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29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Una verdadera prueba de fuego

Jueves, 14 de diciembre de 2023 00:54
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Parecería una perogrullada: el país vive momentos muy difíciles. Que se sepa, la Argentina nunca vivió tiempos fáciles. Nunca fue un paraíso de prosperidad ni logró el equilibrio social de otras regiones. La democracia representativa y el voto universal no lo alcanzaron, y las dictaduras, el presidencialismo extremo y el hipercentralismo lo complicaron.

Tampoco es cierto que Javier Milei y su gobierno recibieron la peor herencia de la historia, tras un siglo de frustraciones. Basta comparar con cada uno de los gobiernos desde 1853 para relativizar esa afirmación que resulta funcional a cualquier gobierno que comienza. Además, está claro que las presidencias de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y la transición de Eduardo Duhalde debieron navegar en mares tan encrespados como la Argentina de estos días. A los presidentes los eligen para gobernar, no para que se dediquen a buscar culpables. Es decir para trabajar, para mejorar la calidad de vida de la sociedad y para rendir cuentas sobre lo que hicieron y lo que no hicieron.

El país llegó a este desenlace electoral, que sorprende y desconcierta, por las erráticas políticas aplicadas durante los cinco períodos presidenciales precedentes, cuatro de los cuales estuvieron en manos del kirchnerismo.

La sociedad no es ingenua. No hay forma de mentir constantemente y seguir siendo creíble. Por eso, hoy tenemos un presidente que llegó por afuera de todas las tradiciones y que dejó en el camino a Cristina Fernández y Mauricio Macri, quienes no pudieron ser candidatos por su impopularidad notoria, y a Sergio Massa, a quien derrotó en el balotaje.

Con sus anuncios del martes pasado el ministro de Economía, Luis Caputo, dejó un mensaje muy simple: recordó que "no hay plata" y explicó a que esto se debe a un déficit fiscal endémico, es decir el gasto sistemático por encima de lo que el Estado recauda, sin financiamiento, y generador de la inflación, la deuda y la caída del producto. Y anticipó que salir del pozo va a llevar mucho tiempo. Claro que faltan infinidad de precisiones y una definición convincente del trayecto que invitan a recorrer en los próximos cuatro años para lograr ese objetivo.

La pregunta que quedó flotando en el aire: ¿el nuevo gobierno tiene un plan? ¿Contamos con una hoja de ruta? Por cierto, el último plan económico que se recuerde es la convertibilidad, puesto en marcha por Menem y Domingo Cavallo tres décadas atrás.

Milei tiene como fortaleza el contundente triunfo electoral, pero estos son contratos que hay que revalidar constantemente. La falta de experiencia política pudo ser la clave de su éxito, pero también puede llevarlo al fracaso.

La oposición kirchnerista, que aún revindica sus gobiernos como si no tuvieran nada que ver con la crisis de la que son los principales responsables, demuestra de entrada que no va a compartir tragos amargos. Además, evidencia una escasa preocupación por el deterioro social y educativo de estos días. Desde el primer momento este sector mostró lo que, utilizando palabras de sus intelectuales de Carta Abierta, es el "ánimo destituyente".

Deberían tener en cuenta que las urnas terminan con cualquier relato.

En estos momentos de tensiones e incertidumbre conviene buscar las raíces del problema, no los culpables.

La "grieta" en la que los políticos profesionales suelen deslizarse como pez en el agua es destructiva para los países y para la democracia. Y cuando la política es impregnada por un discurso dogmático el debate se vuelve simplista y falaz, como ocurre en la Argentina desde hace mucho tiempo. El relato mesiánico destruye la división de poderes, la transparencia del Estado y el imperio de la ley, y es la semilla de la autocracia.

Nuestra grieta nacional es fruto de una división maniquea entre dos mesianismos: el intervencionismo del Estado, que solo enriquece a los círculos de poder, y la exaltación de la magia del mercado, que no existe en ningún lugar del mundo y que en nuestro país nunca tuvo un éxito que traspusiera los límites de un gobierno.

Los dos polos que se disputan el poder suelen rotularse como "populismo" y "neoliberalismo". En estado puro no expresan el pensamiento ni el espíritu profundo de la sociedad. Solo los de elites enfrentadas por intereses. Nadie sabe si Milei y su gabinete están recién ahora aterrizando en la realidad de la política y, en consecuencia, armando su gestión. Por ahora no ofrece certezas a futuro.

Lo cierto es que quienes ya le declaran la guerra carecen de suficiente "poder de fuego". Axel Kicillof es el emergente de la minoría kirchnerista y trata de convertirse en la cabeza del peronismo. Debería explicar por qué no fue el candidato de Unión por la Patria.

Eduardo Belliboni, rostro visible de la política social tercerizada con financiamiento del Estado, a su vez, podría tener en cuenta que los votos en blanco de las elecciones generales superaron a los que obtuvo la corriente de la que forma parte el Polo Obrero.

Son muchos los desafíos que afronta el país. Si la dirigencia asume la virtud democrática de respetar las verdaderas demandas de la sociedad puede ser que la Argentina salga airosa de lo que es una verdadera prueba de fuego.

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