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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La democracia requiere metas, rumbos y plazos

Sabado, 30 de abril de 2022 02:06
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Generalmente los gobiernos tienden a ponerse plazos para cumplir con promesas de campaña o con ambiciones políticas.

Cuando lo hacen, es fácil encontrar los ejes de gestión, los planes de gobierno, las obras icónicas o inclusive un discurso organizado hacia un objetivo. Para el ciudadano, poder ver la relación entre un postulado electoral y la gestión diaria es el estándar de oro de la política pública.

Los plazos en los cuales descansan los rumbos políticos son igual de importantes porque esperar en tiempos de la política es similar a no cambiar la realidad. Es necesario para cada gobierno trazar lo hecho dentro de un rumbo y de plazos que estratégicamente lleguen a una conclusión natural de cuatro o más años de gobierno para justamente volver a pedir la confianza de la gente.

Entonces, la teoría política de rumbos y plazos, también nos deja dos lecciones claves para el hoy en Argentina y Salta.

La primera es la necesidad intrínseca de un rumbo; la segunda, tener un plan de ejecución. Sobre la primera lección un rumbo y sobre la segunda un plan y plazos poco podemos remarcar en Salta, que desde hace un poco más de una década parece estar gobernada más bien por sucesos externos que por liderazgos internos.

Recordemos a modo de ejemplo el dilema eleccionario del último turno de la democracia. Un fin de ciclo de un gobierno de 12 años y la llegada de un signo nuevo al gobierno provincial.

Si bien la figura del espacio político ganador no era necesariamente nueva, la propuesta de ejercer el poder por afuera del peronismo clásico, o por lo menos con elementos que a nivel nacional son el opuesto, sí generó una dinámica nueva. La capacidad de instalación de la idea de gobernar para Salta desde Salta formo un proto - provincialismo que es necesario para darle valor a la identidad propia de una provincia con historia, pero quizás, no llega a ser suficiente para transformar la inercia que nos encierra de oportunidades.

El proceso político en Salta de los últimos 15 años tiene en particular que no cuenta con una creatividad innata de un circuito de partidos políticos fuertes que aspiran a ser gobierno con líderes preparados para el desafío de cambiar la realidad. Mas bien, es letalmente auto referencial, sin diversidad de pensamiento o acción, y tiende a generar las mismas ideas y soluciones fallidas para toda una provincia. El circuito político de Salta no logra generar ni siquiera los consensos necesarios entre actores de la sociedad que tienen un rol para promocionar el desarrollo y el progreso.

Por ejemplo, la última elección fue disputada entre dos coaliciones del mismo semblante, con el mismo líder político, con la gran diferencia de colores de marketing político y recursos en medios de comunicación.

Salta necesita más.

Problemas, más que personas

Para profundizar un cambio de paradigma de liderazgo en Salta no necesariamente se debe mirar a personalidades, si no a los problemas sistémicos que aqueja al todo del arco político.

A modo de ejemplo: ¿qué cambios reales estamos viviendo los salteños después del cambio de la constitución? Recordemos que alterar una carta magna no es solamente una oportunidad histórica, sino también la chance de dotar a las normas provinciales de espíritu moderno, de progreso y de valores que transciendan el futuro inmediato.

Las ideas que hoy no existen en Salta podrían haber tomado forma de valores y principios en nuestra constitución, por ejemplo, señalando a Salta como un pueblo pluri - identitario, agregando postulados para preservar el medio ambiente, adquiriendo más derechos sociales (como al agua), reencauzando el sistema político y de participación con más exigencias a los partidos políticos, dictando el derecho al culto y un estado laico, entre muchos temas más.

De tal ejercicio, la reforma parcial de la Constitución, que quizás ya nadie recuerde, es parte del patrón de conducta del sistema político en Salta, que carece de ideas y deseos de progreso.

Nuevamente, para llegar al desarrollo que nos merecemos, necesitamos rumbos y plazos. Con un rumbo claro, es más fácil poder tomar decisiones que estratégicamente logren dinamizar las áreas que deben mejorar.

Por ejemplo, después de 2 años de la etapa activa de pandemia en Salta, ¿cuál fue la política pública provincial para recuperar los días de educación perdidos? ¿cuál fue el plan de aprendizaje del gobierno para actualizar los protocolos de acción ante una catástrofe?

Estos son solo dos ejemplos paradigmáticos que el ciudadano debería querer que su gobierno tome cartas en el asunto. En otras palabras, ¿podemos reconocer de los últimos 2, 4, 8, 10, 12 años de política en Salta algún hito realmente transformador?

La crítica expuesta está dirigida para tener el valor de considerar que un cambio es urgentemente necesario. La crítica, siempre vista desde lo constructivo, es justamente para alertar sobre situaciones que necesitan ser rectificadas. En la Argentina, la cultura de la crítica es vista como intento de desestabilización o de operación política, cuando, en realidad, el análisis cuidadoso es amigo de las intervenciones que terminan dando frutos. En ese espíritu pregunto: ¿cuál es el rumbo y los plazos del gobierno en Salta?

Faltan soluciones

Desde la letanía de temas estratégicos para cambiar la realidad de la provincia, sobran problemas y faltan soluciones desde los tres niveles del poder en la provincia.

Un ejecutivo que parece estar más interesado en reuniones en Buenos Aires que con la doble emergencia en el Norte y sobre violencia de genero machista.
En el legislativo, los proyectos de ley suelen llegar a libro cerrado, con nula discusión cívica y todavía menos conocimiento del ciudadano de a pie sobre el impacto en su vida. Se legisla para subir contenido a redes sociales que para cambiar la realidad y pedir la rendición de cuentas al ejecutivo.
En el plano judicial, todavía se demora en democratizar la Justicia, el acceso de las víctimas y la celeridad de los procesos activos. Tampoco se logra romper con la incapacidad de llegar a lugares, como el interior, con estrategias de justicia participativa para resolver problemas del día a día En concreto, los tres niéveles del Estado parecen abarcar sus funciones desde lo mínimo, sin rumbo ni plazos.
¿Cuánto de lo anunciado en la apertura de sesiones ordinarias legislativas son prioridad para el ciudadano?
¿Se anunció el plan de gobierno judicial de la Corte Suprema de Salta?
¿La agenda legislativa incluye urgencias del hoy, como la crisis climática que ya se siente en Salta?
Salta encarará en pocos meses el ciclo electoral que seguramente se adelantara para intentar desacoplar la elección a presidente de la Nación con la de gobernador. El objetivo de la maniobra será para “provincializar” los temas en el voto especifico de problemas que le interesan al salteño para luego pensar en las necesidades de lo nacional.
Claro está que ambas elecciones son sobre lo mismo porque Salta no vive al margen del país, pero como estrategia eleccionaria, desde ya, nace la confusión de quien debe marcar un rumbo y los plazos para, justamente, mejorar la calidad de vida de cada salteño y salteña. Apenas entremos en la rueda del ciclo electoral, cada ciudadano debe recordar qué busca de un gobierno, de un candidato, de una propuesta, y también debe preguntarse para cuando espera ese cambio prometido.
 Es clave pedir, con especificaciones, los rumbos y los plazos, para no seguir cayendo en la inercia de cambiar lo poco, rellenar el resto de eslóganes, de redes sociales, sin volumen, sin obras, sin transformaciones sustentables. En Salta, y en el país, urgen líderes que hagan, que hablen, que empaticen, que demuestren un rumbo, su plan, y en plazos claros.
No podemos esperar más.
 

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