar la mayoría de los votos ante una identificación cercana con su persona (quizás mucho menos con su gestión). Todavía no podemos comparar la realidad con Neuquén, donde gobierna una coalición netamente partidista y por fuera de la lógica nacional.

Pero Salta puede estar en ese camino. Otra lectura más finita también devela que los candidatos con más votos son de una extracción no política y por tanto el premio no es para el Ejecutivo provincial sino más bien un voto bronca camuflado en señal de esperanza para romper la monotonía. 
También, los ganadores tienen una identidad más cercana a partidos de centro-derecha, enterrando en su peor elección al Partido Justicialista y afines. 

Un golpe contundente 

La segunda confirmación es que por más apoyo nacional que se obtenga, el electorado salteño -sobre todo en la Capital- no se siente representado por la versión local del Frente de Todos. 
Las internas conflictivas, falta de liderazgos claros y el fuego amigo terminaron de desechar el esfuerzo de competir como oposición al Gobierno provincial. Las urgencias del Frente de Todos en Salta pasan más por una cuestión de identidad interna, de conexión con su fuente nacional, y la aparición de liderazgos claros con capacidad de conducción. 
Entonces aquí el enigma: si los frentes oficialistas carecen de herramientas para motivar el voto y el Frente de Todos a nivel provincial no tiene identidad propia, ¿a quién votaran los salteños en las PASO y generales nacionales para Diputados? Aquí emerge el verdadero ganador de las elecciones pasadas: la coalición de Juntos por El Cambio+ que logró sintetizar su oferta en parámetros nacionales, con apoyos explícitos de figuras partidarias, con temas de coyuntura y un mix de figuras conocidas y emergentes. 
Constituidos en la oposición al Gobierno provincial -aún cuando fueron parte del mismo frente en 2019- este sector puede tener chances de máxima representatividad en las PASO y las generales. 
La otra opción sería ver el voto en blanco como una forma de volver a vencer a la política. Cualquiera de los resultados en las elecciones por venir, la bajísima participación y la altísima tasa de votos en blanco debería satisfacer de razones para que los partidos políticos, los frentes coaliciones y los ahora candidatos electos escuchen al pueblo, los números y la necesidad de promover una visión superadora de la gestión ejecutiva y legislativa. Salta se lo merece. 

     * Mg. en Políticas Públicas. Codirector Droit Consultores

 

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