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5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El dilema de Occidente ante los conflictos en Ucrania, Taiwan y Medio Oriente

Domingo, 04 de febrero de 2024 00:00
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El candidato oficialista Lai Ching-te ganó las elecciones presidenciales en Taiwan. "Estamos decididos a proteger a Taiwan de las continuas intimidaciones y amenazas de China" dijo en su discurso de la victoria. China, que considera a la isla como parte de su territorio, nunca dejó de declamar su intención de "reunificar" el país, por la fuerza si fuera necesario. El ejército chino prometió "aplastar" cualquier intento de independencia de Taiwán. "Nos opondremos firmemente a las actividades separatistas encaminadas a la independencia de Taiwán, así como a la injerencia extranjera", afirmó Chen Binhua, portavoz de la oficina china responsable de las relaciones con Taiwán.

Taiwán y China continental están separados de hecho desde 1949, cuando las tropas comunistas de Mao Zedong derrotaron a las fuerzas nacionalistas y estas se refugiaron en la isla -situada a 180 km del continente-, imponiendo en ese momento una autocracia que se convertiría en una democracia, a principios de la década del 90. Xi Jinping busca culminar su carrera política adueñándose de lo que considera una provincia propia rebelde. Tampoco le preocupa que hayan divergido tanto las diferencias culturales, económicas, sociales o lingüísticas que separan al país que gobiernan con el que sueñan recolonizar.

Por su parte, Taiwan es hoy una potencia económica regional importante luego de haber experimentado una rápida industrialización con tasas de crecimiento de más del 7 por ciento anual durante décadas. Sólo por mencionar un ejemplo, TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) es la compañía de semiconductores más valiosa y grande del mundo. La mayoría de las principales empresas tecnológicas sin fábricas propias como AMD, Apple, ARM, Broadcom y Nvidia, son clientes de TSMC y dependen de su suministro; un recurso estratégico de la Cuarta Revolución Industrial. Otro dato no menor, por el Mar de la China circula el 67% del comercio marítimo mundial.

Tan estratégica es la zona.; y tan disruptiva para la economía mundial podría ser una eventual invasión China a Taiwán y una guerra en esa zona.

La teoría de la disuasión

El apoyo a Ucrania tras la invasión rusa se sostuvo en el tiempo gracias a la teoría de la disuasión; doctrina política y militar que pretende evitar que un adversario realice una acción no deseada a través de la amenaza que supone la capacidad de infligirle daño en represalia. Acorde a esta teoría, se debería seguir exhibiendo una férrea determinación en el apoyo a Ucrania mostrando al mundo occidental unido y dispuesto a evitar agresiones de otros Estados. El mensaje, por elevación, es también hacia China.

Sin embargo, cada vez se escuchan más voces de analistas internacionales que argumentan que el apoyo a Ucrania está desviando la atención de la verdadera amenaza, esto es, la de una potencial invasión china a Taiwán. Además, que la asistencia a Ucrania está agotando los recursos económicos y armamentísticos necesarios y que está erosionando, en consecuencia, la capacidad de disuasión. En un mundo de recursos finitos, los responsables de la toma de decisiones deben tomar decisiones difíciles sobre qué asignar, dónde y por cuánto tiempo; de allí las divergencias en las opiniones.

El conflicto entre Israel y Hamas y la posibilidad de la expansión del conflicto hacia la región no hace sino dividir aún más estas opiniones y multiplicar los escenarios, aumentando las inquietudes y el nivel de indecisión.

Michael Poznansky, Profesor de la Escuela Naval de Guerra norteamericana plantea el conflicto de esta manera: "Seguir demostrando nuestra determinación en Ucrania podría socavar la capacidad de Estados Unidos para responder a otras crisis en el futuro, aún si quisiera hacerlo. Conservar recursos ahora, preservando capacidades, aumentaría la capacidad para responder a esas crisis futuras a costa de erosionar la credibilidad de nuestra actual política de disuasión". En resumen, la disuasión podría fallar de dos maneras posibles: los rivales podrían pensar que Estados Unidos querría responder a la agresión pero que no podría hacerlo; o que podría hacerlo pero que no querría hacerlo".

La carrera armamentística

Esta polémica se hace evidente, de hecho, en la competencia que existe por armamentos entre Ucrania y Taiwán. Un informe del "Center for a New American Security" señala que, aunque hay diferencias importantes entre el tipo de armamento que se está proporcionando a Ucrania y los que se necesitarían para frenar una invasión china a Taiwán, existe una importante superposición. Esto es relevante en el caso de algunos sistemas de defensa aérea; armamento por el que el presidente ucraniano Zelensky sigue suplicando. Existe una mayor superposición todavía cuando se considera el tipo de armamento que Taiwán necesitaría para continuar la guerra ante un desembarco chino exitoso; armas que incluyen misiles y de sistemas de misiles que, debido a la demanda ucraniana, hoy son recursos escasos.

Existen otros signos de esta competencia entre Taiwán y Ucrania. En 2022, por ejemplo, Taiwán tuvo que comprar un lanzador múltiple de cohetes (HIMARS) para compensar los retrasos en los obuses autopropulsados Paladin, arma que Estados Unidos le había proporcionado a Ucrania. Cada vez más, las armas que Washington y sus aliados envían a Ucrania son las que Taiwán necesita: no solo HIMARS, sino también tanques Abrams o aviones de combate F-16. El retraso en la entrega de armas estadounidenses a Taiwan ha crecido a más de 19 mil millones de dólares en poco tiempo.

Hay otra complicación: la velocidad. Si llegaran a estallar las hostilidades esto dificultaría la posibilidad de que Estados Unidos y sus aliados puedan hacer llegar armas a la isla. Así es razonable la urgencia por acumular armas relevantes ahora. Para peor muchas de las armas tardan años en ser producidas aun haciéndolo a máxima capacidad, más aún si se toma en cuenta que algunos componentes, como motores para ciertos misiles, son producidos por un único fabricante global.

Si la guerra en Ucrania continuara prolongándose, Europa va a necesitar reaprovisionarse de ese mismo armamento para no quedar indefensa ella misma. Y he aquí otra arista del problema. Alemania, Noruega, Finlandia, el Reino Unido y otros países europeos se han comprometido a aumentar la producción de armas para enviar a Ucrania mientras otros, como Polonia por ejemplo, hace años que vienen incrementando sus presupuestos militares, ejércitos y arsenales en su propia defensa.

Estados Unidos ha apoyado a Ucrania desde el inicio de la guerra. Abandonar este apoyo aumentaría las probabilidades de una victoria rusa, al tiempo que enviaría una señal de que Estados Unidos carece de la voluntad o de la determinación necesaria para sostener luchas prolongadas.

Renunciar plantearía preguntas sobre si un futuro presidente podría mantener la costosa asistencia militar más allá de un período inicial, generando incertidumbre sobre si Estados Unidos intervendría en el caso de una guerra de China con Taiwán. Si Estados Unidos no puede mantener su participación indirecta en Ucrania, ¿por qué China debería suponer que Estados Unidos se va a involucrar en una participación directa en Taiwán? Y, aún si China supusiera que va a hacerlo, ¿qué evitará que piense que sólo lo haría de manera breve?

Estados Unidos tiene compromisos globales y apuestas reputacionales más allá de China. Abandonar a Ucrania para resguardar recursos para Taiwán podría darles confianza a otros actores. Podría permitirle pensar a Irán o a Corea del Norte, por ejemplo, que Estados Unidos no tiene la capacidad o la determinación de apoyar a las víctimas de una agresión cuando el conflicto se prolonga; o que no puede defender más que a un país o una región a la vez, todo lo cual podría, a su vez, fomentar más aventurismos.

En el Oriente Medio, Asía Central y África hay docenas de actores como Hamas, Hezbollah, los talibanes, el Estado Islámico, los hutíes yemenitas, Al-Qaeda y Boko Haram, que podrían sentirse envalentonados ante la sensación que comienza a difundirse de que el otrora todopoderoso Occidente está en retirada mostrando contradicciones y debilidades. Abandonar a un país que fue víctima de una agresión no provocada por parte de una potencia revisionista identificada como una amenaza central, podría tener peores consecuencias que haberse retirado de Afganistán en 2021.

El mundo se encuentra en un momento de extrema fragilidad y todo conspira a favor de una mayor inestabilidad. La pregunta central es qué hacer. ¿Seguir ayudando a Ucrania, tanto para ayudar a resistir los avances rusos como para fortalecer su política de disuasión, incluso si esto implica costos posteriores en Asia; o guardar recursos para poder ayudar a Taiwán, a costa de disminuir la capacidad de disuasión? No hay respuestas fáciles ni perfectas. No importa la decisión que se tome, esta tendrá consecuencias. Quizás sea hora de aprender que, cualesquiera sean las decisiones que se tomen hoy, estas serán las semillas de las crisis del mañana.

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