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Una pesadilla para Europa: ¿Rusia fuera de control?

Jueves, 06 de julio de 2023 02:37

Winston Churchill tenía razón: "Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". La fracasada rebelión encabezada por Yevgeny Prigozhin, fundador del Grupo Wagner, abrió un amplio abanico de suposiciones que exceden de lejos el desarrollo de la guerra de Ucrania y generaron un clima de incertidumbre internacional. En veinticuatro horas, Occidente comprobó que hay un peligro aún mayor que Vladimir Putin: un estado de anarquía en Rusia que pueda poner en manos equivocadas, desde grupos terroristas hasta cárteles del narcotráfico, el control de todo o parte del arsenal atómico más grande del mundo.

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Winston Churchill tenía razón: "Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". La fracasada rebelión encabezada por Yevgeny Prigozhin, fundador del Grupo Wagner, abrió un amplio abanico de suposiciones que exceden de lejos el desarrollo de la guerra de Ucrania y generaron un clima de incertidumbre internacional. En veinticuatro horas, Occidente comprobó que hay un peligro aún mayor que Vladimir Putin: un estado de anarquía en Rusia que pueda poner en manos equivocadas, desde grupos terroristas hasta cárteles del narcotráfico, el control de todo o parte del arsenal atómico más grande del mundo.

La noticia de que los mercenarios de Wagner quedarán estacionados en la vecina Bielorrusia disparó la alarma en los países del este de la OTAN. En una sorpresiva visita a Kiev para entrevistarse con el primer mandatario ucraniano Volodimir Zelenski, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, sostuvo que "nos resulta difícil excluir que la presencia del grupo Wagner en Bielorrusia represente una amenaza potencial para Polonia, fronteriza con Bielorrusia, para Lituania y potencialmente para Estonia". Los titulares de los parlamentos de Lituania, Letonia y Estonia, los tres estados bálticos anexados por la Unión Soviética en 1940 y emancipados tras su disolución en 1991, solicitaron que el Grupo Wagner sea incluido en la nómina de organizaciones terroristas de la Unión Europea.

Un Putin inédito

La sensación de incertidumbre surgió del hecho inédito de que, en lugar de aplastar la sublevación, Putin aceptara la mediación del presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, quien ofreció alojar en su territorio a los efectivos sublevados, mientras las autoridades rusas archivaban las denuncias judiciales contra los responsables del amotinamiento. Llamó poderosamente la atención el abierto contraste entre esa lenidad con los rebeldes y las severas penas con que en Rusia suelen sancionarse los más mínimos actos de desobediencia civil.

La imagen de personalidad implacable prolijamente cultivada por Putin y la tradición rusa sobre la fortaleza del poder hicieron que ese acuerdo fuera interpretado como un gesto de debilidad, no atribuible tanto a la capacidad militar de Prigozhin y los suyos, a todas luces insuficiente para lograr sus objetivos, sino a la desconfianza en la lealtad de los mandos de su propio Ejército, sumido en un estado deliberativo por los módicos resultados de la "operación especial" en Ucrania.

Tatiana Stanovaya, cofundadora de R. Politik, una firma consultora rusa con sede en París, explica que "para la elite es una situación complicada. Porque desde el punto de vista de la imagen, Putin se ve débil y parece alguien que asistió y se vio obligado a ceder. Pero desde un punto de vista subjetivo, para sí mismo, Putin salió exitosamente de la situación porque la alternativa era una guerra a las puertas en Moscú, que hubiera sido cruentamente peor". Precisamente la justificación de la negociación fue que la situación hubiera podido derivar en una guerra civil, una evocación que retrotrae la mirada hacia los sangrientos enfrentamientos registrados tras la revolución bolchevique, con la participación de tropas extranjeras, que se prolongaron entre 1917 y 1923.

Lukashenko, quien lleva ya 29 años al frente de su país y fue hasta ahora un aliado incondicional de Moscú, puntualizó que "si Rusia colapsa, todos moriremos". Advirtió que "lo peor de todo esto es que si hay una crisis Occidente instantáneamente se podrá aprovechar de ello". Reconoció que "la situación se nos fue de las manos, luego pensamos que se arreglaría, pero no se arregló". Pero añadió una observación altamente sugestiva: "Nadie es un héroe: ni Putin ni Prigozhin".

Un porvenir incierto

La ruptura entre Putin y Prigozhin implica una seria fisura en la cúpula del Kremlin. El jefe del Grupo Wagner pertenecía al círculo más íntimo del mandatario ruso. Ambos se conocieron en la década del 90, cuando Putin era alcalde de San Petersburgo y Prigozhin un incipiente empresario del mercado negro que con la ayuda gubernamental se transformó en dueño de un gigantesco imperio gastronómico, por lo que en las esferas políticas moscovitas era catalogado como el "chef de Putin".

Esa relación de confianza fue el origen del nacimiento de Wagner, una empresa supuestamente privada que recluta mercenarios para combatir por orden y cuenta de Rusia. Sus efectivos cumplen misiones especiales en numerosos países africanos, sea brindando servicios de protección en los yacimientos petrolíferos o minerales de propiedad de empresas rusas o como instructores de las fuerzas de seguridad locales de gobiernos amigos de Moscú o milicias de apoyo a facciones enfrentadas en una guerra civil, como Libia o Sudán.

La invasión a Ucrania constituyó un punto de inflexión en el desarrollo de la organización. Los mercenarios asumieron un rol protagónico en la escalada bélica. Cuando la prolongación del conflicto provocó problemas para el recambio de efectivos, Prigozhin obtuvo autorización para reclutar presos comunes, que eran sacados de las cárceles con el compromiso de ser indultados luego de un período de servicio.

Esta innovación modificó cualitativamente la composición de la fuerza. A combatientes originarios, formados profesionalmente y con acreditada experiencia bélica, se sumaron miles de delincuentes comunes carentes del espíritu de disciplina y organización propio de los efectivos regulares. De allí las acusaciones en su contra por crímenes de guerra y violación de los derechos humanos en los territorios ocupados por los milicianos.

Pero el conflicto que desembocó en la sublevación surgió del hecho de que los combatientes de Wagner pretendían actuar con autonomía del mando militar ruso. Esas desinteligencias se agravaron con las protestas de los mercenarios por la supuesta desigualdad en el aprovisionamiento de material bélico en beneficio de las tropas regulares. A esto se sumó una abierta competencia publicitaria en la que ambas partes exaltaban sus éxitos en el campo de batalla y culpaban a sus rivales de los fracasos. El Ministerio de Defensa exigió la total subordinación de los mercenarios y Prigozhin respondió con una rebelión que pretendía nada menos que la sustitución de la cúpula militar de un país en guerra.

Puesto entre la espada y la pared, Putin se vio obligado a laudar a favor de la conducción del Ejército y en contra de su antiguo amigo y aliado. Pero en vez de encarcelarlo le ofreció un exilio dorado en Bielorrusia. Nadie conoce los planes de Prigozhin, aunque sus enemigos sospechan que el multimillonario, cuyo prestigio en la opinión público rusa aumentó sensiblemente en los últimos meses, piensa postularse como un candidato ultranacionalista en las elecciones presidenciales previstas para marzo de 2024. Con una imagen pública debilitada, Putin está impelido a llegar a esas elecciones sin la hipoteca ucraniana.

En tiempos de la Unión Soviética, la "kremlinología" se convirtió en una especialización altamente requerida en los medios académicos, políticos y periodísticos de los países occidentales. Centenares de expertos buscaban formas de hurgar en los secretos del Politburó. El análisis de la ubicación en el palco de los máximos dirigentes del Partido Comunista en las fotos de las celebraciones oficiales era uno de los métodos más usados para tratar de develar lo que sucedía detrás de los muros del Kremlin. Hoy vuelven a resultar necesarios politólogos de esas características para descifrar aquel enigma al que se refería Churchill.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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