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Los límites del simulacro educativo

Martes, 25 de octubre de 2022 01:47
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Es cada vez más evidente que el sistema educativo y quienes lo han gobernado desde el inicio de la democracia hasta ahora no han podido dar respuesta a los dos desafíos de la sociedad actual: transformarse en diálogo con la configuración del mundo contemporáneo en todas sus dimensiones y hacerlo de modo que los beneficios educativos lleguen a toda la población.

En la primera etapa democrática el esfuerzo estuvo puesto en romper los lazos con el autoritarismo y recuperar la escuela como espacio de socialización en libertad. La gestión del menemismo trató de actualizar contenidos y adaptar el sistema al mundo globalizado.

Después de la crisis del 2000 se abandonó el propósito de transformar y se optó por camuflar la realidad educativa. Se montó el simulacro de un sistema que crecía incluyendo a todos en las aulas (aunque a pocos en el conocimiento) que supuestamente estaba dialogando con el mundo digital por el solo reparto de computadoras, que mejoraba los indicadores mediante un mecanismo que anula su evidencia estadística sin modificar en nada sus causas. Por ejemplo, los alumnos no repiten, aunque no hayan adquirido las habilidades y conocimientos que los programas determinan para su nivel educativo. O permanecen y promueven año tras año los diferentes cursos sin que hayan aprendido siquiera aquello que se espera en su primer año de escolaridad.

Mientras eso sucede se despliegan proyectos, se discurre sobre el valor de las identidades, se discute sobre el lenguaje inclusivo, se compran y reparten libros, se promete ampliar la red de conexión para internet, se extiende el lamento por la desigualdad y se difunden los números que evidencian la condición simulada de nuestro sistema educativo.

Paralelamente las familias de los sectores medios y altos, cuando su economía lo permitió, tomaron la opción de la escuela privada para sus hijos y dejaron en manos del Estado el armado del simulacro educativo en el circuito público.

El espacio del gobierno del sistema resultó desde el inicio de la democracia una arena de disputa/acuerdo entre funcionarios y sindicalistas. Los primeros tratando de evitar el conflicto y los segundos amenazando con él. Los gobiernos sosteniendo el simulacro y en algunos casos tratando de cambiar lo que pudiera estar a su alcance, los segundos exigiendo la simulación y aportando amenaza y argumentos para evitar cualquier cambio. Sin embargo, la pandemia marcó el límite, levantó la punta del velo y echó luz sobre la realidad camuflada.

Las escuelas cerradas, las familias desbordadas por la atención de sus hijos, el impacto sobre las emocionalidades, el conocimiento de los límites pedagógicos de algunas escuelas, los chicos que perdieron el vínculo escolar y la clara insuficiencia de los distintos niveles del estado para dar respuesta a la situación, despertaron a la sociedad civil y la pusieron en guardia respecto del daño que tiene sobre las nuevas generaciones (entre los que están sus hijos) la continuidad del simulacro.

Sin embargo, la sociedad ya vio, ya sabe y comienza a actuar.

Empieza a haber manifestaciones de una sociedad civil en alerta. Las medidas de gobierno son discutidas con más énfasis de lo habitual. Sobre este telón de fondo en los últimos años y especialmente a partir de la experiencia de la pandemia, la sociedad civil se nuclea para hacer presente su voz en el espacio público. Este fenómeno, por supuesto, está íntimamente relacionado con el conocimiento de la mala situación de nuestro sistema educativo y la desconfianza en el Estado como promotor de un cambio.

En la última evaluación de las pruebas Aprender 2021, los resultados muestran a las claras el deterioro de los aprendizajes de los alumnos de 6to grado, fundamentalmente en Lengua. En el informe se incluye un cuadro que muestra que la caída en los aprendizajes afecta a todos los grupos sociales y, si bien los sectores pobres son los que más han caído, también lo han hecho los sectores medios y altos. Y entre estos dos más los altos que los medios.

De lo que se deduce que el sistema escolar, es eso, un sistema, con numerosos vasos comunicantes y que ninguno de sus circuitos escapa al deterioro del conjunto y que la cultura imperante en el medio (entendiendo por ello el conjunto de valores, pautas de comportamiento, teorías y prácticas aceptadas o demonizadas) afecta el funcionamiento del conjunto.

Lo más novedoso en materia de organización colectiva en pos de la educación fue la conformación de Padres organizados, que fueron capaces de ponerle voz a los reclamos de las familias e influir claramente en la recuperación de las clases presenciales. Recientemente y en el contexto de la situación descripta previamente, se conformó la "Coalición por la Educación" conformada por un grupo de ciudadanos y destacados especialistas que se proponen hacer escuchar su voz en el espacio público en relación a la problemática educativa. En su carta de presentación plantean:

"Estamos convencidos de que las definiciones centrales -que impactan en la calidad de vida de las personas, el desarrollo del país y la robustez de la democracia- no son solo técnicas, son también políticas, y por lo tanto necesitan ser revisadas y puestas en cuestión por el conjunto de sus ciudadanos".

* Guillermina Tiramonti es licenciada en Ciencia Política y Magíster en Educación y Sociedad

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