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"Estábamos adentro de la escuela trabajando tranquilamente con todas las compañeras y de pronto entró una mamá de la comunidad y me avisó que me estaban rompiendo el auto. Salimos corriendo, pero todos los vidrios del auto ya estaban destrozados".
Ese fue el duro testimonio de la docente de la escuela Mariano Antonio de Echazú ubicada en la comunidad originaria Chorote, a pocos metros de la ruta nacional 34 en Tartagal, Sara Párraga quien no entiende el porqué de tanta violencia hacia ella traducido en el destrozo de su vehículo particular que como a cualquier trabajador o trabajadora, tanto le costó tener.
Todo se produjo en el transcurso de la mañana del lunes, cuando el personal del establecimiento escolar se encontraban trabajando normalmente " y una señora entró gritando a la escuela avisando que estaban rompiendo un auto. Efectivamente era mi auto y cuando salimos vimos a un chico golpeando los vidrios con un elemento en sus manos que parecía un hierro", explicó la docente quien estimó que "por sus actitudes estaba bajo los efectos de alguna droga".
En la comunidad Chorote el problema del consumo de sustancias prohibidas entre niños, adolescentes y jóvenes es un tema prácticamente diario y al tratarse de la única institución, la escuela Mariano Antonio de Echazú, por intermedio de su personal en forma permanente trabajan con estos chicos tratando de contenerlos o sacarlos de la situación de extrema vulnerabilidad en que los pone el consumo de drogas.
"Este chico que cometió el hecho es un exalumno de la escuela "por eso es todavía más doloroso para mí como docente. Desde la escuela siempre estamos atentos a los chicos que no tienen un par de zapatillas, algo de ropa, una mochila para que puedan asistir a clases. Por eso lo mínimo que pedimos es que no dañen las cosas que son de nosotros los docentes, así como nosotros estamos pendientes de la necesidad de los chicos. Fue horrible para mí porque después de que este chico me destrozó el auto apareció el hermano también drogado o alcoholizado, a los gritos y amenazando. La gente de la comunidad se asustó mucho porque lo veían al chico que iba y volvía con un fierro en la mano en actitud muy amenazante".
El flagelo de la droga en las comunidades aborígenes está haciendo estragos entre niños y adolescentes y tal como lo menciona la docente víctima del vandalismo de un exalumno, bajo los efectos de estas sustancias, los padres no encuentran una institución dónde puedan asistir a sus hijos.
"En estos lugares se les exigen muchos requisitos que en la mayoría de los casos la familia no puede tenerlos. Todo el daño económico se puede sustituir o reparar, aunque el miedo va a persistir en todo el personal porque muchos asistimos a trabajar en vehículo por la distancia", dijo.
"Por eso el pedido nuestro es que haya más seguridad porque más allá de algún recorrido que hace la policía no se hace otra cosa. En la comunidad hay muchos lugares donde se juntan a tomar y después vienen las peleas. En la escuela en la mayoría somos mujeres y se dieron casos de asalto a otras docentes y trabajar así es un peligro", precisó la docente.
Afortunadamente, al momento del incidente en la escuela había muy pocos niños ya que solamente asisten quienes están realizando recuperatorios. Pero la situación vivida generó la alarma en el propio personal por el tema del consumo de drogas en la comunidad Chorote.