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Franz Kafka y la lluvia de piedras

Jueves, 17 de agosto de 2023 02:18
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En 1917 Franz Kafka escribía este hermoso relato: "Érase una vez una comunidad de canallas, o mejor dicho, no eran canallas, sino gente corriente, del montón. Siempre hacían causa común. Por ejemplo, cuando uno de ellos cometía alguna canallada, o mejor dicho, en realidad ninguna canallada, sino algo corriente, de lo más normal, y lo confesaba ante la comunidad, los otros estudiaban el caso, lo juzgaban, imponían sanciones, lo perdonaban. No había mala intención, así se preservaban estrictamente los intereses del individuo y de la comunidad; simplemente, al que confesaba se le administraba el color complementario al color básico que había mostrado. Así siempre hacían causa común, y ni siquiera después de muertos renunciaron a la comunidad, y subieron al cielo formando un corro. En conjunto, volando de aquel modo, producían una impresión de prístina inocencia infantil. Pero como antes de llegar al cielo todo se descompone en sus elementos, se precipitaron, convertidos en bloques de piedra".

¿Seremos, acaso, esta comunidad de canallas descripta por Kafka? Como dijo él, no de canallas sino de gente común que hace canalladas. O cosas que, al final, como normalizamos sin cesar dejan de ser canalladas para convertirse en cosas "normales". ¿Nos importaba, acaso, el 50% de pobreza? ¿O el 67% de pobreza infantil? ¿Nos importaba que dos de cada tres chicos no se alimentaran; que no estudiaran bien; que no vivieran en una casa digna o que sus padres no tuvieran trabajo y vivieran del asistencialismo? ¿Nos importaba, acaso, que no tuvieran clases o que no aprendieran a leer o a escribir; que no supieran sumar o restar; que no tuvieran expectativa o futuro alguno?

¿Nos importaba, en serio, que pudieran matar "a otro" por un celular, por una mochila, por un auto o por unos billetes que no valen ni siquiera el peso del papel en el que están impresos? ¿Nos importaba que no hubiera un solo plan viable para salir de este infierno? Porque no nos confundamos; lo que se votó en las PASO el domingo no es un plan para salir de este infierno sino que es solo el seguir cavando, todavía más rápido y profundo, en el pozo en el que nos venimos hundiendo hace cientos de años. No se puede esperar eliminar "la casta" mostrándose tan desesperado por ser parte de esa casta a la que tanto clama odiar; pero de la que cada vez es más parte. Quizás Milei no lo sepa todavía, pero las revoluciones mueren en el instante fatal en el que triunfan.

Pero los que no son canallas ni hacen canalladas sino "cosas normales de gente normal" a los gritos, pullas, bravuconadas e insultos; o aquellos que la juegan de moderados; nos prometen que no es así, que ellos son el punto de inflexión; que ellos nos sacarán del laberinto. Claro que sin explicar jamás cómo; ni a qué costo; ni con cuánto tiempo de sacrificios; ni diciendo a quiénes irán a afectar.

esos esfuerzos e inmolaciones, porque todos saben -y todos sabemos- que los canallas que hacen canalladas nunca irán a sufrir. "Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas" dice "El arriero va" del gran Atahualpa Yupanqui. ¿Podemos ser tan canallas; o mejor, dicho, tan canallescamente normales? ¿Podemos ser, acaso, tan condenadamente irracionales?

Dios no quiera que ocurra un cataclismo y que -todos- subamos en fila al cielo.

Todos, todos los que nos trajeron hasta acá. Los políticos abyectos y vacíos de ideas y de ideales, tanto los de "buenos modales como los de los malos modales", junto con ese demente fascistoide que está más para una internación permanente en una institución psiquiátrica que para ser presidente de la República; los gobernadores rentistas; los sindicalistas abyectos que atrasan buscando quedarse al margen de la modernidad mientras dejan desprotegidos a todos aquellos a quienes declaman defender a los gritos huecos y vacíos; los empresarios amorales y prebendarios que financian a todos los anteriores para poder seguir cazando con perdigones en un zoológico chiquito y bien cerrado; los jueces que lloran y gritan y claman y se desgarran las vestiduras por una justicia independiente pero que manejan "los tiempos de la justicia" con una dependencia y una perversión sin igual; los policías que liberan zonas, trafican con drogas, armas y vidas por acción o por omisión; o todos aquellos que roban, matan o dañan a otro; todos los que condicionan el que -todo el resto- podamos llevar una vida normal.

Y nosotros también. No nos dejemos afuera; la culpa es, sobre todo, nuestra. De esta sociedad anestesiada, adormecida, silente, volátil y acomodaticia que somos y que permite -impávida- que todo le pase al otro; a todos los otros "otros"; a "cualquier otro mientras no me pase a mí; no a nosotros".

Todos nosotros. La no - comunidad no - canalla que somos de ordinario y que avala, día a día, cada canallada. Vamos a ir todos juntos, nosotros y ellos con la misma culpa, subiendo en foila al cielo tras el primer cataclismo y, como bien dice Kafka, antes de llegar al cielo nos vamos a descomponer en nuestros colores opacos y mustios y en nuestros elementos tan básicos.

Ojalá que no quede nadie debajo, justo antes de que una lluvia de piedras sin igual golpee lo poco que haya quedado debajo, con la fuerza de otro cataclismo indescriptible, allí mismo donde antes existía esta triste comunidad de canallas que somos y que parece que nunca podemos dejar de ser.

 

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