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Entre el 3 y el 6 de julio se quebró tres veces el récord de temperatura global. Tres récords en una misma semana. Olas de calor agobiantes en Europa, Asia y América y un invierno suave en el hemisferio sur; contribuyeron a estos registros históricos. Los científicos prevén que se podrían alcanzar marca mayores a medida que el verano en el hemisferio norte alcance todo su potencial. Los datos que se obtienen de "Copérnico", el programa de seguimiento climático de Estados Unidos, muestran que el mes de junio fue el más cálido de la historia, con una temperatura sostenida de 1,5°C por encima de los niveles pre-industriales. Esto, que sucede de manera esporádica desde 2015, ahora muestra una mayor frecuencia y configura una tendencia.
Lo notable de estos récords, es que se obtienen hacia el final de una inusualmente larga "La Niña", fenómeno natural en el que predomina el enfriamiento de la masa oceánica del Pacífico. Según indica la Administración Nacional Americana Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en ingles), recién ahora acaba de iniciar el ciclo de "El Niño", ciclo que entraña el calentamiento de estas mismas masas de agua. Este ciclo que comienza será el primer "El Niño" en siete años, por lo que los récords alcanzados en junio y julio no pueden ser atribuidos a este fenómeno. Esto lleva a pensar que, hacia el final del "El Niño", se podrían alcanzar registros de temperatura global preocupantes.
El umbral de 1,5°C es una cifra icónica. En el Acuerdo de París de las Naciones Unidas de 2015, los líderes mundiales se comprometieron a limitar las emisiones de CO2 de manera tal de mantener las temperaturas globales "bien por debajo" de 2°C respecto a los niveles pre-industriales; estableciendo un "límite preferente" de 1,5°C para el fin de este siglo. Los países firmantes se comprometieron a "hacer los esfuerzos necesarios" para no superar este umbral, el que se considerará sobrepasado cuando la temperatura global sea superior a 1,5°C de manera consistente, respecto a los niveles del siglo XVIII. En 2018, un informe especial del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change; un organismo de la Naciones Unidas) estimó que el mundo alcanzaría el umbral de los 1,5°C en algún momento entre 2030 y 2052. En 2021, recalculó esta fecha para algún momento a principios de la década de 2030. Según un informe reciente de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado el 17 de mayo, existe un 66% de posibilidades de que la temperatura media mundial supere este umbral en algún momento de los próximos cinco años. "El plazo se acerca cada vez más", advierte el geógrafo William Solecki, autor del informe especial del IPCC. La verdad es que este "límite preferente" ya suena obsoleto.
Solapando catástrofes
Un estudio reciente predice que habrá al menos entre 44 y 216 millones de personas en África, Asia, Europa del Este, América Latina e islas del Pacífico que deberán migrar de manera forzada, tanto a otros países como dentro de su propio territorio, sólo por cuestiones climáticas. Por ejemplo, casi toda la población de Nigeria vive en el sur del país, dado que el norte - que cubre casi el 80% de su territorio -, es desierto. El cambio climático debido al calentamiento global ha cambiado en forma dramática los patrones de lluvia del país. Entre 2010 y 2022, el oeste se ha vuelto más seco lloviendo un 70% menos que el promedio de los últimos 30 años, al tiempo que el este se ha vuelto mucho más húmedo. Como la población nigeriana en su gran mayoría no puede migrar a Europa, la migración se está verificando hacia el sur y hacia el este, previendo que, para 2050, migrará entre el 11% y el 13% de la población proyectada; más que en ningún otro país africano.
En Bangladesh, la población se encuentra bastante dispersa en todo el país, aun cuando su capital, Dhaka, concentra 22 millones de personas. Desde hace dos décadas que el noreste del país sufre violentas y repentinas inundaciones por lo que se prevé que, para 2050, entre 6.8 y 19.9 millones de personas, migren hacia el sur. Abandonando las plantaciones de arroz del noreste y de las cercanías del delta cerca del cual se asienta Dhaka, migrarán hacia el oeste; hacia el nacimiento del río Ganges. Esto, a su vez, podría agudizar los conflictos ancestrales con India.
En Egipto, la gran mayoría de la población vive a lo largo de la costa del Mediterráneo, en su mayoría, en la desembocadura del río Nilo. Para 2050, el aumento del nivel del mar provocará inundaciones en la costa norte, en especial cerca de Alejandría; esperándose una fuerte migración hacia el sur; en especial hacia El Cairo.
Los enormes desafíos que impondrán estas migraciones forzadas son apenas un subconjunto de los desafíos que se avecinan como producto del cambio climático en sí mismo. Será requerida toda una nueva infraestructura, desde viviendas hasta transporte, o desde generación de energía eléctrica hasta nuevas redes logísticas en lugares impensados. Las ciudades deberán ser capaces de albergar a más gente así como contar con infraestructura mejorada de agua potable, residuales, de educación y de salud; entre muchos otros servicios públicos.
En agosto de 2022 más de 600 incendios forestales arrasaron California. Al mismo tiempo, dos ciclones tropicales golpearon la Costa del Golfo con apenas días de diferencia. A medida que las temperaturas globales sigan aumentando, estos eventos, antes separados en tiempo y en espacio, van a comenzar a solaparse. Los expertos prevén que, entre otras posibilidades, vamos a sufrir frecuentes e intensas olas de calor seguidas de intensas tormentas tropicales. Las olas de calor frecuentes provocarán problemas de resiliencia en la población. No es lo mismo enfrentar el primer día de una ola de calor particularmente intensa que el cuarto el quinto; o el décimo. Mucho menos si colapsara la red de energía eléctrica o si fallara la provisión de agua potable.
La devastación provocada por el huracán Katrina hizo que Estados Unidos movilizara recursos federales para asistir a la población y, durante casi toda la década siguiente, desarrolló toda una compleja red de subsidios y de ayuda financiera. Si estos eventos comenzaran a ser frecuentes, y asolaran a varias poblaciones al mismo tiempo, ¿alcanzará la infraestructura existente, los recursos físicos, económicos y/o financieros para asistir a todas las poblaciones afectadas al mismo tiempo? Por si solos, estos eventos podrían devastar áreas enteras pero, combinados, podrían afectar el funcionamiento de todo un país.
Reacciones en cadena
El cambio climático es complejo tanto por la cantidad de variables que involucra como por sus interacciones. Por ejemplo, el derretimiento de los cascos polares altera el albedo del planeta -la capacidad de reflejar la radiación solar-. Así, el derretimiento resulta en una mayor energía recibida que ayuda a aumentar más la temperatura global y que acelera el derretimiento.
Otra interacción. Casi un tercio del dióxido de carbono emitido es absorbido por las plantas mediante el conocido proceso de fotosíntesis. Otro tercio es absorbido por el hielo de los cascos polares y de los glaciares; los mismos que se están derritiendo. Así, el hielo, no sólo no absorbe su cuota de CO2 sino que, además, libera el dióxido fijado a él de épocas anteriores. El último tercio es absorbido por los océanos en sus capas superiores; lo que lo "acidifica" bajando su pH. Esto resulta en una menor cantidad de oxígeno en los océanos -a un ritmo sin precedente- y modifica el ecosistema marítimo completo, provocando cambios en los patrones de lluvias, corrientes marinas y vientos en los continentes.
Todo esto puede generar miedos profundos y resultar paralizante pero, dentro de tan sólo 50 años, la geografía de los países y sus patrones climáticos podrían verse tan alterados que, la sola idea de no comenzar a pensar el problema ahora resulta una actitud suicida.
Crecimiento y emisiones
Investigadores del FMI demostraron, a través de la recolección de datos relativos a crecimiento y emisiones de 72 países en desarrollo desde 1990 a la fecha, que existe una poderosa correlación positiva entre crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero (GEI): un 1% de crecimiento de PBI, produce un 0,7% de aumento de estas emisiones. La razón es simple. El crecimiento necesita energía y, hoy, la energía depende de los combustibles fósiles. La transición energética es lenta, cara e implica postergar necesidades acuciantes.
"The Grantham Institute", una organización dependiente de la London School of Economics, estima que los países pobres necesitarán -en su conjunto- cerca de 3 billones de dólares por año para convertir a sus economías en "economías verdes" y para proteger a sus países de los efectos del cambio climático. Asimismo, estos mismos países, necesitan cerca otros 3 billones de dólares por año en sistemas de salud, educación y sistemas de combate contra la pobreza. Incluso admiten que esta estimación podría estar subestimada por los efectos de la pandemia en todos estos país, en especial, en tema de salud, educación y empleo.
El dilema es clarísimo. ¿Cuál es el uso más racional del escaso dinero disponible? ¿Aliviar la pobreza hoy creciendo con combustibles fósiles lo más rápido posible e hipotecando por completo el futuro; o comenzar una transición energética hoy, sin garantías de poder morigerar del todo los efectos de los cambios por venir? La decisión no es fácil. El filósofo alemán Peter Sloterdijk dice que, "desde siempre, lo peor es la alternativa a lo grave". Quizás sea hora de pensar qué legado queremos dejar a nuestros hijos y nietos; y a sus hijos y nietos.