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Incubación de huevos en el frío de la Antártida: aunque el pingüino emperador es un ave esencialmente acuática, pone su único huevo tierra al comenzar el invierno. El cortejo se inicia en otoño y dos meses después, cuando la hembra pone el huevo, pesa 20 % menos debido a que consumió mucha energía en producirlo y en realizar el largo y difícil viaje para llegar hasta el sitio de apareamiento.
Cuando el huevo es depositado, la hembra lo cubre con las patas para evitar que se congele. Enseguida el macho se acerca y la hembra pasa el huevo a sus patas. Después, ella regresa al mar para conseguir alimento y deja el huevo al cuidado del macho. Este debe mantener el huevo cliente durante el invierno, en el que puede haber temperaturas de -60 °C y vientos de hasta 200 km por hora.
El macho incuba el huevo sobres sus patas (no hay nido) para evitar que toque el hielo, y lo cubre con la piel que cuelga de su abdomen. Las plumas de este pedazo de piel se caen antes de que comience la incubación, para crear un cobertor debajo del cual existen gran cantidad de vasos sanguíneos que constituyen un sistema de calefacción que mantiene los huevos a la temperatura adecuada.
Los pingüinos machos incuban los huevos durante 2 meses mientras las hembras permanecen en el mar. Estas aves viven de las calorías almacenadas y hacen todo lo que está a su alcance para mantenerse calientes y conservar sus reservas de energía. En la temporada de frío intenso forman grupos de hasta 6.000 individuos, en los que cada uno apoya el pico en el compañero que está delante de él, y todos tratan de colarse hasta el centro del grupo, que está caliente. Por lo general, los polluelos nacen cuando sus madres regresan del mar para relevar a los padres en su labor.
Con los huevos escondidos bajo las plumas, los pingüinos emperador machos esperan a que termine la incubación. Al nacer, el polluelo se colocará sobre las patas del padre hasta que la madre regrese.
Huevos frescos en el calor tropical: la mayoría de los huevos pueden sobrevivir si su temperatura desciende desde lo normal (37 °C) hasta los 25 °C. Sin embargo, que la temperatura alcance los 39 °C puede ser fatal. Para las aves que anidan en el trópico, el mantener frescos los huevos es una batalla continua y, para evitar su sobrecalentamiento, han desarrollado muchos trucos.
Las aves que anidan en terreno abierto tienen que hacer sombra para sus huevos, en especial si viven en climas calurosos.
El chorlitejo chico de las planicies del este de África, cuyo nido es solo una pequeña depresión en el suelo (a menudo, la huella de algún animal), se para encima de los huevos con las alas extendidas para hacerles sombra. También anidan en la grava, con la cual se pueden confundir los huevos, y no son depredados.
Algunas garzas de los trópicos incluso cubren los huevos con su excremento, el cual actúa como una bolsa cuyo interior se mantiene fresco, aunque el exterior se caliente.
Usando ingeniosas tácticas para proteger sus huevos del ardiente sol, las aves pueden anidar en lugares tan inusitados como en pleno desierto o en las copas desnudas de los árboles. Allí hay menos probabilidades de que sean atacados por depredadores.
Hacer sombra puede ser suficiente si los huevos solo están expuestos a la luz del sol, pero si además la temperatura es muy alta es necesario recurrir a otra táctica. La cigüeña jabirú de Australia carga agua en el pico para rociarla sobre los huevos. Estas anidan en las copas de grandes árboles a alturas de hasta 24 metros, por lo que sus huevos están expuestos al sol.
El chorlito corredor pluvial egipcio, sin embargo, no puede cargar mucha agua en su pequeño pico, por lo que cubre los huevos con arena, moja las plumas de su pecho en agua y regresa al nido para sacudir las gotas de agua sobre la arena que cubre los huevos.