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Un eclipse educativo, ¿y social?

Viernes, 11 de octubre de 2024 02:22
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No me puedo imaginar el miedo que habrán sentido nuestros antepasados homínidos al presenciar un eclipse de sol. Cosas que ellos no podían comprender se manifestaban en maneras que no podían anticipar.

La ciencia nos permitió entender el fenómeno; definir los astros; medir sus movimientos; establecer las leyes que los rigen. Nos permitió saber que un eclipse es sólo un astro pasando por delante de otro; nada más. Ni el Fin del Mundo; ni la manifestación de un Dios; ni una señal zodiacal ni astrológica; ni un augurio. Nada. Sólo un fenómeno natural.

Por alguna razón que no llego a comprender, Argentina se está medievalizando; resignificando estos fenómenos; revistiéndolos con una suerte de pátina de "fenómenos únicos" y extraordinarios. Extraño.

Sin que sea una señal ni un augurio divino; a veces sí ocurren coincidencias. Así, durante el tan publicitado eclipse solar anular ocurrió la segunda marcha universitaria en defensa de la educación y de la universidad pública.

Mientras Piera Fernández -presidenta de la Federación Universitaria Argentina- daba su discurso a la multitud congregada en la Plaza del Congreso; ocurría el momento cúlmine de ese fenómeno natural.

El eclipse solar también sirvió para imponer un eclipse televisivo en varios canales de televisión y así, el "anillo de fuego" opacó -o intentó opacar- la manifestación. Por lo visto el medioevo llegó a varios lugares más.

La manifestación fue federal. Ocurrió en forma mayoritaria en Buenos Aires, por supuesto; pero se repitió de manera masiva en La Plata, Córdoba, Mendoza, Mar del Plata, Salta y Tucumán, entre muchas otras importantes ciudades universitarias.

"Existen razones de peso para sostener que el sistema educativo argentino universitario no goza de buena salud". 

Por supuesto que la manifestación fue política -todo es política-; y de una manera errónea, politizada. La presencia -absurda- de la CGT y de Pablo Moyano entre otros sindicalistas; de Cristina Elisabet Fernández de Kirchner desde el nefasto Instituto Patria; de Sergio Massa con su absurdo Frente Renovador; de Horacio Rodríguez Larreta; de Emiliano Yacobitti; de Elisa Carrió; de Mayra Mendoza y de Wado de Pedro; de los Albistur; los Moreau y todo ese inverosímil tren fantasma que representa a una política partidaria vetusta y golpeada; no hicieron más que eclipsar una expresión ciudadana legítima, visceral y, quizás, esta vez no tan transversal ni tan multitudinaria como la vez anterior. La politización espanta.

Daños

La política obsoleta y confundida le dio de comer al oficialismo. Amén del cinismo. Pocos han hecho más daño a la educación pública en los últimos veinte o treinta años que el kirchnerismo; el peronismo; el radicalismo e, incluso; el inexplicable PRO.

Por supuesto que existen razones de peso para sostener que el sistema educativo argentino universitario no goza de buena salud. Pero si a alguien le duele la cabeza se aconseja tomar una aspirina; no arrancarse la cabeza.

Era una aberración absoluta que el manejo de las universidades públicas -y de algunas privadas-, hayan quedado en manos de «científicos militantes» -oxímoron aberrante-, o de agrupaciones políticas perversas como La Cámpora.

Era tan malo que las Universidades públicas fueran el centro operativo de militancia rentada, antes; como el desfinanciamiento de la educación, hoy, en pos de un simbólico déficit fiscal. El equilibrio del déficit fiscal no se juega acá.

Era tan malo desviar los recursos educativos para hacer política sin cuidado por la pauperización intelectual y la deseducación que eso provocaba; como "cancelar" ideológicamente a la ciencia, la investigación y la educación por ahorrar dinero.

La educación no es un gasto; es una inversión. No hay peor ahorro que ahorrar en educación. Por supuesto que debemos aprender a gastar bien; pero no puede ser opción dejar de educar. Nunca. Jamás.

No se puede gastar lo que no se tiene, pero, en todo caso, la sociedad, con los debates cívicos civilizados, apropiados y necesarios; debería fijar las prioridades. Se me ocurre que podríamos dejar de comprar aviones militares, entre otras cosas, por ejemplo.

Seguro que habrá también que auditar; mejorar; profesionalizar a los cuadros docentes de todo nivel; exigir más al alumnado, en todo nivel. Subir la vara; a todos y a todo. Pero no desfinanciar el sistema porque "hubo curro" o "porque anda mal".

Ahorrar en educación es jugar a la ruleta rusa con el tambor lleno de balas; es una garantía de fracaso como país y como sociedad. La educación es la columna vertebral de una Nación libre y el único camino hacia una genuina libertad. Libertad ganada con sacrificio; con estudio y con mérito.

Con ayuda y brindando oportunidades cuando estas no estén a la mano. Con garantías de acceso. Con igualdad de posibilidades. La libertad se gana. La libertad se ejerce. Y la libertad se pierde cuando se siguen -a ciegas, y a los gritos- consignas vaciadas de verdad.

El eclipse ya pasó. Es hora de que la luna deje de taparnos el sol.

 

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