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Por María Cristina Garros Martínez
Abogada, ex jueza de la Corte de Justicia de Salta
Este martes 15 de febrero de 2022, se cumplen 30 años del fallecimiento Roberto Romero. Recuerdo ese día en que corrió la noticia y que ví a muchísimos salteños tristes y preguntándose qué había sucedido. Yo fui una de esas personas a quienes conmovió su tan temprano fallecimiento.
Había tenido pocas ocasiones en las que conversé con él. No era su amiga, ni integraba el grupo políticamente más cercano.
Recuerdo, sí, cuando se incorporó al Partido Justicialista, y lo novedoso o extraño de la situación. Yo integraba la Lista Verde. Él organizó otra agrupación que luego sería la Lista Roja.
Conocí muchas anécdotas referidas a su forma de trabajar; por ejemplo, que llamaba a la madrugada a los ministros y a otros funcionarios para hablar de un tema de gobierno o urgir una obra o asistir a un barrio o a una familia.
Era de los que entraba a las casas de los vecinos a tomar un mate cocido o un mate cebado, y hablar directamente con la gente, de sus problemas y sus aspiraciones.
Era común verlo en los barrios conversando directamente y cara a cara con las personas. Esto lo hacía también en los pueblos de Salta. Conocía las casas de todos los dirigentes del interior. Iba él personalmente. Un día, lo encontré en la casa del dirigente de la Lista Verde, Alfredo Jorge, atrás del almacén de La Merced, en la cocina, conversando sobre lo que necesitaba el pueblo.
Entonces se me mezclan los recuerdos de una época. Su aparición como empresario de la prensa, su contención a muchos periodistas perseguidos en el Gobierno de facto. Ellos, pasado el tiempo, elogiaban y agradecían la forma en que se sintieron protegidos por don Roberto.
Entraba a las casas de los vecinos a tomar un mate cocido y hablar directamente con la gente, de sus problemas y sus aspiraciones.
Fue una figura “rara” para una provincia acostumbrada a los conservadores, que eran los dueños de las tierras y también los dueños de las “libretas de enrolamiento” de los peones en épocas de votación.
Eran los “negros” en el Gobierno; él acuñó esa frase: los negros con los negros, aunque su autoridad le restaba cualquier interpretación clasista o discriminatoria.
Y el pueblo se sintió valorizado, ese pueblo que no tenía tierras, pero sí las manos encallecidas por el trabajo. Los valorizó, les dio presencia. Y, quizá sin buscar ninguna identificación con el pasado, siguió la política a favor de los más desfavorecidos, que antes del golpe de Estado había iniciado Miguel Ragone.
No perteneció al Club 20, y me parece que tampoco aspiraba a ser socio.
Sí le interesaba el progreso de la provincia y fue un imaginativo, un soñador y un realizador.
Apoyó todo lo que fuera producción, industrialización, minería. Todo lo que trajera progreso, trabajo digno.
Recuerdo el primer tren cargado de poroto para México que sacó por Chile en ferrocarril, abriendo camino a futuras exportaciones. Sería lo que hoy hablamos desarrollo sostenible. Sustentable. Algo que perdure y que se afiance en la provincia de Salta.
Pensaba en las regiones; por eso el apoyo al pimentón y el armado de la cooperativa, en los Valles Calchaquies, en Cachi; del poroto en la zona de Metán y del tabaco aquí, en el Valle de Lerma y sus alrededores. Esas decisiones vertebraron una línea política que significaba crecimiento, que la gente pudiera crecer y desarrollarse en su tierra; que no emigre.
De haberse continuado en el tiempo, hoy podríamos debatir en torno de la zonificación por cuencas. Producir con sentido regional, la única forma de lograr el crecimiento económico, social y con protección ambiental.
Lo recuerdo en la FERINOA, aquel emprendimiento de la Cámara de Comercio Exterior de Salta al que concurrí recién recuperada la democracia.
Roberto Romero, como gobernador electo (todavía no había asumido) y yo representando a los empresarios de Bolivia ( donde yo vivía y trabajaba en el exilio). Tengo esa foto como recuerdo de una época, en la que estaba volviendo la institucionalidad, y con él como protagonista.
Su personalidad y su obra están en la memoria del pueblo, de las mujeres mayores de los barrios, con su retrato aún colocado en la habitación principal de sus casas.
Yo lo recuerdo en esa faceta. Como el gobernador que dijo que un solo mandato era suficiente. Tema que se citó en varias oportunidades en la reciente Convención Constituyente del 2021. No quería eternizarse en el poder.
Muy distinto de esta actual Constitución, en la que no se pudo colocar cláusulas transitorias para señalar desde cuándo se cuenta el período para el actual gobernador, intendentes, legisladores y miembros de la Corte de Salta. Es decir, para procurar sortear las mismas limitantes que se colocaron en esta reforma. Un ejemplo olvidado por muchos que sí recuerdan a Roberto Romero, su gestión y su liderazgo.
Estos son recuerdos, un poco desordenados quizás, pero que evocan momentos muy importantes para Salta.
Porque Roberto Romero no fue uno más. Democrático, trabajador, creador. Fue alguien especial.
Una persona que venía del pueblo y a quien el pueblo reconoció como propio.