¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
-1°
25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Francia dispara la alarma en Europa

Sabado, 15 de julio de 2023 03:21

Suele ocurrir que lo que pasa en Francia impacta luego en el mundo entero. En 1789 la Revolución Francesa desencadenó las guerras napoleónicas y creó las condiciones para la emancipación iberoamericana. En 1968 el "mayo francés" fue el inicio de una oleada de rebelión juvenil a escala global y generó un profundo cambio en las costumbres culturales cuyas consecuencias trascendieron la época. Hoy la escalada de violencia que sacude las principales ciudades francesas anticipa un fenómeno que en un futuro cercano podría reiterarse en otros países del Viejo Continente, con una proporción creciente de población de origen islámico.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Suele ocurrir que lo que pasa en Francia impacta luego en el mundo entero. En 1789 la Revolución Francesa desencadenó las guerras napoleónicas y creó las condiciones para la emancipación iberoamericana. En 1968 el "mayo francés" fue el inicio de una oleada de rebelión juvenil a escala global y generó un profundo cambio en las costumbres culturales cuyas consecuencias trascendieron la época. Hoy la escalada de violencia que sacude las principales ciudades francesas anticipa un fenómeno que en un futuro cercano podría reiterarse en otros países del Viejo Continente, con una proporción creciente de población de origen islámico.

En una Francia con 67,6 millones de habitantes, 19 millones son inmigrantes, hijos o nietos de inmigrantes. La inmensa mayoría es de origen africano y de religión islámica. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (Insee) y el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED), 6,77 millones de franceses son musulmanes, una cantidad equivalente al 10% de la población. Esa cifra convierte al islam en la segunda religión de Francia, después de la católica, que congrega al 29%.

Existe empero una diferencia cualitativa: la práctica religiosa es mucho más intensa en la población islámica que en la católica. Un ejemplo revelador de esa realidad es que el uso del velo entre las mujeres francesas musulmanas creció un 55% en los últimos diez años. Entre las musulmanas francesas de 18 a 49 años el 28% utiliza el velo en su vida cotidiana

Hay otro dato significativo: en 2020, y por primera vez en la historia, el número de musulmanes practicantes en Francia entre los 18 y los 59 años superó al de católicos practicantes. Un trabajo del Insee consigna que, en términos proporcionales a su número de creyentes, el catolicismo es la religión menos practicada, ya que también los judíos y los budistas tienen una mayor concurrencia a sus respectivos centros de culto.

Esa diferencia en la práctica religiosa arroja otra tendencia de largo plazo: las familias cristianas trasmiten menos la religión a sus hijos. El 91% de las personas criadas en familias musulmanas y el 84% de familias judías reivindican las creencias de sus padres, mientras que en las familias cristianas ese porcentaje desciende al 67%. Esto incide también en la tasa de natalidad: la población islámica crece sostenidamente más que el alicaído y descendente promedio nacional. En 2022 Francia tuvo el número de nacimientos más bajo desde 1946.

Otra contraposición relevante se observa en el terreno educativo. La mayoría de la población francesa confía plenamente en la escuela pública, cuyo laicismo a ultranza se cuida muy bien de incluir valores religiosos en la enseñanza. La comunidad islámica, en cambio, procura educar a sus hijos en escuelas religiosas, en algunos casos financiadas por Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo Pérsico.

Esta conjunción de factores acarrea una consecuencia cultural que con el tiempo adquiriere cada vez mayores implicancias políticas. El islamismo tiene en Francia una visibilidad que triplica en influencia a su número de creyentes. A la inversa, el catolicismo tiene una presencia en la vida pública francesa infinitamente inferior a la que indicaría su número de fieles.. Ese contraste alimenta la preocupación frente al "peligro islámico" agitado por una ultraderecha en ascenso, que enarbola como bandera de lucha el freno a la inmigración africana.

Esta polarización ha generado también una verdadera "guerra cultural". Michel Houellebecq, autor del "Sumisión", una novela de éxito publicada en 2015 cuya trama gira en torno a la asunción en Francia de un presidente musulmán, es la personalidad emblemática de una amplia corriente que preconiza abiertamente la necesidad de detener la islamización de la sociedad. Renaud Camus, otro escritor de renombre, popularizó la tesis de "La Gran Sustitución", una curiosa suerte de "indigenismo blanco" que alerta contra el progresivo reemplazo de la población francesa originaria por la inmigración islámica.

Un desafío sin respuesta

Francia es sociológicamente una expresión paradigmática del proceso histórico de constitución de los estados nacionales europeos, que tuvo como sustento originario una identidad étnica y religiosa (blanca y cristiana), que permaneció inalterable durante siglos. Esa característica, llevada hasta el paroxismo por la Alemania nazi, se vio enfrentada por el proceso de descolonización, que provocó grandes corrientes migratorias desde las antiguas colonias hacia sus viejas metrópolis.

Desde la década del 60 la inmigración africana en Francia, en especial originaria de Argelia, Marruecos y Túnez, empezó a sustituir a la inmigración italiana, española, portuguesa y polaca, prevaleciente hasta entonces. El inicio de esa nueva corriente fue protagonizado por los "harkis", denominación de los argelinos que lucharon junto a los franceses entre 1957 y 1962 en la guerra por la independencia de Argelia, que obtuvieron la condición de excombatientes franceses si residían en Francia. 42.500 "harkis" y sus familias encontraron refugio en Francia metropolitana, pero esa cantidad se multiplicó en los años subsiguientes. Desde entonces las dificultades económicas de los países africanos, unidas a las periódicas guerras civiles y más recientemente por el avance de ISIS, confluyeron en multiplicar un flujo migratorio que la sociedad francesa no estaba preparada para recibir. Los inmigrantes africanos fueron construyendo sus propios "ghettos" alrededor de París y las otras grandes ciudades, en particular Lyon y Marsella, que fueron el teatro de los disturbios de los últimos días.

Lejos de adaptarse a las pautas culturales de su país de acogida, como sucedió en Estados Unidos o la Argentina, las poblaciones de estos nuevos conurbanos afirmaron sus valores tradicionales. Esa tendencia se vio luego abruptamente reforzada a partir del "renacimiento islámico" registrado en el mundo árabe en la década del 80, que generó un orgulloso espíritu de pertenencia, hostil a las sociedades occidentales.

Esta renovada presencia político-cultural del islamismo acentuó el divorcio entre la minoría musulmana y el conjunto de la sociedad. Los "ghettos" se convirtieron en virtuales "territorios liberados", donde las fuerzas policiales preferían no ingresar, por lo que se transformaron también en un refugio para la delincuencia, en particular para las redes del narcotráfico. La ley islámica, con sus propios tribunales, sustituyó a la legislación y la Justicia francesa. Un estudio de la Fundación Jean Jaurés consigna que el 57% de los jóvenes musulmanes considera que la ley islámica está "por encima de las leyes del Estado". Como una extraña ironía de la historia, las antiguas colonias pasaron a ocupar territorios de sus metrópolis.

Este proceso tiene expresiones más radicalizadas y más peligrosas. La opinión púbica todavía recuerda el trágico atentado terrorista contra el semanario humorístico "Charlie Hebdo", que en 2015 provocó la muerte de una docena de periodistas en represalia por la publicación en la portada de la revista de una caricatura satírica del profeta Mahoma. En los últimos tiempos, ganó notoriedad el "Movimiento Indígenas por la República", que reivindica la autonomía de la comunidad islámica francesa.

La Asamblea Nacional aprobó la "ley antiseparatista", que establece un mayor control sobre la actividad de las mezquitas y las escuelas religiosas. Con semejantes antecedentes nadie puede considerar que el reciente estallido de violencia sea un rayo caído en medio de una noche estrellada. Como sucedía en los prolegómenos de la Revolución Francesa y con el "mayo francés", la tormenta podía divisarse en el horizonte. Lo que entonces, como ahora, fue imposible de precisar es el factor detonante, casi siempre un hecho fortuito.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD