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Uno de los temas más interesantes para reflexionar en relación a nuestros juicios y apreciaciones es el de las ilusiones mentales.
Estamos habituados a dar crédito a nuestras percepciones. Afirmamos, aseguramos, sostenemos con vehemencia que los hechos ocurrieron de tal o cual modo, que el auto era de color rojo o que el joven llevaba pantalones cortos.
Pero olvidamos que nuestros testimonios son una elaboración producto del recorte informativo que hacen nuestros sentidos y el "rellenado" que el cerebro realiza para cubrir esos huecos. Como resultado escribimos una historia que mucho tiene de nuestra propia pluma.
Dos cuestiones me parecen clave :
* Los ámbitos académico-jurídicos deberían tomar nota y relativizar las pruebas testimoniales, incluso algunas acusaciones. Algo a tener en cuenta: el testigo o la víctima no mienten, están convencidos de que las cosas ocurrieron tal cómo ellos las recuerdan.
* Deberíamos reconocer con humildad nuestras propias limitaciones y dejar de lado la prepotencia de creernos dueños de la verdad. Muchas veces creamos historias sin ser conscientes de la propia invención.
Los desafío con una pregunta: ¿no recuerdan con bastante buen nivel de detalle alguna historia familiar que se ha contado infinidad de veces? Solo un detalle te hace dudar de tu memoria; eso ocurrió cuando vos aún no habías nacido. Sin embargo la recuerdas, porque la has recreado en tu mente y le has puesto colores y perfiles.
Notable creatividad, peligrosa si le damos demasiado crédito.
Desconfiemos de nuestras certezas, es una forma de alcanzar la verdad.
Feliz Año Nuevo