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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Un escenario mundial que exige nuevas estrategias

Miércoles, 09 de agosto de 2023 02:42

Hace más de cincuenta años, cuando la palabra globalización todavía ni siquiera figuraba en ningún diccionario del mundo, en su libro "La hora de los pueblos" Perón decía que "en el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo único que importa es la política internacional, que juega desaprensivamente por afuera o por adentro de los países".

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Hace más de cincuenta años, cuando la palabra globalización todavía ni siquiera figuraba en ningún diccionario del mundo, en su libro "La hora de los pueblos" Perón decía que "en el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo único que importa es la política internacional, que juega desaprensivamente por afuera o por adentro de los países".

Esa frase viene como anillo al dedo para analizar lo que sucede hoy en la Argentina. Así enunciada, parecería demasiado lejana a las preocupaciones cotidianas de los argentinos. Pero si nos atenemos a las implicancias del reciente acuerdo entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional comprobaremos exactamente lo contrario. Porque ese acuerdo, de naturaleza eminentemente política, hubiera sido impensable sin el previo consentimiento de los gobiernos de Estados Unidos y de China.

Esa constatación constituye un éxito de Sergio Massa, cuya importancia no cabe subestimar. La Argentina ahora tiene garantizada la transición y el próximo gobierno, sea cual fuere, tendrá que sentarse a renegociar con el FMI las metas económicas de los próximos años. Pero en este acuerdo hay algo más profundo. La comunidad financiera internacional, con el aval de las dos superpotencias, abre un crédito de confianza a la etapa que, al margen de los resultados electorales, inicia la Argentina el 10 de diciembre.

Esas expectativas obedecen a dos causas. La primera es el reconocimiento de la potencialidad productiva de la Argentina. La segunda, que torna operativa a la anterior, es la percepción de que la Argentina protagoniza un cambio de ciclo, signado por el ocaso del "kirchnerismo" y el comienzo de una etapa en la que los distintos actores políticos convergen en torno a una estrategia económica proclive a una mayor apertura internacional. Esa percepción no es alterada por la hipótesis de que Massa gane las elecciones y es compartida resignadamente por buena parte del propio "kirchnerismo".

Mientras tanto, la agenda mediática está concentrada en el incierto resultado de la contienda entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Ese interés obedece a dos razones. La primera es que nadie pronostica un seguro vencedor en esa competencia. La segunda, no tan incontrastable pero sí estimada altamente probable en el "círculo rojo", es que el ganador será el favorito en la segunda vuelta electoral de noviembre.

Esa disputa entre Bullrich y Rodríguez Larreta suscitó un debate entre los especialistas en opinión pública. La mayoría de los consultados se niega a responder a la inquietud de los encuestadores, un comportamiento que es interpretado como otra demostración del creciente divorcio entre el sistema político y el conjunto de la sociedad, una separación que fue la base del ascenso de Javier Milei.

Ese divorcio entre el sistema político y la sociedad está verificado en que las encuestas coinciden en que los cuatro candidatos con posibilidades de disputar la segunda vuelta, o sea Massa, Rodríguez Larreta, Bullrich y Milei, tienen más imagen negativa que positiva en la opinión pública. Si se suma que lo mismo sucede con el presidente y la vicepresidenta de la República, estamos ante una situación inédita en la historia argentina.

Pero esa "abstención encuestológica", reflejada en el abstencionismo electoral en las elecciones provinciales, abre un interrogante sobre otro fenómeno llamativo. La mayoría de las encuestas otorgan ventaja a Bullrich sobre Rodríguez Larreta. Pero si en las encuestas telefónicas o digitales esa ventaja de Bullrich es incontrastable, en las encuestas presenciales el resultado es bastante más parejo.

La interpretación prevaleciente entre los analistas es que entre el público que responde a los sondeos telefónicos o digitales hay un mayor porcentaje de "voto militante". En cambio, una franja del electorado independiente optaría por no contestar. Esa actitud no se reflejaría de igual manera en las encuestas presenciales.

El equipo de Massa está más que atento al resultado de esa puja. Como aquel competidor que sabe que "corre desde atrás", su estrategia depende en gran medida de la explotación de los posibles flancos vulnerables del adversario. Esto implica jugar de contragolpe.

Hacia un nuevo consenso

El acuerdo con el FMI implica también que la mayoría de los factores de poder internacional perciben el alumbramiento de un nuevo consenso, cuya configuración definitiva estará obviamente determinada por el resultado electoral. La transición en curso tiene como brújula la reinserción de la Argentina en el escenario mundial.

Importa aquí una precisión. El actual escenario mundial es muy diferente a la década del 90. No existe aquel breve "momento unipolar" de la historia mundial que sucedió a la disolución de la Unión Soviética. Vivimos una nueva bipolaridad, protagonizada por Estados Unidos y China. Esa puja se manifiesta en todo el mundo y también en América Latina.

Esta nueva situación no obliga a practicar alineamientos automáticos de ningún tipo. Al contrario, posibilita una estrategia que articule la defensa del interés nacional con una cultura de la asociación acorde con la era de la globalización. Esa estrategia no puede sino estar basada en una alianza con Brasil.

En la década del 60, en plena guerra fría, solía distinguirse dos tipos de "tercerismos." El primero era un "tercerismo confrontativo", encarnado por la China de Mao, que consistía en estar igualmente lejos de Estados Unidos y la Unión Soviética. El otro era el "tercerismo" de la Yugoslavia de Tito, que pretendía posicionarse igualmente cerca de ambas superpotencias.

Hoy las circunstancias determinan la conveniencia de ese "tercerismo asociativo". Cuando la Argentina utiliza yuanes para pagar sus obligaciones con el FMI revela que ese camino es viable. Recorrerlo demanda una conjunción de dos factores: consenso y liderazgo. Ese consenso asoma en el horizonte. El liderazgo surgirá de los hechos.

En este punto, cabe incluir un agregado que remite a la vinculación entre la transición política y el escenario mundial. El acontecimiento de mayor impacto social en la Argentina de 2024 será muy probablemente la visita del papa Francisco. Su anunciada presencia constituye una oportunidad excepcional para la manifestación de ese nuevo consenso que se insinúa en el horizonte, indispensable para un nuevo gobierno que asumirá en minoría parlamentaria y en medio de una emergencia económica y social.

En 2002 el Diálogo Argentino, promovido por la Iglesia Católica, fue un mecanismo eficaz para la generación de un clima de consenso que, más allá de cualquier juicio de valor sobre sus actores y las recetas aplicadas, permitió salir de la situación de emergencia precipitada con la caída del gobierno de la Alianza. La historia no se repite pero enseña. No se trata en absoluto de trasladar mecánicamente experiencias propias de otras circunstancias pero si de estar atentos a las oportunidades que ofrece el destino para no dejarlas pasar y poder aprovecharlas en tiempo y forma.

Un relato de Platón cuenta que Alcibíades, un controvertido general y político ateniense del siglo V antes de Cristo, dialoga con Sócrates, quien le pregunta "¿cuál es la virtud del político?". Alcibiades le contesta: "prever". Prever es, nada más y nada menos, ver antes que los demás. No se trata de adivinar el futuro sino de saber percibir las tendencias predominantes en una sociedad en un momento determinado. Desde entonces, la "virtud" en política está indisolublemente anclada en una acertada visión del futuro. Esa capacidad para anticiparse a los acontecimientos es la primera condición indispensable de un liderazgo integrador capaz de articular este nuevo consenso emergente y traducirlo en acción.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y miembro del Centro de reflexión política Segundo Centenario

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