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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Una transición política que recién se definirá desde diciembre

Luego de veinte años de kirchnerismo, comienza un nuevo ciclo. Las dos grandes coaliciones anticipan políticas pro mercado, mientras la realidad anticipa fragilidad política.
Miércoles, 12 de julio de 2023 01:31

Vivimos el ocaso del "kirchnerismo". Este diagnóstico exige una previsión semántica. El término "ocaso" no significa "muerte", sino "decadencia, declinación". No se trata entonces de proclamar el fin del "kirchnerismo" como corriente política, que seguramente sobrevivirá en nuevas condiciones. Lo cualitativamente importante es su desaparición como una alternativa de gobierno para la Argentina.

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Vivimos el ocaso del "kirchnerismo". Este diagnóstico exige una previsión semántica. El término "ocaso" no significa "muerte", sino "decadencia, declinación". No se trata entonces de proclamar el fin del "kirchnerismo" como corriente política, que seguramente sobrevivirá en nuevas condiciones. Lo cualitativamente importante es su desaparición como una alternativa de gobierno para la Argentina.

El símbolo de esa constatación es la candidatura de Sergio Massa. También resulta significativo que uno de sus frustrados competidores haya sido Daniel Scioli, un ejemplo de pragmatismo nacido a la política de la mano de Carlos Menem en la década del 90. Juan Manzur, otro fallido aspirante a la vicepresidencia, responde a esa misma especie. Wado de Pedro, candidato durante 36 horas, había sido nominado por ser el menos irritativo de los dirigentes de La Cámpora.

La Argentina asiste a algo mucho más importante que a un recambio de gobierno. Es un cambio de ciclo. Finaliza una etapa histórica de veinte años, inaugurada por Néstor Kirchner en 2003, en vísperas de cumplirse veinte años de la restauración de la democracia, cuando la política argentina estaba signada por la alternancia entre el peronismo y el radicalismo.

Veinte años después comienza un nuevo ciclo, cuyos contornos se empiezan a dibujar difusamente en el horizonte, aunque su perfil definitivo no se avizorará en las elecciones primarias del 13 de agosto ni en la primera vuelta electoral de octubre, ni tampoco en el previsible balotaje de noviembre, sino recién a partir de la asunción del próximo gobierno que, con una precaria base de sustentación política, afrontará una situación de emergencia económica y aguda conflictividad social.

El giro que en 36 horas provocó el retiro de la fórmula De Pedro - Manzur y encumbró al binomio configurado por Massa y Agustín Rossi mostró la descomposición del sistema de poder instaurado en 2019, cuyo vértice era Cristina Kirchner, hoy en declive, y su expresión institucional Alberto Fernández, erigido en una figura decorativa.

Esto explica que la vicepresidenta accediera a retirar la nominación de De Pedro y Fernández a sacrificar a Scioli, quien con solo amagar reveló la fragilidad del armado pergeñado por el "kirchnerismo". El contraste entre el tuit de Cristina Kirchner que en mayo de 2019 ungió la candidatura de Fernández y este desistimiento de la fórmula encabezada por De Pedro señala el retroceso padecido por la vicepresidenta en los últimos años.

Tanto los gobernadores peronistas como los intendentes del conurbano bonaerense y la propia CGT coincidieron en evaluar que esa contienda solo generaría más fracturas en el peronismo territorial y profundizaría la crisis del ex Frente de Todos. El resultado de estas presiones fue el ascenso de Massa, convertido en el candidato de la necesidad de una coalición en crisis y carente de una mejor alternativa.

El cambio modificó el escenario electoral. Hasta entonces Juntos por el Cambio estaba únicamente enfrascado en la pelea interna por su fórmula presidencial. Ahora esa preocupación es compartida con una prioridad más relevante: asegurarse un triunfo que se daba por descontado.

La gran paradoja

Lo de Massa es la admisión de Cristina Kirchner del fin del "kirchnerismo" como alternativa de gobierno. Porque para el "kirchnerismo" un triunfo de Massa representa el prólogo de una "patada histórica". Nadie en el peronismo imagina a Massa como una segunda edición de Fernández. Algo semejante sucede en el PRO con el liderazgo de Macri ante una posible victoria de Horacio Rodríguez Larreta e inclusive de Patricia Bullrich.

Pero la paradoja es que ese ocaso del "kirchnerismo" desata dos procesos interrelacionados: la crisis del "antikirchnerismo" como opción política, que impacta en Juntos por el Cambio, y la puesta en marcha de un proceso de reformulación del peronismo.

La crisis del "antikirchnerismo" quedó exhibida con la discusión en Juntos por el Cambio por las conversaciones entre Rodríguez Larreta y Juan Schiaretti. Porque lo fundamental de la controversia giró sobre la actitud ante el peronismo. Al respecto, esta vale una digresión anecdótica pero políticamente significativa. En un reportaje de Perón en la televisión francesa, en 1972, le preguntaron cómo visualizaba el mapa político argentino. Perón contestó: "Hay un 40% de radicales, un 40% de conservadores, un 10% de socialistas, un 10% de demócratas progresistas y un 1% de comunistas". Cuando el periodista le preguntó: "¿Y los peronistas?", Perón respondió: "íAh, peronistas son todos!"

Patricia Bullrich tiene una trayectoria de 25 años en el peronismo, iniciada en la década del 70 junto a Rodolfo Galimberti. Rodríguez Larreta se inició en la década del 90 como subsecretario en el Ministerio de Desarrollo Social con Palito Ortega. Diego Santilli y Cristian Ritondo fueron dirigentes del peronismo porteño. Miguel Angel Pichetto tiene una destacada trayectoria en el peronismo. Emilio Monzó, que funciona como armador de Bullrich en la provincia de Buenos Aires, fue ministro de Asuntos Agrarios de Scioli. Joaquín De la Torre, otro puntal de Bullrich en territorio bonaerense, fue intendente peronista de San Miguel y en 2013 cofundador del Frente Renovador junto a Massa. Como suele decirse en las solicitadas demasiado extensas, habría que agregar "y siguen las firmas".

Si focalizamos la mirada en las elecciones provinciales, más allá de Salta, donde el "kirchnerismo" es una expresión residual, cabe apreciar que en San Juan, donde ganó Juntos por el Cambio, el candidato fue Marcelo Orrego, fundador con Roberto Basualdo del Partido Producción y Trabajo, una escisión del Partido Justicialista.

En San Luis, donde triunfó la oposición, el gobernador electo fue Claudio Poggi, mandatario peronista de la provincia entre 2011 y 2015. En Tucumán, donde Juntos por el Cambio perdió, su candidato a vicegobernador fue Germán Alfaro, intendente de la capital, un dirigente peronista enfrentado con la conducción partidaria. En Santa Cruz, la coalición opositora lleva como candidato principal a Claudio Vidal, un dirigente peronista del gremio petrolero.

En otros términos: tres de los cuatro precandidatos presidenciales que encabezan las encuestas nacieron políticamente en el peronismo: Bullrich, Rodríguez Larreta y Massa, aunque este último militó antes en la juventud de la UCD. El cuarto, Javier Milei, no tiene antecedentes en el peronismo, pero es el único que reivindica al gobierno de Carlos Menem. Para corregir la humorada de Perón podría decirse si bien no todos los argentinos son peronistas, el peronismo está presente en todos los rincones de la política argentina.

El futuro gobierno

El futuro gobierno tendrá que tejer acuerdos entre los diferentes sectores internos de la heterogénea coalición triunfante, sea cual fuere, y con la oposición, con un Parlamento en que el oficialismo estará en minoría. Para ello, Juntos por el Cambio está forzado a definir en las elecciones primarias el contenido de su hipotético gobierno. El peronismo recién podrá afrontar ese desafío una vez conocido y asimilado el veredicto de las urnas. Pero la candidatura de Massa supone una anticipación del sesgo de la etapa del "poskirchnerismo". Será un peronismo "pro-mercado", que dejará atrás la visión "estado-céntrica" de la "era K". Esa reorientación del peronismo explica el cambio favorable de las expectativas de los actores económicos sobre las perspectivas de la Argentina.

Las elecciones son un suceso inscripto dentro de un proceso más vasto. Estamos en una fase de descomposición que precede a una reconfiguración del sistema de fuerzas políticas.

Como diría Antonio Gramsci, es el tránsito entre "lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer". Todo ocaso precede a un amanecer, pero ese nuevo día que empieza es siempre distinto al anterior.

 

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