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30 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La evolución de los oficios

Lunes, 25 de septiembre de 2023 02:24
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La historia muestra el cambio de vida del hombre en todo sentido. Para visualizar vamos a analizar y observar la evolución de los oficios. El hombre trabajó desde siempre para atender sus necesidades básicas. El cambio fue profundo. La gente del ayer estaba vinculada a la naturaleza. Extraía de la tierra muchos recursos. Recuerdo cuando un policía con uniforme verde se paraba en la esquina a las 10 de la noche para hacer sonar su silbato, era una orden, especialmente para los niños, que debían dejar sus juegos y sus rondas para ir a descansar. Las familias acompañaban y salían de sus casas para hacer ingresar a los chicos a sus viviendas. Era una norma de respeto. Otro personaje de época: el placero, responsable de cuidar las plazas, para que nadie le hiciera daño a ese bien público, la cuidaban como si fuesen de su propiedad, con un celo extremo. Conocí la intimidad de la casa de un artesano, vivía cerca de Alemanía, a unos pocos metros de la ruta, donde construyó una casa de piedra, con el material que le otorgaba el vecino río. Mezcló lo natural con el cemento para concretar este habitáculo único, donde la piedra sirvió para construir una cocina a leña, con alacena de piedra; en los dormitorios la cama y las mesas de luz de piedra y el ropero, todo de piedra, utilizando la naturaleza que le daba sus recursos. Tal vez este hombre tomó el ejemplo de los picapedreros y adoquineros que aportaron sus trabajos a las ciudades. Otro duro oficio, los proveedores de ripio, arena y piedras, que extraían de los lechos de los ríos con su pala, para cargar en carros y llevárselo al cliente que se lo había pedido; con esfuerzo.

Vendedores de bienes naturales, como los berros cosechados a orilla de los ríos, que todavía no estaban contaminados; otros ofrecían tierra negra, leña que cortaban de los cerros o el "puloil" que era el lavavajilla de época. Una pinturita, eran lecheros y panaderos en sus jardineras, recorriendo su clientela en forma diaria; los heladeros con sus barquitos, los maniceros con su máquina a vapor, los pescaderos, que llevaban el pescado de río con mucho hielo; algunos ofrecían leche de burra para combatir la tos convulsa; fabricantes de alfeñiques en cucuruchos de papel, manzanas confitadas, maceteros ofreciendo su producto elaborado; en noviembre, los vendedores de chivos vivos por las calles de la ciudad para las fiestas, las empanaderas y empanadilleras, la sabrosa aloja, vendedores de zapallos y choclos transportados en burros, vendedores de telas y casimires, que modistas y sastres convertían en elegantes prendas.

Tiempos del carbón, leña, querosene, alcohol de quemar, combustibles necesarios para la casa; cocheros con vistosos carruajes tirados a caballos y servicios fúnebres de tracción a sangre, negro para los difuntos adultos y blancos cuando era un niño.

El organillero alegrando la jornada; el responsable de la perrera, muy hábil con el lazo para capturar los perros de las calles; herreros que a fuerza de fragua y yunque doblegaban la dureza del hierro; el colchonero desparramando la lana en los patios de la casa; los médicos tan humanos visitando a sus pacientes; músicos, alegría de las fiestas, especialmente donde no había luz eléctrica, en los patios para producir el baile; los peluqueros, dentistas o relojeros, que conocían profundamente los engranajes del tiempo. Bellas pinturas del ayer, visiones con color de nostalgia transportadas por la memoria popular.

 

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