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Un país al margen del mundo.

Viernes, 01 de abril de 2022 02:03
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La racionalidad es la adecuación de los fines a los medios. Según esta definición, hace al menos un siglo que Argentina dejó de ser un país racional. Mucho menos, un lugar racional para vivir.

Nuestra deuda en dólares supera los 353.000 millones de dólares. Si comparamos esta cifra con los 78.000 millones de dólares que exportó Argentina en 2021 -la única fuente genuina de ingreso de divisas al país-, debemos casi cinco veces más de lo que podemos generar. En diez años, del 2011 al 2021, el PIB per cápita cayó un 16% mientras que, en el mismo período, el gasto público creció del 24% al 40% del PBI. Hace tres años que la inflación supera el 50% anual mientras ya se sabe que, este año, otra vez superará esa cifra. Dato mata relato.

Y todavía es imposible cuantificar cuánto más crecerá el déficit fiscal cuando, por la invasión de Rusia a Ucrania, todavía no se sabe cuál será el precio del gas (que debemos importar a pesar de tener la segunda reserva de gas del mundo) o de hidrocarburos (que también debemos importar). Ambas situaciones muestran nuestra incapacidad histórica para desarrollar una matriz energética propia -indispensable para cualquier plan de desarrollo industrial- así como nuestra falla para imaginar un futuro. Un futuro que adecue sus planes a los medios disponibles y que acepte que sin una precisa priorización de dónde hay que alocar nuestros recursos tan escasos; es imposible dejar de hundirnos en el pozo en el que nosotros mismos seguimos cavando año tras año.

Sin medios no se puede tener fin alguno. No hay manera de seguir financiando el gasto social ni el gasto político que sigue creciendo en términos reales sin inversiones, sin mayores exportaciones o sin tomar deuda. Y eso sin considerar las inversiones requeridas en energía, infraestructura, logística e industria que seguimos sin encarar.

El analista internacional Jorge Castro muestra cómo, en la Unión Soviética, el comercio exterior era solo 4% del PBI y burocratizado por completo: la proporción entre funcionarios/burócratas y trabajadores era 7 a 1. Sin haber llegado a ese extremo -todavía-, ¿no estamos yendo por el mismo camino?

La economía no es magia. Es sentido común y la administración sensata de recursos escasos. Nada más. Nada menos. Argentina no tiene fin. En el sentido literal, el país no tiene futuro ni propósito. En la otra acepción posible, sabemos que ningún país se acaba. No se suicida ni muere. Sólo se desangra en un mar de irrelevancia y de pobreza. Quedándose solo al margen del mundo y de la historia.

 

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