¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Miente, miente, que algo quedará

Lunes, 17 de julio de 2023 02:34
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La rivalidad reglada como competencia fue uno de los grandes inventos de los griegos. Causa impulsora de grandes ideas y transformaciones que moldearon occidente, especialmente la democracia, como sistema de gobierno basado en la rivalidad de opiniones, de contendientes, de miradas sobre el destino de la sociedad.

La trampa es más vieja. Eso de engañar al otro es tal vez la causa principal del origen del derecho concebido como un sistema de reglas para evitar las ventajas mal habidas, eso que técnicamente se llama mala fe.

La democracia argentina es imperfecta por un sinnúmero de razones. Como cualquiera, es un proceso en permanente construcción, una aventura en libertad llena de acechanzas. Pero en nuestro caso las mayores no se dan en el ámbito de la convivencia institucional, en esa tensión entre mayorías y minorías, sino en la contienda electoral propiamente.

Está mal, pero a esta altura ya casi no llama la atención que en las campañas electorales se diga cualquier cosa, que se mienta con desparpajo, para luego hacer en el gobierno cualquier otra cosa. El ejemplo más cercano es el giro de más de 180 grados (si se puede superar la física) de un ex presidente que saltó del nacionalismo más cerril a un liberalismo mal entendido.

Pero desde hace unos años, esa suerte de mentira piadosa, socialmente aceptada, ha ido mutando en algo mucho más peligroso. Visto como un proceso decadente, empezó allá a principios de este siglo, cuando algunos truhanes instalaron la falsa noticia de que un candidato honorable tenía cuentas bancarias no declaradas. La justicia se ocupó de aclarar el asunto años más tarde, pero la picardía ya se había completado, con el consiguiente daño electoral.

Misma astucia se utilizó para plantar falsos testigos en un juicio contra un ex presidente honorable, un tal Pontaquarto, que tras tantas idas y vueltas en sus dichos terminó en algo peor que el perjuro: el paso a la historia como un mentiroso vil, que arruinó muchas vidas de bien en el camino.

Hace unos días empezamos a vivir como sociedad la evolución (o involución, depende el ángulo) del proceso. Ahora ya no se trata de invento artero desde una mentira que salta a los medios (Fake News) sino de un ardid más gravemente orquestado: instituciones estatales puestas al servicio de estratagemas electorales de un gobierno.

Nunca se vio algo igual, no hay antecedentes. Un funcionario de tercer grado, titular de un registro de sociedades, bajo el comando de un ministro de justicia, no tuvo mejor idea que pedir a su superior la intervención de la fundación de una candidata presidencial, con la excusa de hechos ocurridos en el año 2022. Esa manía de querer igualar para abajo se hace ahora desde el gobierno, a plena luz.

Con un ministro candidato que no renuncia y se vale de todos, absolutamente todos, los recursos del Estado para su campaña electoral, estamos muy lejos de una competencia electoral sana y limpia.

Esperemos que termine acá y no sea el perfeccionamiento de una metodología tan peligrosa para la democracia

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD