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7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El país de los desatinos sin fin

Domingo, 09 de octubre de 2022 01:30
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Vivimos días infaustos. El atentado a la vicepresidente de la Nación es algo repudiable. Inadmisible. Dicho esto, desde ese disparo -que por suerte no salió- hasta hoy, todo parece haber devenido en una espiral acelerada de desatinos que parece no tener fin.

Comencemos desde ese momento en el que, por suerte, la bala no salió. El arma en el piso custodiada por un militante; el sospechoso detenido no se sabe por quiénes y luego demorado tres horas en un patrullero sin esposas; una custodia que nadie logra entender qué hizo y a la cual nadie investiga. No hay forma de explicar que la vicepresidente haya permanecido en el lugar otros seis minutos saludando a la gente allí reunida sin que su custodia la protegiera; sin que haya hecho nada de lo que las custodias normales de figuras públicas de importancia hacen en cualquier otra parte del mundo.

Luego comenzarían los otros desatinos. Por ejemplo, el mensaje del Presidente de la Nación cuando dijo haber hablado con la jueza interviniente -un jefe de Estado no tiene que comunicarse con el juez interviniente- y afirmar, en sus propias palabras: "le he solicitado que asegure la vida del acusado". ¿Qué quiso decir? La seguridad del detenido depende de él y de uno de sus ministros; no de la jueza. Así que, ¿qué quiso implicar?

Después llegaría el decreto del feriado. ¿Feriado nacional por qué? ¿Por qué no tener clases; por qué no tener actividad? ¿Acaso paramos el país ante el atentado a la AMIA (85 fallecidos); la Embajada de Israel (22); o ante el asesinato del fiscal de la Nación Alberto Nisman? En ninguno de esos casos se paró el país. En ninguno de esos casos se decretó feriado nacional. Tampoco el Gobierno nacional convocó a una manifestación. Ya sé; van a argumentar que en ninguno de esos casos se atentó contra la democracia como se esgrime hoy.

Pero el atentado a Cristina Kirchner fue un acto contra una persona; no un acto contra la democracia. Fue perpetrado por un individuo; no por los medios; no por la Justicia ni por la oposición. No fue un atentado a la Patria. Tampoco fue el primer atentado a un presidente desde el retorno a la democracia como se dice; tanto Raúl Alfonsín como Carlos Menen sufrieron atentados contra sus personas. La historia argentina no comienza con el kirchnerismo tanto como no acabará cuando acabe el kirchnerismo. ¿Acabará alguna vez?

Un país desatinado conducido por gente desatinada que decreta un feriado desatinado y que convoca a una marcha desatinada donde se dicen y hacen cosas desatinadas. Por ejemplo, los dichos de Luis D´ Elía; siempre un desmedido. O los afiches con fotos de figuras de la oposición o de los medios con un disparo en la frente, sangre en la cara y mensajes tan repudiables como el atentado mismo. Toda violencia es repudiable; no solo la que afecta a una facción. La violencia nos degrada a todos. La violencia facciosa más aún.

Apilando desatinos

Ya opiné sobre "La banda de los copitos". ¿En verdad dos trastornados pueden llegar tan fácilmente a la vicepresidenta? ¿Es tanta nuestra fragilidad que cuatro idiotas podrían haber desatado una guerra civil? ¿Es cierto que hay una "revolución lumpen" en marcha; exteriorizada en estos cuatro energúmenos sin profundidad? ¿O acaso tienen alguna filiación? ¿Lo sabremos alguna vez? Sea como sea, la incivilidad sigue ganando la calle.

La vicepresidente usaría al atentado como defensa política en la causa Vialidad, al punto de acusar a los magistrados y a los fiscales de haberlo promovido. Al momento, la señora vicepresidente jamás ha negado los hechos de los que se la acusa. Habló de law-fare; de la derecha fascista; de la oposición; del partido judicial; de los discursos del odio -herramienta que busca acallar a toda voz crítica que piense distinto a ellos-; y ha hecho uso y abuso de mil argumentos políticos. Jamás se ha defendido de las acusaciones con argumentos y recursos legales. Otra vez, nunca las negó.

En sus últimas alocuciones llegó al desatino de pretender incendiar la idea de república con la Constitución en la mano. Suena a retorno a las Cruzadas cuando se justificaba arrasar países y continentes por amor a Dios. O a una nueva forma de Inquisición. No es casualidad la pretensión de instauración de un medioevo social a la altura de nuestro medioevo intelectual.

Por desgracia, la lista de desatinos no acabará tampoco acá. Habitamos un país donde el 40% de su población es pobre y el 10% indigente; donde 7 de cada 10 niños menores a catorce años es pobre. Donde la inflación superará el 100% anual. Donde el 86% de los jubilados son reducidos a la indigencia. Un país donde una familia necesita ingresos por encima de los 120.000 pesos para no caer en la pobreza sin contar gastos de alquiler, colegios, transporte o vestimenta. Pero solo el 10% de la población cobra por encima de 130.000 pesos por mes; según datos del Indec. La trampa es mortal. La inflación le gana la carrera a los ingresos. La pobreza se extiende sobre el país como el mal sobre las tierras de Mordor.

Semana a semana se publican artículos que muestran a niños y adolescentes que no aprenden a leer ni a escribir; que terminan la escuela sin saber la tabla del 2. Alumnos que terminan la escuela secundaria con un nivel que les hace imposible estudiar en la universidad. Alumnos universitarios que no comprenden los textos que leen. Colegios y universidades devenidas en unidades básicas, en centros de adoctrinamiento y en usinas de ideologización.

Alumnos que toman colegios y que se oponen a realizar prácticas rentadas en empresas. Hay padres que los avalan. Sindicatos que toman oficinas de ministerios públicos. Hay ministros que los avalan. Sindicalistas que entran a empresas y golpean a trabajadores y a sus dueños. ¿Quiénes los avalan? El desasosiego, la violencia y la agitación social crecen al ritmo de la inflación sin que aparezca, a la vista, ninguna manera de frenarlas.

Brasil, Paraguay y Uruguay exportan más carne que nosotros. Nuestros limones pierden competitividad a manos de Sudáfrica. El gobierno embosca al agro luego de haberlos forzado a liquidar una producción que les pertenece mientras cambian las reglas de juego -una vez más- luego de haber conseguido lo que necesitaban.

En medio de una asfixiante falta de dólares, se intenta promulgar una ley de "protección de humedales" que usa términos vagos, confusos y delirantes. Proyecto que daría otro golpe tanto a la producción agropecuaria como a la producción minera, por ejemplo, de Salta, ya que el proyecto incluye a los salares de los que se extrae el litio. Una aberración en términos científicos sin igual. El fundamentalismo ambientalista pseudo científico supera a la ignorancia una vez más.

Algunas plantas productivas cierran y despiden personal por falta de insumos ante la falta de dólares. ¿Qué producción se puede tener sin insumos? Fate, Bridgestone y Pirelli cierran por bloqueos sindicales. ¿Qué país se puede construir sin industria? ¿Cómo se concilia el accionar del sindicalismo salvaje con la falta de insumos? Toyota y Techint cierran sus plantas; ¿dónde acaba el efecto dominó? Se amenaza con importar neumáticos. No hay dólares para pagar las plataformas de streaming o el turismo en Catar; ¿cómo vamos a pagar los neumáticos que no se permiten producir acá? El Gobierno convoca a Pablo Moyano para oficiar de "mediador"; el mismo que dos días después va a descerrajar, con perversión: "El paro de los trabajadores del neumático va a ser un poroto con lo que va a hacer Camioneros". El Gobierno no ha resuelto ni una sola crisis; solo las ha apilado como neumáticos en una gomería. ¿De qué "Reconstrucción Argentina" se habla?

Walter Langer, psicólogo que escribió un reporte sobre la mente de Hitler durante la guerra dijo: "La gente creerá una gran mentira mucho más rápido que una pequeña. Y si esta se repite con la frecuencia suficiente, la gente -tarde o temprano- creerá en ella". "Reconstrucción Argentina". "Un país con corazón". "La gente primero". Una lista sin fin de mentiras flagrantes repetidas hasta el hartazgo sin ningún correlato real. ¿Las creeremos? La campaña oficial sigue. Es lógico; la única manera de salir adelante con una mentira es creerla con el corazón. Aunque sea necesario mentirse a uno mismo más que al resto.

En medio de esta crisis económica, política y social argentina de un nivel histórico, la Legislatura bonaerense declaró de interés la "Fiesta de la Tortita Negra", ante el proyecto de la camporista Fernanda Díaz. Y el Gobierno nacional trató de solucionar el problema de la falta de figuritas del Mundial. La Federación Industrial Panaderil de la Provincia de Buenos Aires acusó al titular de la Secretaría de Comercio de "tener las prioridades alteradas". Coincido con los pobres panaderos; el Gobierno tiene las prioridades alteradas. La percepción de la realidad también. La suma de desaciertos no tiene fin.

Claudio Jacquelin enumera en La Nación: "El detrás de escena del atentando contra la vicepresidenta, el avance de la narcocriminalidad en el Gran Rosario (pero no excluyentemente allí), las ocupaciones de tierras en la Patagonia (tampoco excluyentemente), los incendios fuera del control estatal en el delta entrerriano (y más acá), el desconocimiento de la Justicia, el cambio de reglas de juego, la existencia de un aparato paraestatal de inteligencia y un presidencialismo sin autoridad presidencial son escenas de una trama que suele exponerse fragmentada". La lista -no exhaustiva- no deja lugar a la ambigüedad. El Estado fallido no es una amenaza; es una realidad. La anomia es asfixiante. Agotadora. Irritante.

A Macondo le quedaba la poesía; la ternura de sus personajes; el amor; la magia del surrealismo. En nosotros no habita nada de todo eso. Nada. Solo una pobreza intelectual desoladora; una mediocridad imbatible; una dirigencia lamentable y una sociedad que no estamos a la altura de las circunstancias. Fingimos que todo es normal porque no sabemos hacer otra cosa. Mientras, nos vamos quedando cada vez más atrapados en este baldío ponzoñoso viviendo un barbarismo despiadado y cruel.

Ojalá fuéramos Macondo. Pero no. Ni eso podemos ser.

 

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