La adhesión de Armenia a la Corte Penal Internacional, que a principios de este año acusó al presidente ruso Vladimir Putin de "crímenes de guerra" en Ucrania, desencadenó una crisis en la relación con Moscú que amenaza romper el tradicional acuerdo estratégico entre ambos países. Los firmantes del Tratado de Roma, por el que se creó el tribunal internacional, están obligados a arrestar a Putin si pone el pie en sus territorios. El vocero oficial del Kremlin, Dmitri Peskov, calificó de "medida inamistosa" la decisión y señaló que los armenios no tienen "nada mejor" para el mantenimiento de su seguridad que su alianza con Rusia.
inicia sesión o regístrate.
La adhesión de Armenia a la Corte Penal Internacional, que a principios de este año acusó al presidente ruso Vladimir Putin de "crímenes de guerra" en Ucrania, desencadenó una crisis en la relación con Moscú que amenaza romper el tradicional acuerdo estratégico entre ambos países. Los firmantes del Tratado de Roma, por el que se creó el tribunal internacional, están obligados a arrestar a Putin si pone el pie en sus territorios. El vocero oficial del Kremlin, Dmitri Peskov, calificó de "medida inamistosa" la decisión y señaló que los armenios no tienen "nada mejor" para el mantenimiento de su seguridad que su alianza con Rusia.
La irritación de Moscú con su vecino coincidió con la llegada a Armenia de un contingente de soldados estadounidenses para un ejercicio de entrenamiento en "misiones de paz" de las Naciones Unidas, un arribo que la cancillería rusa acusó de "acciones hostiles" en sus fronteras. Para agravar la tensión bilateral, Armenia rompió su neutralidad en la guerra ucraniana y por primera vez envió ayuda humanitaria al gobierno de Kiev.
Este abrupto viraje es consecuencia de la pasividad de Rusia ante la fulminante ofensiva militar con que Azerbaiyán desmanteló la república independiente de Nagorno-Karabaj, una región de población étnicamente armenia sin salida al mar situada en las montañas del Cáucaso, en el interior del territorio azerí, que durante treinta años ocasionó sucesivos choques militares entre ambos países, incluidas dos guerras.
La última confrontación abierta, que tuvo lugar en 2020, reveló una aplastante superioridad militar de Azerbaiyán y culminó con un armisticio que implicó el despliegue de 2.000 "cascos azules" rusos para proteger el corredor de Lachin, la única carretera que unía al desaparecido enclave separatista con Armenia. Esa presencia no impidió que tropas azeríes establecieran puestos de control militar a lo largo de esa carretera para impedir el suministro de alimentos a Nagorno-Karabaj.
En esta oportunidad el resultado inmediato de esta humillante derrota armenia fue el éxodo masivo de la población de Nagorno-Karabaj. En menos de una semana más de 100.000 personas buscaron refugio en Armenia, ante el temor de que las tropas azeríes ejecutaran una "limpieza étnica", una amenaza recurrente en la historia de un pueblo que guarda en su memoria el recuerdo imborrable del genocidio perpetrado por el ejército turco en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Esa prevención se agigantó por el hecho de que la población de Azerbaiyán, mayoritariamente musulmana, conserva hondas raíces culturales turcas.
El primer ministro Nikol Pashinyan declaró que Armenia experimentaba los "frutos amargos" del "error estratégico" de confiar en Rusia la responsabilidad casi exclusiva de la defensa. Vahram Ter-Matevosyan, un prestigioso académico de política exterior de la Universidad Americana de Armenia, con sede en Ereván, la ciudad capital, sostiene que "la incapacidad o falta de voluntad de Rusia para intervenir hizo que muchos en el gobierno de Armenia se sientan traicionados".
Armenia es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una suerte de "OTAN asiática" creada después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, una asociación liderada por Rusia e integrada también por Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. El artículo 4° del tratado de la OTSC, calcado del famoso artículo 5° del Estatuto de la OTAN, establece que cualquier agresión militar contra uno de sus socios será considerada como un ataque contra todos los países signatarios. Esa cláusula nunca tuvo aplicación efectiva. En los enfrentamientos armados entre Armenia y Azerbaiyán de 2020 y 2023, Rusia actuó como mediadora pero nunca como parte involucrada.
Entre Rusia y Occidente
En la renuencia de Putin a intervenir en favor de Armenia influyen los problemas derivados de la guerra de Ucrania. El matutino italiano "La Repubblica" puntualizó que "la arquitectura de seguridad de Armenia estaba vinculada en un 99,99% a Rusia. Pero hoy vemos que la propia Rusia necesita armas. Incluso si lo desea, la Federación Rusa no puede satisfacer las necesidades de Armenia".
Pero en esa actitud del Kremlin gravitan también cuestiones políticas internas de los dos países en conflicto. Pashinyan asumió el poder como producto de la "Revolución de Terciopelo", que en 2018 derrocó a un régimen autocrático muy cercano al Kremlin. Marie Dumoulin, directora del programa Europa Ampliada del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, opina que "no creo que Pashinyan sea el tipo de líder que agrada a Putin. Ha llegado al poder gracias a una revolución. Tiene un discurso democrático, reformista y anticorrupción".
El presidente azerí Ilham Aliyev gobierna desde 2023 y sucedió en el mando a su padre, Heydar Aliyev, quien asumió el poder en 1993. No carece, empero, de experiencia política. En su trayectoria, iniciada en la era soviética, cabe anotar que entre 1985 y 1989 fue profesor en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú. Esto le permitió sostener una cordial relación con el régimen de Putin y trabajar sistemáticamente, y con cierto éxito, para socavar los antiguos vínculos entre Rusia y Armenia.
No obstante, la política exterior de Aliyev fue siempre muy pragmática. Promovió un acercamiento a Occidente para atraer inversiones que permitieran beneficiar a Azerbaiyán con la explotación de sus enormes riquezas petrolíferas y gasíferas. Estrechó las relaciones comerciales con la Unión Europea, garantizando la provisión de recursos energéticos, especialmente de gas. Azerbaiyán es también uno de los pocos estados pos-soviéticos que prestó ayuda a Ucrania.
Ante la desaparición del paraguas defensivo ruso y el temor de que Azerbaiyán avance en nuevas reivindicaciones territoriales, Armenia intenta un realineamiento internacional. Anna Ohanyan, experta en política rusa y docente del Stonehill College de Massachussetts, advierte que "como estado pequeño, es bastante arriesgado para Armenia dar un giro de 180 grados, un gran salto geopolítico".
Ohanyan conjetura que "si Putin se despertara mañana y de repente comenzara a aplicar diferentes tipos de políticas, proporcionando algunas garantías específicas de seguridad, no creo que la política exterior de Armenia se recalibrara". Sostiene que "si Rusia proporcionara un espectro completo de seguridad a Armenia, eso significaría una integración mucho más profunda de Armenia en la esfera neoimperial rusa", aunque esa alternativa no sea del agrado de su actual gobierno.
Por esos motivos, Pashinyan intenta más bien reducir la dependencia de Rusia, pero sin romper lanzas con Moscú. El mandatario reconoce que Armenia puede quedar atrapada en medio de la puja entre Rusia y Occidente. Explica que "los expertos de los países occidentales califican a Armenia como un país pro-ruso. Por otro lado, muchos círculos en Rusia consideran a Armenia o a su gobierno de pro-occidental".
En este contexto tan adverso, Armenia cuenta con una potencialidad nada desdeñable, que en cierto sentido evoca el ejemplo de Israel: el peso de su gigantesca diáspora, multiplicada después del genocidio. En su actual territorio, cuya superficie es varias veces menor a la que tenía antes de la Primera Guerra Mundial, habitan cuatro millones de personas, pero la población de origen armenio diseminada en todo el mundo, fuertemente cohesionada por lazos étnicos, culturales y religiosos (católicos del rito oriental) asciende a más de doce millones. La gravitación política de esas comunidades en sus países de residencia le confiere una fuerte presencia en los medios de comunicación social y una influencia en la opinión pública internacional, que ha sido la garantía de la supervivencia de Armenia como estado independiente.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico