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Alejandro escribió su propia historia y hoy es arquitecto

El joven güemense enfrentó grandes desafíos en Buenos Aires con la firme decisión de cumplir su sueño y volver con el título a la casa de su madre.
Domingo, 13 de agosto de 2023 02:01
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Alejandro Monteros es el protagonista de una historia de constancia y superación, en la que decidió ser él mismo quien forje su destino, a pesar de las dificultades que pudieran presentarse.

Y, tras siete años de cursar la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de San Martín, el pasado martes 9 de agosto coronó todo un enorme esfuerzo como estudiante, con un título de Arquitecto, y una defensa de tesis aprobada por un tribunal de docentes que lo felicitaron por la elaboración del proyecto final de su carrera.

Alejandro nació en el seno de una familia numerosa, sostenida solo por el esfuerzo del trabajo de su madre, doña Emiliana Montero, quien hoy cuenta con 66 años y quedó viuda al cuidado de 8 hijos.

Conocedor de las pocas posibilidades que su madre tenía de brindarle la oportunidad de continuar una carrera universitaria, al egreso del nivel secundario tomó la decisión de aventurarse a la ciudad de Buenos Aires: "A pesar del temor de mi madre me subí a un colectivo con destino a una ciudad totalmente desconocida para mí; solo llevaba conmigo 700 pesos", comentó Alejandro Monteros en diálogo con El Tribuno.

En la ciudad capital tenía un hermano que se dedicaba a la venta de frutas y él le consiguió un albergue, pero después regresó a Güemes, dejándolo solo en la gran ciudad. "Mi hermano no quiso quedarse más, pero me dejó instalado", recuerda Alejandro y cuenta que "al día siguiente comencé a presentar curriculum vitae en distintas empresas; yo tenía el título de técnico mecánico que me otorgó la Escuela de Educación Técnica Juana Azurduy, donde cursé el secundario".

Casi en forma inmediata comenzó a recibir llamados para entrevistas de trabajo, pudiendo ingresar en una de ellas: "Quise comenzar a estudiar Arquitectura, que era mi sueño, pero los horarios de clases no estaban a acordes con mi trabajo. Lamentablemente necesitaba el dinero y, por esa razón, pensé en algo alternativo y me inscribí en una carrera corta, como la de técnico radiólogo".

Luego de dos años de estudio, y con ese segundo título en mano, pudo conseguir nuevos trabajos con otros horarios. En una de sus tantas búsquedas, descubrió la Universidad Nacional de San Martín, a la cual se inscribió de inmediato, los horarios de clases en la carrera de Arquitectura le daban la posibilidad de continuar trabajando: "Elegí esta universidad porque tiene la mirada de poder pensar en el otro, en lo social, en las comunidades, con horarios flexibles para personas como yo que no contaban con un tiempo completo para dedicarle al estudio".

Fueron años de desvelos, carencias y muchos sinsabores, pero con un objetivo muy claro: alcanzar un título universitario, por él, pero principalmente por su madre. "La vi trabajar tanto a mamá que me propuse darle una vida mejor, sé lo que sufrió cuando me fui, al igual que mis otros hermanos cuando tuvieron que emigrar en busca de un trabajo, todo ese sufrimiento se lo quise pagar con este título", declaró el flamante arquitecto, quien encarna el claro ejemplo de que sí se puede, que los sueños se pueden transforman venciendo los obstáculos por delante, por difíciles que sean.

Cuando Alejandro salió del recinto donde fue evaluado su último trabajo, ya convertido en arquitecto, toda su familia de Salta lo estaba esperando. Fue uno de los momentos más emotivos de su vida: "No podía parar de llorar, ver a mi madre, que tanto sacrificio hizo por nosotros, sentirse orgullosa de mí, me quebró por completo, porque todo lo que hoy tengo se lo debo a ella, por lo tanto este título también es suyo", manifestó con la voz entrecortada el arquitecto Monteros.

La superación en la sangre

Doña Emilia, mamá de Alejandro, tuvo una vida muy sufrida. De muy chica quedó huérfana de padre y madre, fue recogida por una familia que la trajo de la localidad de Cobos, lugar donde vivía, hasta la ciudad de Güemes. Allí la hicieron trabajar en la casa, realizando tareas domésticas y cuidando a cinco hijos de la familia. "Fuimos amigas desde muy chica, ella sufrió mucho, era prácticamente explotada, la vi llorar tantas veces, hasta de grande", manifestó Antonia Rojas, su amiga de la infancia.

Emilia quedó embarazada de uno de los chicos que atendía; la abuela de la beba se la quitó y la regaló a una familia de Orán, hizo eso porque consideraba que ella no tenía el tiempo de mantener a una hija, porque debía dedicarse a las tareas domésticas de la casa donde era maltratada.

Con el tiempo, conoció a una persona con quien formó familia, pero lamentablemente falleció y quedó sola a cargo de sus ocho hijos.

El fruto del esfuerzo y el ejemplo

Sin hogar estable, consiguió un terreno en el barrio Santa Teresita, donde construyó con la ayuda de otras familias una piecita.

En ese lugar vivían, un poco amontonados, ella y todos sus hijos: "Mi mamá se levantaba todos los días a las 4 de la mañana para ir a trabajar al campo, después regresaba y seguía trabajando en casas de familias, sus manos resquebrajadas y su cara de cansada me dieron fuerzas para seguir mis estudios, hoy solo quiero que ella descanse, voy a hacerle de a poco una casa como se merece", expresó el arquitecto Monteros.

Doña Emilia tuvo excelentes hijos, que fueron criados con el ejemplo, todos ellos cuando pudieron trabajar, la fueron ayudando para salir de la pobreza.

Hoy le están tramitando una jubilación, pero ella no quiere saber nada con quedarse en la casa: "Estoy feliz por mi hijo, él pudo cumplir con su sueño, estoy segura que será un buen profesional, yo no podía ayudarlo en Buenos Aires, él se las arregló solito, me siento orgullosa que hoy sea arquitecto", declaró doña Emilia, entre lágrimas de emoción.

 

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