inicia sesión o regístrate.
Entre hoy y el domingo próximo, siete provincias elegirán autoridades provinciales y municipales; entre ellas, hoy lo hará Jujuy y el 14 Salta. Neuquén y Río Negro ya votaron en abril pasado. En total, representan el 18% del padrón electoral del país y de ese modo, comienza a delinearse el escenario que culminará con las elecciones nacionales en octubre y el posible balotaje de noviembre.
Cuando se cumplen cuatro décadas desde la restauración de la democracia, la crítica realidad del país obliga a todos y cada uno de los candidatos a abandonar vicios muy arraigados en nuestra vida política. Esto significa que, por primera vez, deberán exponer en la campaña un proyecto sólido, elaborado con fundamentos técnicos. De ese modo, los votantes podrán conocer, comparar y finalmente, evaluar las distintas propuestas.
Hasta ahora no ha ocurrido; las campañas se han basado siempre en enunciados de buenas intenciones. La participación ciudadana en la vida democrática requiere información precisa y programas creíbles y verificables. Partidos, coaliciones y candidatos están obligados a brindar lo que requiere un ciudadano para decidir su voto: qué van a hacer, en qué plazos, con qué costos, con qué recursos y con qué respaldo.
Hoy estamos en situación límite. La economía ya deja muy poco lugar al optimismo y su deterioro produce un crecimiento constante de la pobreza, el desempleo y la violencia social.
Esto se agrava por la desconfiguración de los partidos políticos y la fusión de diversas corrientes e ideologías en distintas alianzas de identidad indefinida que multiplican la incertidumbre de la gente sobre qué es lo que está votando y, en consecuencia, qué futuro está construyendo para él mismo, su familia y el país.
Pero los plazos se agotan. Los argentinos necesitamos saber cómo y en qué tiempo se va a frenar la inflación, se va a normalizar la cotización del dólar y va a comenzar a recuperarse el poder adquisitivo del salario. Se trata de problemas perentorios, porque ya se está produciendo una fractura profunda en un país que mostraba, décadas atrás, los mejores niveles de equidad e igualdad. No es grato hacer campaña mostrando un horizonte de sacrificio, pero no es honesto mentir utopías. En política no hay magia: los países se recuperan cuando ordenan su economía, capitalizan sus recursos y el Estado se aplica a garantizar el cumplimiento de las leyes.
La inflación galopante es un síntoma de problemas estructurales que demandarán tiempo y esfuerzos. El 51,7% de la población recibe planes sociales de transferencias de ingresos o asistencia alimentaria. La pobreza llegó a un 40% y afecta a más del 50% de los menores de edad. Entre estos chicos, solo el 14% alcanza un nivel satisfactorio de conocimientos al concluir la secundaria. El desempleo real se encubre bajo el rótulo de "trabajadores de la economía popular" que se encolumnan en organizaciones donde el Estado ha "tercerizado" la asistencia, con planes que representan el 90% del presupuesto de Desarrollo Social y son administrados por dirigentes políticos.
La situación es difícil, pero no terminal. El país cuenta con recursos del agro, la minería, infraestructura productiva y perspectivas energéticas alentadoras. También, con un potencial intelectual orientado a la innovación tecnológica, al que las políticas arbitrarias y erráticas expulsan hacia el exterior.
Para encaminarse al desarrollo, los próximos períodos de gobierno deberán avanzar en reformas esenciales en materia laboral, tributaria y educativa que exigirán, inexorablemente, de acuerdos en el Congreso y con las entidades empresarias y gremiales.
En un momento crítico como el actual, en el que es imprescindible encontrar soluciones, ningún candidato puede darse el lujo de seguir aferrados a eslóganes del pasado. Todos, sin excepción, están obligados a ofrecer una visión orgánica y un plan con fundamentos muy sólidos.