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29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Un debate de baja calidad sobre el drama del país

Viernes, 02 de febrero de 2024 02:10
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El maratónico debate sobre el contenido de la "ley ómnibus", la eliminación a último momento de la mitad de los artículos y la prolongación de las incógnitas sobre la suerte de la "revolución" que propone el primer presidente libertario de la Argentina es un espectáculo que se va convirtiendo en una novela demasiado pesada para una ciudadanía en situación límite.

Bajo una ola de calor que agobia al país, la función teatral (al fin y al cabo, inherente a la política) transita en el recinto de Diputados de la comedia a la tragedia, sin solución de continuidad y sin que los espectadores puedan distinguir lo que se dice en serio y lo que se dice en broma.

Que un empresario invitado, desde uno de los palcos haya insultado a Myriam Bregman fue una muestra de intolerancia; claro, insignificante frente a la perorata de los diputados de una izquierda sin proyecto, acusando de "provocadores" a policías y gendarmes que trataban de impedir que un grupo de activistas le complicara la vida a cientos de miles de trabajadores de verdad hartos de los cortes de calles. Y se consumaba lo tragicómico cuando el presidente del bloque kirchnerista Germán Martínez se mostró escandalizado con el empresario, como si durante los últimos veinte años esa corriente no hubiera hecho pasar a militantes que, desde los mismos balcones del recinto agraviaban a los oradores e interferían en las sesiones.

Todo refleja la polarización entre dos fundamentalismos, donde lo que prevalece es la ambición del poder. El ultraliberalismo que invoca el presidente Javier Milei choca contra el desvencijado estatismo cuyo rotundo fracaso quedó evidenciado en las urnas, pero sobre todo, en los informes del INDEC.

La realidad y los sueños

La aprobación en general de la Ley Ómnibus fortalecería al gobierno de Milei, a pesar de que está muy claro el altísimo costo de su discurso incendiario que agravia, incluso, a quienes necesita para sacarlo adelante.

El contenido del Mega DNU y de la Ley Ómnibus contienen un proyecto de gobierno para cuatro u ocho años. Es poco realista suponer que, redactados sin tomar en cuenta las exigencias jurídicas de cada reforma, podían tener un trámite sin obstáculos. Y mucho peor, no considerar que, si bien era sabido que el kirchnerismo hará lo posible por rechazar todo, los maltratados aliados, que no fueron consultados, iban a tener centenares de objeciones, más allá de la sanción en general. Pero es un proyecto de algo; la oposición, en sus distintos segmentos, no tiene proyecto.

De todos modos, para la crisis argentina no habrá ninguna solución si se simplifican las causas. No es el Estado, no es la casta, no es la deuda, no es Macri, no es la pandemia, la sequía ni la guerra de Ucrania. Viene de más lejos: en 1983, la pobreza era del 16%, cuando en América latina se acercaba al 40%. Hoy, ya oscila en el 50% y supera el 60% para los menores de 16 años. Y la pobreza en la región bajó a menos del 30%. En el medio, pasó de todo: la hiperinflación, la convertibilidad, el colapso de 2001 y dos décadas de predominio kirchnerista, una fuerza que "fue por todo" y nos dejó sin nada.

Hoy, el desempleo y el empleo informal prevalecen sobre el trabajo registrado, las leyes laborales han quedado obsoletas y el país enfrenta una encrucijada en la que el déficit previsional y el régimen tributario se vuelven insostenibles. Y esto no se resuelve con una tracalada de reformas sancionadas en un par de semanas, sino con un acuerdo razonable entre oficialismo y oposición para acordar cambios de fondo y a largo plazo.

Entre los antiguos participantes de Juntos por el Cambio, los radicales y el espectro del peronismo que considera a Cristina Kirchner una figura anacrónica, los libertarios de Milei pueden encontrar apoyos, si es que todavía hay margen para esperar del Presidente un liderazgo realista.

Las facultades extraordinarias que reclama el proyecto libertario muestran una vocación de concentración de poder muy parecida a la del kirchnerismo.

El hiper personalismo, está demostrado, es tan nocivo como la hiperinflación.

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