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A los 51 años, Sergio Tomás Massa tiene en este 2023 la oportunidad de ser Presidente de los argentinos, su máximo deseo y anhelo político. Esperó toda su vida para este momento, y llega en condiciones que antes se le venían negando por distintas razones: es el elegido por Cristina Kirchner, la dueña de la mayoría de los votos de Unión por la Patria, y tiene el acompañamiento de todo el peronismo institucional, desde la CGT y los gremios, pasando por los gobernadores e intendentes, y hasta buena parte de la militancia kirchnerista y de los movimientos sociales que todavía -aún hoy- lo recela por su pasado.
¿Qué fue lo que cambió para pasar de ser "un traidor" a la causa a ser el encumbrado presidencial de un marco de alianzas tan amplio? Muchas cosas. Para empezar, en 2019 y después de seis años de una aventura política personal que no dio los frutos esperados, el líder del Frente Renovador volvió al redil peronista para apoyar la candidatura presidencial de Alberto Fernández, con Cristina Kirchner como vice en la nonata alianza del Frente de Todos.
Fue un eficiente titular de la Cámara de Diputados -donde cuidó celosamente su relación con el kirchnerismo- hasta que hace exactamente un año, con la economía desbocada y los mercados fuera de órbita a raíz de la intempestiva renuncia de Martín Guzmán como ministro de Economía, le tocó agarrar "la papa caliente" -al decir de Cristina Kirchner- y tranquilizar una área que estaba al borde de una crisis terminal.
Se programó aquel rumbo en su GPS político, y prometió una serie de metas a plazos determinados, en una suerte de prueba de fuego para su objetivo de ser el candidato del peronismo. El primer compromiso era bajar la inflación. Prometió llegar a abril de este año con 3 puntos porcentuales. Falló y por mucho. En el año en que transcurrió su gestión al frente de Economía se crearon 2 millones de nuevos pobres, la devaluación oficial fue del 110% y la inflación interanual se ubica en el 117%.
Pese a que una gestión con esos indicadores contraindicaba la opción de elegir como candidato al ministro de Economía, con el paso del tiempo quedó al desnudo la escasez de cuadros políticos con alto perfil y grado de conocimiento en el Frente de Todos.
Como credencial, Massa tiene en su haber una cartera de contactos envidiable que le permite moverse con liviandad por la Embajada de Estados Unidos, por foros empresariales, salones elegantes de la alta sociedad, y "meetings" con banqueros y representantes de fondos de inversión. La habilidad para los contactos personales, inclusive para estrechar lazos de suma confianza con aquellos con los que estaba distanciado y que en un primer vistazo no comparten casi nada en el plano ideológico, lo conjuga con aptitudes que le permiten llegar a los sectores populares, con mayor énfasis en las clases medias.
El pragmatismo, la plasticidad y la cintura a la hora de tomar decisiones -combinando ortodoxia y heterodoxia económica según las circunstancias- son otras de las características salientes del "superministro", quien en este momento de madurez política se jacta de ser un avezado conocedor de cada palanca y botonera de la gestión del Estado.