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Unos años antes de que Leonardo Da Vinci hiciera su famoso dibujo "El Hombre de Vitruvio", el filósofo neoplatónico Giovanni Pico della Mirandola, sugirió en su obra más importante, "Oratio de hominis dignitate", que el ser humano era el centro del universo y que tenía la libertad y la capacidad -como soberano de sí mismo - tanto de elevarse hacia las cosas superiores como de degenerarse hacia las cosas inferiores y bajar al nivel del bruto. "No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que -casi libre y soberano artífice de ti mismo- te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás -de acuerdo con la decisión de tu voluntad- regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas". Como el de Adán, nuestro destino solo reside en nuestras manos.
"Las leyes, después de todo, rigen todos los fenómenos que se producen sobre la faz de la tierra. Un mundo donde el yin es el yin y el yang es el yang. Un mundo donde yo soy yo y él es él. «Yo soy yo, él es él, atardecer de otoño". Pero tú no perteneces a este mundo. Tu sitio está encima o debajo"; afirma Haruki Murakami en el que, quizás, sea su libro más bello: "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo".
Argentina no está por encima del mundo, así que solo podremos estar por debajo de él; muy por debajo de él. Un país anclado en la lógica del siglo XIX en un mundo del siglo XXI. De seguro hay quienes preguntarán qué es mejor, si estar por encima o por debajo, aunque más no sea por simple necedad, por esa bruteza ideológica que tanto abunda por acá. Nuestro progresismo atrasa sin cesar. Carecemos de un pensamiento progresista, serio y disciplinado que luche por la mejora del bien común; solo abunda el progresismo oportunista y bobo; ese que cree que cuanto más roto algo, mejor. Que cuanto más deconstruido algo, mejor. Pero que no ofrece receta alguna para armar nada después. Un progresismo anómico y autodestructivo que solo tiene recetas para romperlo todo y que, cuando ve cómo quedó todo roto y destruido, se queda pensando en cómo seguir rompiendo todo un poco más. Tenemos chicos de tercer grado que no saben leer ni escribir; menos hacer cuentas matemáticas elementales. Chicos que terminan la secundaria sin exámenes y solo por su edad; pero sin la menor chance de proseguir un estudio universitario de rigor. Pero instauramos como un logro y un gran derecho a defender el Día de la Niñez; como si eso los fuera a incluir. Una inclusión idiota que incluye solo en lo superficial y que excluye en lo fundamental.
"No se trata de si es mejor o peor. (…) No es el tipo de cosas en que pueda decirse qué es lo mejor y qué lo peor. (…) Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo", continúa Murakami.
¿Podemos, acaso, ir más abajo? Ya buscamos el pozo más profundo y pareciera que estamos llegando al fondo de él. No creo que queramos -ni que podamos- seguir descendiendo. Eso dijeron las urnas de manera masiva: "No nos obliguen a seguir bajando"; tanto como lo hayan escuchado y entendido así los capitostes del mal, como que no. Más del 60% de la gente que emitió un voto válido pidió no seguir descendiendo a los infiernos. Y que, ante las promesas de otros potenciales infiernos ante votos no afines a un ideal u otro, se dicen y se preguntan: "Ya estamos en el infierno, ¿cuánto peor podremos estar?"
"Dices que debo seguir bajando, pero ya estoy muy abajo, se me corta la respiración, aquí mismo ya casi es demasiado profundo, pero ya que ha de ser así, estoy dispuesto a quedarme. Es probablemente el lugar más profundo. Así y todo me quiero quedar; eso sí, no me obligues a seguir bajando", escribió Franz Kafka alguna vez.
Creo que debemos apuntar a la torre más alta y buscar subir a la cúspide de ella de una maldita vez. Por una maldita vez. Como preguntó Pico della Mirandola, ¿qué habremos de hacer? ¿Miraremos hacia las cosas superiores y aspiraremos a parecernos a verdaderos dioses o degeneraremos hacia abajo; hacia los brutos o a los que tanto nos parecemos? La respuesta es nuestra; de nadie más. Y solo la obtendremos pensando bien, actuando en consecuencia, y con genuinas ansias de hacer el bien. La respuesta definirá el tipo de sociedad y de país en el que nos habremos de convertir de ahora en más. Uno que aspire al desarrollo y al progreso y que permita que algún día nos reunamos junto con el resto de los países en el siglo XXI; o uno que siga descendiendo y degenerando en una sociedad todavía más bruta y feudal; un país del siglo XI en pleno siglo XXI.