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Colombia: Gustavo Petro, contra las cuerdas

Viernes, 18 de agosto de 2023 02:23

Ni la maravillosa creatividad de Gabriel García Márquez, aquel célebre escritor colombiano maestro también de una generación de periodistas latinoamericanos, podría haber imaginado una trama más apropiada para una de sus novelas que los escándalos que envuelven hoy al presidente de su país, Gustavo Petro, quien a solo doce meses de su asunción se ve acorralado por acusaciones de corrupción que amenazan desencadenar una crisis institucional cuyas consecuencias resultan imprevisibles.

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Ni la maravillosa creatividad de Gabriel García Márquez, aquel célebre escritor colombiano maestro también de una generación de periodistas latinoamericanos, podría haber imaginado una trama más apropiada para una de sus novelas que los escándalos que envuelven hoy al presidente de su país, Gustavo Petro, quien a solo doce meses de su asunción se ve acorralado por acusaciones de corrupción que amenazan desencadenar una crisis institucional cuyas consecuencias resultan imprevisibles.

Nicolás Petro Burgos, hijo el primer mandatario, está detenido a raíz de una denuncia realizada por su ex esposa, Daysuris Vásquez, de quien estaba separado desde que ella se enteró que su marido esperaba un hijo producto de una relación extramatrimonial con Laura Ojeda, una de las mejores amigas de su mujer.

En una escabrosa disputa que involucra la división de bienes con su esposo, la despechada Vásquez, quien insinuaba que "sabía cosas" acerca de la campaña presidencial de su suegro, reveló a la revista "Semana" que Nicolás había retenido para su provecho parte de una cuantiosa suma de dinero proveniente del narcotráfico para la campaña "Petro Presidente".

Durante las doce horas del interrogatorio a que fue sometido en la Fiscalía General de la Nación, Petro hijo relató episodios que salpican a destacados políticos colombianos, entre ellos a su propio padre, y afirmó que el primer mandatario, entonces candidato, tenía conocimiento del origen ilícito de esos recursos.

El testimonio del primogénito de Petro destacó también los vínculos de su padre con el empresario Euclides Torres, jefe de un clan político de Barranquilla, cuyo hermano, Dolcey Torres, es diputado por el Partido Liberal. El poderoso empresario habría sido uno de los mayores donantes y el coordinador de la transferencia de otros fondos sospechosos. Para llevar hasta el paroxismo las aristas novelescas del caso, Vásquez contrató a una empresa de detectives particulares que intervino la línea telefónica de la amante de su esposo y acumuló un caudal de información que entregó a las autoridades judiciales y amplió las investigaciones hacia otras ramificaciones de ese tráfico de dinero ilegal.

Por esa vía de investigación cayó bajo la lupa una lista de personajes, entre ellos el ex senador Samuel Santander Lopesierra Gutiérrez, más conocido como el "hombre Malboro", a raíz de la fortuna que atesoró con el contrabando de cigarrillos y de licor, quien habría entregado en mano a Nicolás Petro el dinero para la campaña de su padre.

Lopesierra es cualquier cosa menos un desconocido: capturado en 2002 y extraditado a Estados Unidos, fue condenado a 25 años de prisión por narcotráfico y liberado en 2021, antes de cumplir la totalidad de la pena, por lo que pudo regresar a Colombia y reconvertirse como un personaje del mundillo político asociado al narcotráfico.

Llovido sobre mojado

Pero la historia protagonizada por Nicolás Petro cayó sobre un terreno fértil. Semanas atrás, el presidente había tenido que pedirle la renuncia a su jefa de despacho, Laura Sarabia, una joven de 29 años que en pocos meses tuvo un meteórico ascenso en el entorno del primer mandatario, y a su embajador en Venezuela, Armando Benedetti, comprometidos en un asunto que también involucraba el manejo de aportes del narcotráfico.

La piedra de ese escándalo fue otro episodio que enriquece los ribetes novelescos de lo que ocurre alrededor de Petro. Benedetti es un político veterano, vinculado a la derecha tradicional, que se acercó a Petro cuando apreció que el ex líder guerrillero y entonces alcalde de Bogotá tenía serias posibilidades de llegar al gobierno y se transformó en su consejero y en intermediario entre el candidato y los factores de poder económico.

Fue precisamente Benedetti quien presentó a la joven Sarabia a Petro. Pero ese triángulo político se disolvió cuando Petro asume el gobierno. Benedetti aspiraba al lugar que ocupó Sarabia o la Cancillería pero quedó confinado en la embajada en Caracas, un cargo políticamente significativo pero alejado del círculo presidencial.

El conflicto tuvo una derivación inesperada cuando Sarabia despidió a Marelbys Meza, una empleada doméstica que antes había cuidado a los hijos de Benedetti, a la que acusó de haberle robado dinero. Furiosa, la despedida contraatacó revelando que la funcionaria y su esposo guardaban en su domicilio dinero de incierta procedencia. Inmediatamente después Benedetti volvió a contratar a Meza, quien viajó a Caracas en un avión privado y luego continuó con sus acusaciones, una situación que hizo las delicias de la prensa colombiana.

En ese contexto, el fiscal Francisco Barbosa, designado durante la gestión del anterior presidente, Iván Duque, y conocido por su abierta hostilidad al nuevo gobierno, avanzó decididamente en el procedimiento judicial hasta forzar a Petro a anunciar que "mientras se investiga, mi funcionaria querida y estimada y el embajador en Venezuela se retiran del gobierno".

Apoyos contraproducentes

No casualmente todo este huracán se desencadenó a partir de la ruptura del acuerdo gestado por Petro con sus antiguos rivales del Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la U, del ex presidente Juan Manuel Santos, a quienes ofreció ministerios a cambio de apoyo legislativo. Ese pacto de gobernabilidad le otorgaba al primer presidente de izquierda de la historia de Colombia un margen de maniobra indispensable para la implementación de su programa de reformas.

Esa ampliación de su base de sustentación le posibilitó al gobierno la aprobación su programa de reforma fiscal, la apertura de un ambicioso proceso de negociación con los grupos armados irregulares, desde los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la facción disidente de las Fuerza Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), que todavía continúan en operaciones, hasta las bandas paramilitares vinculadas con el narcotráfico, y concretar el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Venezuela de Nicolás Maduro.

En abril pasado, frente al rechazo de sus flamantes partidos aliados al proyecto de reforma del sistema de salud, el primer mandatario cambió su gabinete y anunció que "la coalición política pactada como mayoría ha terminado el día de hoy por motivo de la decisión de unos presidentes de partido". Desde entonces Petro reorganizó su sistema de alianzas, que quedó reducido básicamente al Pacto Histórico (su partido de origen) y a los ecologistas de Alianza Verde.

La reanudación de las hostilidades con los partidos tradicionales tuvo consecuencias inmediatas. Los sectores empresarios y los medios de comunicación, que habían abierto un crédito de confianza al giro moderado de Petro, le quitaron su apoyo. Las encuestas verificaron un viraje similar en la opinión pública. Petro, que tenía un 62% de imagen positiva, contra un 33% de su antecesor Duque, aparece en los sondeos con un apoyo inferior al 40% y una mayoría de los encuestados opina que el país marcha en una dirección equivocada. En ese clima negativo, los escándalos impactaron fuertemente en la opinión pública y colocaron al gobierno contra las cuerdas.

La crisis trascendió las fronteras colombianas. El Grupo Puebla emitió un documento, suscripto por 38 dirigentes políticos, entre ellos los ex presidentes de España, José Luis Rodríguez Zapatero, de Ecuador, Rafael Correa, y de Colombia, Ernesto Samper, quienes alertaron contra una tentativa de "golpe blando" contra Petro. Paradójicamente algunas de esas firmas no son las más apropiadas para aliviar la situación de Petro: Correa fue condenado por corrupción por la justicia ecuatoriana y Samper siempre debió defenderse precisamente de las acusaciones de haber financiado su campaña presidencial con dinero del narcotráfico. Como reza el antiguo refrán, "con amigos así nadie necesita enemigos"..

 

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