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Desde la más remota antigüedad las rocas con formas raras y curiosas han llamado la atención. Algunos fósiles fueron bien interpretados por los antiguos griegos, tales como peces, hojas de plantas y conchillas marinas en los escritos de Xenophanes. Sin embargo, más tarde comenzó un proceso de oscurantismo donde esos objetos naturales eran atribuidos a la influencia de las estrellas, a la vis plástica, a juguetes de la naturaleza (lusus naturae), a trampas que ponía el demonio para confundir a los creyentes, entre otras muchas interpretaciones antojadizas.
El punto es que las rocas, especialmente las sedimentarias, pueden formar en su interior toda clase de nódulos y concreciones que la erosión se encarga de liberar y transportar a través de los ríos. Esos nódulos pueden ser redondeados, aplastados, alongados, agrietados, discoidales, bochas, trompos, etcétera, en un sinfín de formas y colores. Algunos se parecen a caparazones de tortugas y así lo creen los que eventualmente se toparon con ellos. Se llaman septarias. Otros tienen un núcleo de minerales brillantes formado por calcita, cuarzo o algún otro carbonato o silicato. Se los encuentra también con formas de riñones, corazones, cerebros, cabezas, orejas, ojos y otras figuras que recuerdan a la anatomía animal. Se les ha llamado además muñecas, muñecos, marlekas, marlekor, entre muchos otros nombres en los distintos idiomas.
Los fluidos internos o externos pueden teñir las rocas de ocre. El hierro y el manganeso son dos elementos químicos de alto poder colorante. Las rocas rojas generalmente están teñidas de ese color por el hierro férrico mientras que las verdes y grises lo están por el hierro ferroso. El manganeso tiñe de negro. Son muy comunes las dendritas de manganeso que la gente confunde con helechos fósiles. En realidad, son cristalizaciones fractales de fluidos de manganeso en grietas y diaclasas de las rocas. Son muy abundantes en los cerros de Salta y se las encuentra en muchas lajas de las paredes y veredas de la ciudad.
Lo mismo ocurre con los "Anillos de Liesegang" que son figuras concéntricas de óxidos de hierro. La denominación hace referencia a un químico alemán, el Dr. Raphael E. Liesegang, quien llamó la atención sobre el fenómeno en 1896. Fenómeno que, por otra parte, y como muchas veces ocurre en la historia de la ciencia, ya había sido descripto antes, por otro químico alemán, el Dr. Friedrich F. Runge, en un trabajo copiosamente ilustrado de 1855. Los anillos de Liesegang semejan entonces una figura de anillos concéntricos, que se envuelven mutuamente, con distintas coloraciones o tonalidades.
Las formas y colores que se encuentran en las rocas, muchas de ellas en los rodados de los ríos, o en las lajas de paredes y veredas, recuerdan obras de arte de la naturaleza. Son fenómenos de difusión de fluidos en el interior de las rocas y su precipitación química por oxidación y reducción de sales de hierro y manganeso.
En muchos lugares de la Argentina, algunas formaciones rocosas han sido interpretadas como objetos de creencia y se les atribuyó forma de vírgenes o santos (Piedra del Portezuelo en Catamarca, Señor de la Peña en La Rioja y Chubut, El Niño de Piedra de La Cuesta y el Niño Huaquisto en San Juan, la Piedra Santa de Neuquén, El Cerro de la Virgen en San Luis, etcétera).
Otras han sido atribuidas al diablo, especialmente los llamados "Puentes del Diablo" y las "Salamancas". En su casi totalidad son lugares y accidentes del terreno encantados o poseedores de potencias mágicas, que pueden favorecer o perjudicar al hombre.
Todas estas leyendas están afirmadas por creencias locales. De estas cuestiones se ocupó oportunamente la Dra. Berta Elena Vidal de Battini (1900-1984), una figura fundacional en los estudios de folklore y dialectología argentina, en su obra "Cuentos y leyendas populares de la Argentina" (Tomo VII, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1980).
El "Cerro Bola" en Salta tiene una pésima reputación. Al contrario camino a Cafayate está "El Fraile", una figura de piedra a la cual se le atribuyen connotaciones religiosas. El viajero Karl Oenike, en su diario de 1888, dejó constancia de que en Yatasto, cerca de Metán, hay una cascada con una piedra que tiene forma de persona agachada y era lugar de peregrinación.
En Tarija hay una iglesia que se inició con el hallazgo de un trilobite, artrópodo fósil del Paleozoico, que se interpretó como la Virgen con su manto. Y muchas vírgenes de las quebradas del norte argentino y de la Puna tienen como milagro de aparición a una piedra alusiva.
En la Feria del Libro de Salta 2024 se presentó un libro de la Dra. Alicia Ana Fernández Distel, reconocida arqueóloga de trayectoria nacional e internacional, actualmente radicada en Jujuy. Se trata de "San Pedro y el valle del río San Francisco, Jujuy" (Aráoz Ediciones, Salta, 2024, 170 p.). En dicha obra hay distintas colaboraciones de Francisco H. Leiva, José L. Melano, Oscar A. Berengan, Martha Montalvetti y el suscripto. Se trata de textos sobre arqueología, geografía, geología, historia, biografías, mitos y leyendas sobre esa interesante región jujeña de los ríos Lavayén y San Francisco que forman parte de la gran cuenca hídrica del río Bermejo.
Uno de los capítulos del libro, escrito por la Dra. Fernández Distel, lleva por título "Apariciones Virginales: Barro Negro, Yungas de Jujuy" (pp. 141-149). Hace referencia a como se inició un culto religioso en Jujuy en base al hallazgo de piedras bolas y cantos rodados donde la gente del lugar creyó ver figuras de la Virgen, soles, niños Jesús, sombras y pisadas de Cristo, un Sagrado Corazón y hasta letras como una "R" y una "S" que fueron interpretadas como Rosario de Río Blanco. En el lugar se erigió el "Santuario de la Virgen del Rosario de Río Grande" donde se exponen seis de esas piedras naturalmente coloreadas, cubiertas con tules, flores naturales, flores de papel y de plástico, rosarios, banderines de la virgen, una gran cantidad de ex votos, chupetes, mamaderas, pañuelos, baberos, alcancías para limosnas, entre otros objetos de culto religioso. Barro Negro, lugar del santuario, es un lote cañero del ingenio azucarero La Esperanza de Jujuy.
El verano de 1997-1998 fue muy lluvioso y produjo fuertes crecientes en los ríos de la zona. Cuentan que el 14 de febrero de 1998, un anciano de nombre Nieva, cruzó el arroyo en busca de sus vacas y sintió que le arrojaban una piedrita. Y ahí nomás pasaron tres cosas: 1) Se curó de su pie herido, 2) Encontró el ganado perdido y 3) Vio los cantos rodados y sus curiosas "figuras virginales". Dicen que don Nieva no quería contar lo sucedido hasta que su ganado volvió a perderse. Puso entonces sobre aviso que esas eran piedras religiosas y milagrosas. Se cuenta también, para abonar más la leyenda, que algún incrédulo se puso a raspar las marcas en las rocas y que se enfermó fatalmente. Ello se complementa con otras advertencias como dañar, lastimar o enfermar a quienes quieran sustraerlas; que las piedras siempre vuelven al lugar donde son veneradas, y que los distraídos reciben una piedrita lanzada de amonestación como le pasó a don Nievas.
Lo cierto es que en los primeros meses de 1998 se colocó una sencilla cruz de madera y comenzaron a aparecer velas consumidas y flores en las señaladas piedras milagrosas que tienen entre 20 y 30 cm de diámetro.
La Dra. Fernández Distel identificó seis rocas a las que describió como sigue: 1) Canto rodado con unas aureolas concéntricas, con una mancha triangular más clara en el centro; 2) Ídem anterior, con mancha piramidal en el centro; 3) Piedra con mancha en forma de pie y una vela, con marcas de color ocre; 4) Piedra que llamó la atención del viejo Nieva con una mancha central de unos 20 cm y lo que parecen las letras "RS", 5) Rodado con figura de un sol y 6) Rodado con figura de un corazón amarillento sobre fondo grisáceo.
La Dra. Fernández Distel abordó el tema dentro de la Antropología Histórica, aunque reconoce que se trataría de un "problema geológico". Efectivamente de eso se trata. Son rodados y bloques que provienen de la erosión de estratos paleozoicos de sedimentación marina que forman el núcleo de las sierras vecinas y que son arrastrados por los aluviones del Río Grande de Jujuy. Por las fotos que acompaña en su texto se ve claramente que son piedras bolas de cuarcitas, muy comunes en los ríos del norte argentino y que en una época se usaban en los cimientos de la construcción de las casas.
Las figuras interpretadas como religiosas son, en todos los casos, "Anillos de Liesegang" y dendritas de óxidos de hierro o manganeso. En Salta se encuentran ejemplos en los ríos que bajan de las altas sierras del oeste y también en Unchimé y otros ríos de las sierras al oeste del valle de Siancas. Las figuras en las rocas de Unchimé son particularmente hermosas. El culto en Barro Negro llevó a que se construya allí un importante santuario. Los promesantes se acercan al santuario y luego parten al arroyo cercano a buscar esas "piedras figuradas" que envuelven en un papel que contiene un mensaje con el pedido de gracia.