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Doña Enriqueta Herrera de Narváez sopló 100 velitas acompañada por su hijo, sus 6 nietos, 8 bisnietos y varios amigos durante una gran fiesta preparada en su honor en una finca de Campo Santo. Con una memoria privilegiada, una energía que hace pensar que su cuerpo no registra la edad que tiene, sin enfermedades que la obliguen a tomar pastillas, solo la pérdida de un porcentaje de la audición propia de la edad, así recibió Queta, como todos la llaman, esta primera centuria.
Sin embargo, la alegría de estar rodeada de sus seres queridos se ensombrece por el dolor de ver en su casa una silla vacía. Es que, como en todos sus cumpleaños, Queta añora a su hijo secuestrado y desaparecido durante la dictadura militar. Si alguien le pregunta por ese visible dolor, no duda en contar con lujos de detalles esos terribles momentos que le tocó vivir.
Esta madre del dolor es oriunda de Ledesma, provincia de Jujuy, desde hace 20 reside en Campo Santo junto al menor de sus hijos. Sobre el cambio radical que aquel 17 de Julio de 1976 provocaría en su vida, ella recuerda: "Aquel día, cuando secuestraron a mi hijo, se encontraba festejando su cumpleaños Nº 23. Hugo Antonio era el segundo de tres hermanos, junto a comprovincianos jujeños estaban en una fiesta en Alto la Lechuza, en la ciudad de Tucumán, ellos tenían que regresar esa misma noche a Ledesma para participar del casamiento de un primo, allí me encontraba yo con mi marido Adolfo Narváez", comenzó su relato antes de describir cómo fueron secuestrados.
Uno de los participantes de la fiesta, que logró escapar de la detención y regresar a Ledesma, fue quien dio la noticia de lo sucedido. Según el testigo, en un momento de la fiesta ingresaron sorpresivamente civiles encapuchados, se llevaron a 19 jóvenes. Aquellos que no fueron detenidos tuvieron que exhibir sus documentos.
"Cuando recibimos la noticia se terminó el casamiento, fuimos lo más rápido que pudimos a Tucumán, recorrimos todos los lugares donde podrían estar detenidos, pero no logramos nada, desde ese día mi búsqueda no cesó hasta el presente, lo sigo buscando y mientras Dios me dé vida, lo seguiré haciendo", exclamó Queta.
Juan Manuel estudiaba Ingeniería Agronómica, le faltaba solo un año para recibirse, vivía en un departamento en Tucumán junto a otros tres amigos jujeños que estudiaban otras carreras: "Ellos tenían todo, no les faltaba nada, no tenían motivos para andar en cosas raras, nunca recibí una explicación sobre las razones por las detenciones", recuerda Queta, poniendo énfasis en cada palabra, denotando el dolor de recordar aquellos hechos, pero que a la vez le generan una necesidad de revivir cada minuto.
Se radicó por un tiempo en Tucumán, al no tener respuestas se instaló en Zárate, provincia de Buenos Aires, para viajar día tras día al Ministerio del Interior, sin resultados. "En una oportunidad, transcurridos un par de años del secuestro, un personal militar, asqueado de todo lo que estaba pasando, nos ayudó dándonos pistas de dÓnde estarían los chicos detenidos, contándonos además las torturas a las cuales eran sometidos. Con esa información mi marido se fue hasta la Policía Federal, les pidió la devolución de Antonio que estaría detenido en Aguirre, pero lo negaron todo, mi esposo tuvo un ataque de ira y provocó algunos destrozos por lo que fui convocada, tampoco me dieron la información que buscaba, ellos querían que les dé el nombre del informante porque también le dijimos de lo de las torturas y de la participación de monseñor Medina. Los datos del militar nunca me los pudieron sacar", declaró Queta
"Voy a morir esta noche"
Con toda la presión de una búsqueda que parecía infructuosa, otra desgracia iba a sumarse a la vida de Enriqueta: "Un día me dijo mi marido, prepárate para lo peor, yo me voy a morir esta noche a las 22, y lamentablemente así ocurrió. No estaba enfermo, pero su espíritu se vio muy debilitado por todo lo que pasó. ¿Como puede una persona saber el día y la hora exacta cuando se va a morir?, lamentablemente me dejó sola y yo lo necesitaba a mi lado", recordó sobre ese feroz golpe de la vida en el año 1983.
Queta vendió todas sus posesiones, su casa en Jujuy, los camiones de su marido, autos, y toda pertenencia de valor; lo hizo porque le aseguraban que si pagaba le devolverían a su hijo, no le importó quedarse sin nada, con mentiras le arrebataron todo lo que quedaba de su matrimonio. Sin casa ni la posibilidad de un sustento propio, se instaló en Campo Santo, en la casa de su hijo menor, colaborando con la crianza de sus nietos, quienes habían perdido a su madre por una enfermedad.
Doña Enriqueta Herrera fue declarada "Ciudadana Ilustre" por el gobernador Gerardo Morales durante los primeros años de su gestión, por su larga lucha y por ser en la actualidad la última madre con vida que continúa la búsqueda de su hijo desaparecido durante la dictadura militar.
Su lucha es tan fuerte que la mantiene con vida, para sus nietos, que la adoran, si ella llegase a encontrar a su hijo su vida llegaría a su fin porque Queta hizo de esa búsqueda su principal razón de vivir.