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Un Estado inerte frente a una violencia que acecha al país

Viernes, 03 de marzo de 2023 02:41
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El atentado contra la familia Roccuzzo en Rosario es una advertencia mafiosa. Se presenta como un ataque a Lionel Messi, con la clara intención de alcanzar repercusión mundial.
“Messi te estamos esperando.Javkin es narco, no te va a cuidar”, dice el texto que dejaron frente al supermercado baleado.
Pablo Javkin es el intendente de la ciudad desde 2019, pertenece al Frente Progresista Cívico y Social y ayer se instaló en la puerta del supermercado Roccuzzo para denunciar la pasividad de las fuerzas de seguridad.
La lucha contra el crimen organizado es responsabilidad del Estado. Rosario ya se ubica entre las 50 ciudades más peligrosas del mundo.
Es inexcusable el compromiso estratégico de las autoridades nacionales y sus fuerzas: la Policía Federal, la Prefectura, la Gendarmería y la Policía Aeronáutica, dependientes del ministro Aníbal Fernández. También del Ministerio de Justicia, donde Martín Soria debería controlar a los presos federales que dirigen a sus bandas desde la prisión.
El presidente Alberto Fernández contó ayer en La Poma que se había enterado en la madrugada del ataque “a un supermercado en Rosario”, sin mencionar a Messi ni a Javkin, y añadió, invocando los valores del federalismo, que “hay que hacer algo más, porque los rosarinos son también argentinos”.
Aníbal sumó desconcierto: “Los narcos han ganado”, dijo, al reconocer que el fenómeno se instaló hace ya veinte años.
Volviendo al texto de la amenaza, ¿por qué los narcos advertirían que el intendente no lo va a cuidar a Messi de ellos mismos?
La respuesta queda en suspenso. Los redactores podrían estar fingiendo su identidad; podría también tratarse de una guerra entre bandas, o de una interna en el seno de los organismos de seguridad.
Aníbal contó que en Rosario “detuvimos a tipos que, estando presos, estaban afuera choreando y que fueron detenidosà”. ¿Presos a cargo de Soria?
El académico Juan Gabriel Tokatlian, uno de los más calificados analistas del crimen organizado y enemigo de los lugares comunes, sostuvo hace poco: “Un estado debilitado se convierte,en el mediano plazo, en un estado cautivo del poder narco”.
Aplicando ese criterio,puede inferirse que un Estado democrático, republicano y federal, donde se respetara la ley sería un Estado fuerte.
Esa es la paradoja del estatismo: un Estado paternalista y clientelista, que instala la dádiva como un valor, es un gigante que abarca más de lo que puede y solo agrava los problemas. Es un gigante instalado en el poder central que mira a las provincias como entidades lejanas a las que puede ayudar cuando quiere.
No hay respuestas simples para los problemas complejos.
La mano dura y el gatillo fácil multiplican la creatividad criminal. La “guerra contra el narcotráfico” impulsada por el Gobierno de los Estados Unidos durante la presidencia de Alvaro Uribe en Colombia facilitó que proliferara el crimen organizado en forma de guerrillas, paramilitares y narcos. Y el Estado nunca llegó a controlar la totalidad de su territorio.
El estatismo súper centralizado del chavismo hace tiempo perdió el control de parte de su territorio a manos de bandas de origen colombiano.
La exhibición de brutalidad exhibida por el gobierno de Nayib Bukele en el penal de Zacatecoluca, en El Salvador, es de gran impacto, pero agravia los valores de la democracia y no va a resolver el problema que da origen a las “maras”.
Ayer fue claro el intendente Javkin: el problema no es Rosario, sino que está en el país entero. En el conurbano bonaerense, en barrios de la misma CABA, en las periferias urbanas de muchas provincias. Todos son lugares en los que el Estado no encuentra la forma más importante de lucha contra el fenómeno: la prevención en base al conocimiento de la realidad. 

La Argentina se ha convertido en un país consumidor donde el crimen organizado crece por la vulnerabilidad del Estado y genera un negocio gigantesco. Las fronteras permeables y la hidrovía se prestan para las grandes exportaciones, pero la fragilidad interna hace posible fabricar droga de distintas calidades, construir un mercado ilegal y violento. Así, la desocupación y la exclusión convierten a los jóvenes en “soldaditos”, en un clima de pandillas donde la vida, propia o ajena, no vale nada.
Este año Rosario ya contabiliza un muerto por día. 
¿Hasta cuándo habrá que seguir esperando?

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