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El pensamiento son palabras; sin palabras no hay pensamiento. Las palabras son el pensamiento mismo.
Las palabras -a través del lenguaje, que es un sistema de signos, códigos y significantes- nos permiten comunicarnos con los otros y dialogar hacia nuestro interior con nuestros fantasmas, fantasías y deseos inconfesados. La palabra es mucho más que una unidad lingüística, así como el lenguaje gestual puede o no acompañar a la palabra o significar, comunicar y emocionar por sí mismo. Que todo hombre sea superior a su obra es la ilusión que conviene mantener mientras se vive; es muy posible, sin embargo, que la verdad sea lo contrario. La obra humana siempre es inferior a lo soñado.
Se avecinan guerras terribles; ya están entre nosotros, revoluciones entre cuyas causas está la discordancia de la acción con sus postulados ideales, y una gran pugna entre la elementalidad y la cultura que anegue el mundo en una ingente ola de cinismo. Nuestra misión es adelantarnos por la inteligencia a devolver su dignidad de hombre al animal humano (Juan de Mairena - Antonio Machado).
En nuestros días hay aquellos que defienden, organizan, conducen y financian a las aglomeraciones humanas y las enfrenta a sus presuntos explotadores; han recogido el concepto de masa para convertirlo en categoría social, ética y aún estética.
Se recurre en un discurso lleno de palabras a un pasado que permanece intacto, inactivo e inmodificable, demasiado firme para que pueda ser desarraigado de la mente humana. Se practica una política sin entrañas es, en efecto, la política hueca que suelen hacer los hombres de malas tripas.
Nuestra impaciencia mal definida, que otros llaman angustia y en la cual comenzaríamos a ver un signo revelador de la gran nostalgia de poder vivir mejor, en paz y con un proyecto común unitivo.
La vida es un cuento dicho por un idiota (told by an idiot) -un cuento lleno de estruendo y furia, que nada significa (signifying nothing)-. Esto dice Shakespeare por boca de Macbeth. En la batalla política pueden ser útiles las cabezas que embisten, cabezas de choque, a condición de que no actúen por iniciativa propia, porque en este caso peligran las cabezas que piensan que son las necesarias. El tono dogmático suele ocultar la debilidad de nuestras convicciones; hay que desconfiar de un político que se declara como tal; el político es el hombre capaz de resbalar más veces en la misma baldosa, el hombre que no escarmienta nunca en cabeza propia; pocas veces trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario; parece estar siempre seguro de lo que dice, porque si no lo están y tan bien lo simulan son unos farsantes, y si lo están, no son verdaderos pensadores, sino, cuanto más, literatos, oradores, retóricos, hombres de ingenio y de acción, sensibles a los tonos y a los gestos, pero que nunca se enfrentaron con su propio pensar; hablan de patria, la invocan y la venden, que es un sentimiento esencialmente popular y se jactan de defenderla e inmolarse por ella si fuera necesario.
Los políticos deben aceptar entrevistas y diálogos con hábiles periodistas, que hacen decir por los medios no precisamente lo que se ha dicho, sino lo que ellos creen que debió decir; los viejos políticos salen del brete, a su modo, con ciertas excusas (dicen fuera de contexto) y frases amorfas, hábilmente combinadas, las cuales, vueltas al revés vienen a decir aproximadamente lo mismo que del derecho.
Muchos creen que la vida social y la historia se mueven por impulsos ciegos (intereses económicos, apetitos materiales), con independencia de toda espiritualidad.
El culto al poder es común a todas las corrientes políticas y, más que al disfrute del poder, a su ejercicio, a la tensión del esfuerzo combativo por el cual tiende a evaluarse la calidad humana en el mundo occidental.
Siempre será peligroso encaramar en los puestos directivos o en los gobiernos a hombres de talento mediano, por mucha que sea su buena voluntad, porque a última hora ellos traicionan siempre la causa que pretendían servir y se revuelven airadamente contra ella. Propio es de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. A todos nos conviene que nuestros dirigentes sean siempre los más inteligentes.
Muchos políticos hacen de lo pasado algo que puede trabajarse y aún moldearse a voluntad, buscando falsos atajos y sendas caprichosas que no llevan a ninguna parte, con fútiles pretextos para conseguir sus propios fines. La pregunta es ¿adónde vamos?, ¿adónde íbamos?, ¿con quiénes vamos? ¿Quiénes van a ser en el futuro nuestros compañeros y dirigentes en el viaje de la historia? Las palabras y, además, en tiempos de elecciones, se endurecen para convertirse en armas arrojadizas, en proyectiles.
Las palabras y el relato pueden servir para construir una celebridad o una leyenda personal e inculcarla en el prójimo, poseyendo el arte de hablar bien sin decir nada; las palabras pueden lanzarse en busca de las ideas y otras veces las ideas parecen esperar las palabras que las expresen. Propio de nuestra época es vivir en plena contradicción y a veces en confrontación sin darnos cuenta, o, lo que es peor, ocultándose hipócritamente. con un escepticismo inconsciente.