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¿Quién es el gobierno y quién la oposición?

Domingo, 24 de abril de 2022 02:15
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Qué pregunta difícil de contestar. Por un lado, sabemos que hay una oposición. Líquida; sin forma. Sin ningún referente sólido ni nadie que resulte intachable ni incuestionable. Una oposición atomizada y consumida por rivalidades personales. Unidos por una causa -por una variedad de causas- pero sin una ideología que los aglutine de verdad. Sin estrategia y divididos en la táctica. No son mejores que cualquier otra coalición política de nuestra historia; una bolsa de gatos de todo color y pelaje cuyo único propósito -y todo fin- es derrotar a la coalición gobernante. Jorge Luis Borges hubiera dicho: "No los une el amor sino el espanto". No tienen un plan; no logran pensar más allá de este pequeño propósito. Si ganaran en el 2023 -escenario posible-, sin plan no van a poder hacer mejor papel que el gobierno de hoy ni que Macri en el turno anterior. Con o sin plan, tampoco van a tener margen alguno para "las reformas profundas" que prometen hacer.

Por otro lado, ahora existe una nueva oposición. Una oposición feroz que surge del seno del propio gobierno, y al que ha logrado paralizar por medio de una guerra de guerrillas irracional. Una oposición -interna- que está resultando ser mucho más dañina y destructiva que la oposición formal.

Esta oposición, formada por la señora vicepresidenta y su hijo Máximo Kirchner, líder de la agrupación La Cámpora, controla el 71% de los ingresos del Estado y los administra como si fueran bienes propios; parte de su acervo familiar. El oficialismo remanente, el albertismo -si es que alguna vez existió ese movimiento- controla el 23% de estos ingresos estatales; y el errático y peligroso Sergio Massa el 6% restante.

Paradójico como suena, aun manejando el 71% de todos los ingresos del Estado, la señora vicepresidenta y su hijo intentan despegarse de la gestión del gobierno y de su estrepitoso fracaso.

Un gobierno opositor

Esta nueva oposición -parte del gobierno, lo repito una vez más-, busca desligarse de las consecuencias de la gestión cotidiana e intenta consolidarse como la alternativa al gobierno que ellos mismos encarnan y representan.

Como el libertario Javier Milei, que busca hostigar, criticar y combatir a la casta formando parte de la casta; la señora vicepresidenta y su hijo quieren hostigar, criticar y combatir al gobierno, siendo ellos parte del gobierno. Argentina presenta estas paradojas estrafalarias.

Que ella ungiera a Alberto Fernández hoy parece irrelevante y, todo aquel que insista en hacérselo recordar a ella o a sus acólitos se convierte en un terrorista ideológico. Me asumo parte de la casta pensante. La policía de la memoria se encarga de ir borrando esos pequeños detalles de la historia e ir instalando otros en aras de armar un relato que destroce la verdad. Así, ahora Alberto Fernández es un neoliberal y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional la trampa máxima que el imperialismo reserva a los países del mundo que luchan con denuedo por triunfar y sobresalir.

Solo por mencionar un ejemplo, en la ex-ESMA -hoy convertida en Museo de la Memoria-, la "policía del pensamiento" y la "policía de la memoria" inauguraron la muestra "Neoliberalismo, nunca más". En perfecta sintonía, se realizó el primer taller -con el mismo título- en el Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata, en el marco de las iniciativas impulsadas por la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires. La gacetilla resalta el haber trabajado en "la importancia de construir un "nunca más' a los proyectos socioeconómicos y políticos de exclusión, pobreza y vulneración de derechos". Se pretende igualar a Macri con Videla y a Martín Guzmán con Martínez de Hoz. Lo dije hace muy poco: dictadura y democracia no son lo mismo; dictadura y liberalismo económico tampoco. Ni son lo mismo ni son equivalentes.

Peor, en cualquier nivel educativo esto es adoctrinamiento. No es enseñanza; no es desarrollo del juicio crítico ni del pensamiento personal. Es una imposición disfrazada de memoria y reflexión.

Banalización e ignorancia

Otra vez la banalización del "Nunca más". Y la "policía del pensamiento" instalando tantos "nunca más" que van quedando pocos "permitidos"; esas cosas que sí nos dejan pensar.

Y establecer al neoliberalismo como el enemigo a combatir. Por supuesto que el neoliberalismo desbocado es dañino. Pero para eso existe el Estado. Para intervenir y regular. Para moderar y morigerar. Para guiar y priorizar. La diferencia entre Estado presente y ausente. La diferencia entre Estado útil e inútil. La diferencia entre Estado fuerte y débil. Ninguna de estas tres dicotomías representa lo mismo, aunque pocos busquen entender la diferencia.

Me pregunto si, acaso, la actual política económica no genera exclusión educativa, sanitaria, laboral y social en la Argentina.

Dato mata relato. En las últimas mediciones PISA, realizadas por una entidad internacional tan irreprochable como la OCDE y sobre 77 países, Argentina ocupó el lugar 65 en ciencias, el 63 en comprensión de lectura y el 71 en matemática. Un informe publicado por el Observatorio Argentinos por la Educación muestra que de cada 100 chicos que ingresan en la escuela primaria solo 53 terminan el ciclo en el tiempo regular y solo 16 lo hacen con una comprensión razonable de lo que leen y son capaces de realizar operaciones matemáticas simples. ¿Dónde van a conseguir trabajo los restantes 84 chicos de cada 100? Si lo consiguieran, ¿a qué clase de trabajo van a poder acceder? ¿Con qué salario?

Otro informe muestra la fuerte correlación que existe entre educación e ingreso a futuro, así como la fuerte correlación que existe entre el nivel de educación y el nivel de ingresos de las familias. 
Sabemos que el 67% de los chicos menores de 17 años viven por debajo de la línea de pobreza (8 millones de chicos) y que un millón y medio abandonaron el sistema escolar en el 2020. ¿No están condenados todos estos chicos a trabajos de mala calidad e ingresos bajos? ¿No quedan excluidos del acceso a trabajos mejores y más remunerados?
Roberto Baradel se opuso al aumento de una hora de clase por día en las escuelas. Coincido en que no es un tema de cantidad sino de calidad; pero cada hora de calidad que perdemos significa un atraso respecto a otros países. 
Argentina no supera las 720 horas de clase por año mientras que Chile tiene 1.026 horas por año y Estados Unidos 973. Esto, ¿no genera exclusión?
Este neopobrismo populista que nivela todo para abajo de una manera impúdica e inexorable, ¿no es también un “proyecto de exclusión, pobreza y vulneración de derechos”? ¿No deberíamos hacer talleres, entonces, que se titulen: “Neopobrismo, nunca más”?

 Basta de limar al presidente

Volviendo a la “división de bienes” -los ingresos de Estado- que comentaba al principio, esta parece delinear con bastante claridad quién cree detentar el poder. La frase tan trágica “que te pongan la banda y te den el bastón no significa que tengas el poder”; desnuda esta creencia por completo.
Y hay que decirlo en voz alta y con todas las letras: se trata de una conducta golpista que debe ser denunciada sin atenuantes. No los hay.
El mismo golpismo que muestra cuando pretende desconocer fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación denunciando “golpes institucionales” por parte de la Justicia; la misma Justicia a la que pretende vaciar de contenido, adoctrinar y disciplinar. El “lawfare” no existe; es solo una construcción que la “policía del pensamiento busca imponer. El victimario acusa de homicida a su víctima, asumiendo, en ese acto, el rol del caído por el disparo que él mismo efectuó. Al final del camino no se sabe quién es. O se pretende hacer creer que no se sabe quién es quién.
Esta feroz oposición interna que parece decidida a esmerilar y a erosionar la figura presidencial en un claro ejemplo de esta conducta golpista. 
Nos guste Alberto Fernández como persona o no, es necesario entender que él resultó elegido por el voto mayoritario y democrático popular y, tan importante como eso, que él representa y asume es su persona a la institución presidencial. Seguir desgastando su figura -más allá de lo que él lo hace cada día solito y de una forma alarmante e irresponsable-, es seguir dañando la estabilidad, la gobernabilidad y la integridad de toda la Nación.
Creo que nadie quiere revivir un colapso de la figura presidencial; ya estuvimos ahí muchas veces. Nuestra historia nos muestra que es preferible sostener un mal gobierno que la alternativa de no tener gobierno alguno. ¿O no somos capaces de imaginar cuánto peor podríamos estar sin un gobierno? ¿O con una sucesión de presidentes no legítimos y débiles, como ya ocurrió en el 2001? ¿Tan necios podemos ser? No me animo a responder.
Más allá de reconocer que el gobierno oficial no tiene ni la menor idea de adónde va; ni adónde quiere ir; ni cómo salir de las trampas cazabobos que él mismo planta; es justo decir que debe ser una tarea titánica intentar gobernar un país esquizofrénico como el nuestro, con los dos tercios de tu gobierno no solo obstaculizando todo sino, peor, pateando hacia atrás. 
Mientras tanto, nosotros quedamos de rehenes entre un notable procrastinador sin coraje alguno de un lado y, del otro, casi todo el resto del gobierno -y oposición a la vez- que juega al “cuanto peor, mejor”.

 La confusión está clarísima

Me parece que es hora de preguntarnos si es correcto que la señora vicepresidenta y su hijo sigan creyendo que ellos detentan el poder. Porque el verdadero poder lo tenemos nosotros, los ciudadanos. La sociedad. Con nuestro voto los erigimos o los removemos. Y con nuestros impuestos pagamos la fiesta o la dejamos de pagar. Nosotros tenemos estas dos herramientas. Parecen poco, lo sé. No lo son.
Quizás las únicas preguntas que debamos respondernos son: ¿por cuánto tiempo más vamos a seguir tolerando estas peleas entre ellos que no nos sirven ni nos hacen bien a nosotros? ¿Por cuánto tiempo más vamos a seguir permitiendo que -todos- nos sigan expoliando? ¿Cuánta más paciencia vamos a tener? 
No creo que sea necesario esperar a que se consume el golpe de Estado que están pergeñando para que nos decidamos a actuar.

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