inicia sesión o regístrate.
Se ha vuelto una costumbre preguntar en Argentina: "Che, ¿cómo viene la cosa?", frase generalmente acompañada de una juntura de dedos con las puntas hacia arriba. Tal es la incertidumbre, la ausencia de horizonte y obviamente la falta de dirección de la economía política, que el nativo y los millones de extranjeros que viven en este suelo lo resumen gestualmente y con tan pocas palabras. Nadie espera una respuesta demasiado larga, ni una cátedra que le permita entender qué es esto que viene pergeñando el gobierno del Frente de Todos desde 2019 y que conduce a una nada transformada en un ovillo intrincado del cual poco puede elucidarse.
El drama tiene contornos de esquizofrenia: ellos no están, pero se sienten perseguidos por otros que no gobiernan y son, a su modo de ver, los causantes del desbarajuste en que está envuelto el país conducido por ellos mismos. En resumen: en diciembre dirán que los cuatro años del gobierno del Frente de Todos en Argentina, entre el 2019 y el 2023, no existió. Se abrirá entonces una brecha -o mejor, una grieta- en el tiempo universal, y ese espacio temporal tampoco tendrá su reflejo en los libros de historia porque ellos "nunca estuvieron aquí".
Por eso todos preguntan: "Che, ¿cómo viene la cosa?", refiriéndose a lo que les importa, que es -nada más y nada menos- una inquietud para saber si mañana van a poder comer y pagar el tren o el colectivo, no solo porque los salarios ni el remanente de las changas no alcanzan para llegar al día quince, sino también porque los billetes de mil mangos no sirven para comprar nada, la inflación los aplasta irremediablemente, los precios se desorbitan, los servicios no se pueden pagar, los chicos carecen de lo elemental para ir a la escuela, no tienen atención en la salud, y no hay trabajo posible de conseguir.
Argentina seguirá lidiando con el tipo de cambio. Los jubilados perderán cada vez más con la fórmula nefasta del kirchnerismo, y los asalariados tendrán conciencia de la "indexación" mensual sus haberes, como en la década del 60 con gobiernos militares.
Del dólar, ni hablar. Seguirá subiendo sin límites a la vista, gracias a la diversificación y el cepo que tanto les gusta a los K. Pero lo más lamentable es que tampoco habrá dólares fáciles; sin dólares la suerte de cualquier gobierno está echada.
El actual gobierno, pese a que sostengan su inexistencia, seguirá emitiendo billetes a lo pavote. Si el jefe de gabinete Agustín Rossi cree que esa herramienta de la economía es inocua es porque no entiende cuándo se puede usar y cuando no. Hasta el momento ningún miembro del "inexistente" gobierno reconoció públicamente la depreciación de la moneda argentina. Hoy no vale nada, no sirve como medio de pago, ni como unidad de cuenta, ni tampoco como reserva de valor. Está roto por donde se lo mire. Hay que recuperar el valor del peso argentino, y evitar la dolarización para no crear mayor desigualdad. Los cantos de sirena de Javier Milei son una falacia reconocida por los mejores economistas.
Argentina, después de esta cuarta experiencia kirchnerista y una gestión de Cambiemos, tiene enormes problemas estructurales que arrastran a la economía. Está amenazada por la expectativa de una devaluación, tiene destrozado el sistema monetario, la deuda externa creció al final del cuarto trimestre de 2022 hasta los 276.694 millones de dólares. ¿Se entendió? í276.694 millones de dólares de deuda externa!
Con 104% de inflación el país se encuentra en una situación crítica, según un economista que rozó en algún momento al kirchnerismo, Emmanuel Álvarez Agis. "Enfrentar la suba de precios exige dejar de lado los prejuicios y diseñar un plan integral que combine políticas ortodoxas (devaluación, aumento de tarifas, tasas de interés positivas) con otras heterodoxas (retenciones, aumentos salariales). Es el único camino", expresa en su nota de Le Monde Diplomatique. ¿Se animaría el gobierno fantasma a aplicar este plan? ¿O seguirá aferrado a los preceptos ideológicos de una izquierda berreta que no quiere ver la realidad?
El kirchnerismo no es lo mismo que el peronismo y ni siquiera puede emular aquella caracterización de enfrentador de crisis que producía mejoras, especialmente en el consumo. Hasta el consumismo fue tergiversado por la líder de ese espacio y actual vicepresidenta del gobierno que detesta, Cristina Kirchner. Juan Perón nunca alentó el consumismo, pero ella cree que es la fuente principal de la economía y por eso alienta los planes sociales sin que supongan formar parte de una política de estado. "Platita en el bolsillo", pensaba cuando las papas quemaban durante sus gobiernos.
En la inminente campaña presidencial se verán los slogans más desopilantes para seguir engañando a su electorado, sin la suerte que los acompañó en 2019.
Quedan solo siete meses para comenzar otra etapa, dura, durísima, porque nada cambiará de un día para otro, mucho menos con el zafarrancho que quedará prendido como una escarapela a la banda presidencial de quien deba asumir los destinos del país. Entonces, volverá la pregunta: "Che, ¿cómo viene la cosa"? Y se le responderá: "será otra cosa", a secas, pues lo de la sangre, sudor y lágrimas quedará corto como expresión del sacrificio requerido para salir del atolladero.