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La ciudad escondida

Jueves, 11 de mayo de 2023 02:57
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No me canso de citar tramos de "Las ciudades invisibles" -de Ítalo Calvino- para hacer paralelismos con nuestra realidad. Esa es la magia de la literatura; de la buena al menos.

Heráclito dijo: "No es posible bañarse dos veces en el mismo río". Además del cambio inherente a nuestra propia persona; a las circunstancias; al mero transcurso de la vida; a la mayor -o menor- sabiduría que hayamos podido lograr alcanzar durante ese lapso; también hay otra verdad. Los textos, los buenos, se hallan abiertos a nuevas y múltiples interpretaciones en cada relectura. La redundancia infinita de "La biblioteca de Babel" que nos permite recorrer el texto de principio a fin sin estar mucho más cerca de su comprensión cabal que cuando comenzamos la aventura de leerlo por primera vez.

Me parece imposible dar con una definición taxativa o tajante que nos permita etiquetar a algo como «clásico" o como «no clásico". ¿Sería posible, acaso, algo así? La verdad, no lo creo. Quizás sea más fácil predecir qué nunca debería ser considerado un clásico -por ejemplo, cualquier cosa escrita por Coelho-; que prever qué texto terminará siendo un «clásico" con el tiempo y por derecho propio. Voy a usar otra mágica exploración de Ítalo Calvino: "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir". Si uso esta idea, "Las ciudades invisibles" es un «clásico". Quizás, por eso, puedo citarlo una y otra vez, resignificándolo de distintas maneras, cada vez.

El autor dice, en la nota preliminar: "Un libro (creo yo) es algo con un principio y un fin (aunque no sea una novela en sentido estricto), es un espacio donde el lector ha de entrar, dar vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o tal vez varias salidas, la posibilidad de dar con un camino para salir".

La posibilidad de dar con un camino para salir. Me pregunto si Argentina tiene una salida. Si tiene, al menos, esa posibilidad de dar con un camino para salir. Quiero creer que sí; quiero creerlo con todas mis fuerzas. Quiero creer en esa posibilidad. Sin embargo, la realidad diaria parece demoler mi esperanza. Pienso en otro cuento de Calvino, "Las ciudades escondidas (2)". "La vida no es feliz en Raísa. En las calles la gente camina torciéndose las manos, regaña a los niños que lloran, se apoya en los parapetos del río con las sienes entre los puños, por la mañana despierta de un mal sueño para empezar otro. (…). Dentro de las casas es peor, y no hace falta entrar para saberlo: en verano sale por las ventanas el estruendo de las peleas y de los platos rotos". Me siento viviendo en Raísa.

La escucho a Cayetana Álvarez de Toledo diciendo "El pesimismo no me gusta. Es la coartada de los cobardes. La excusa para no hacer nada. Y el mejor aliado del populismo. El apocalipsis es otra forma de utopía, que los populistas aprovechan para justificar la llegada de un mesías, un caudillo, un salvador". Tiene razón; lo sé. Excepto por la parte de no ser pesimista.

Mientras la escucho, leo el último "Informe Económico para América Latina y el Caribe", publicado por el Banco Mundial, con nuevas estimaciones de actividad para la región. Allí, indican que el panorama para 2023 luce sombrío. "Los vientos en contra cobran impulso y las perspectivas para el año son mucho más sombrías que en 2022 , dice el documento, pese a destacar que los países latinoamericanos demostraron "ser relativamente resilientes ante el aumento del estrés de la deuda, la inflación persistente y la incertidumbre en torno a la invasión rusa de Ucrania". Según el informe, el contexto negativo implica para la región perspectivas de menor crecimiento, con pronósticos que "prevén el mismo ritmo deslucido de las últimas dos décadas". Y Argentina comparte con Chile y Colombia el grupo de países cuyas estimaciones "más han empeorado". Con su nueva proyección sobre la Argentina, el Banco Mundial es el primer organismo internacional que estima un año de estanflación (estancamiento con inflación) para Argentina. Cayetana Álvarez de Toledo sigue hablando. Me cuesta adherir a su obstinado optimismo. Me pregunto por dónde transitará ese sendero de Calvino que nos lleve a la posibilidad de dar con un camino para salir.

El cuento de Calvino finaliza diciendo: "también en Raísa, ciudad triste, corre un hilo invisible que une por un instante un ser vivo con otro y se destruye, después vuelve a tenderse entre puntos en movimiento dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que en cada segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera sabe que existe". Quizás ese sea el sendero; el camino. Buscar a la ciudad feliz escondida dentro de la ciudad perdida y triste. Esa ciudad que, quizás, no nos estemos dando la posibilidad de ver que existe y que podría ser real.

Para cerrar, Calvino otra vez, la última frase de "Las ciudades invisibles": «El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio". Quizás esa sea la posibilidad de una salida. No lo sé. Quizás.

 

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