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La pujante ciudad de General Güemes se encuentra enclavada en el llamado por muchos "Valle de Siancas". Ocurre que ese valle toma el nombre de un conquistador español que murió allí flechado por los indígenas, pero cuyo apellido era Cianca. Su historia es casi desconocida y se aportan aquí datos de valor histórico para este valioso espacio de la geografía salteña.
El Valle de Cianca es una unidad geográfica andina que se encuentra enmarcada entre las sierras de Mojotoro hacia el oeste y las sierras del Gallo, San Antonio y otras al oriente. Como accidente geográfico o depresión a 700 m sobre el nivel del mar, abarca una gran extensión del departamento de General Güemes, la porción sureste del departamento Capital y la franja sur de los departamentos jujeños de El Carmen, San Pedro y Santa Bárbara. Hacia el norte de General Güemes, su límite es coincidente en las márgenes de la unión del curso del Mojotoro - Lavayén con el río Perico.
Respecto de su designación, ocurrieron cambios que resultaron de hechos significativos. La más antigua para identificarlo fue "Valle de los Xuríes", seguramente por la abundancia de las bandadas de suri o ñandú americano que hubo entonces, y también porque los nativos se vestían y adornaban con sus plumas adquiriendo un notorio parecido.
Al momento de la expansión del imperio Inca hacia el sur y la incorporación del Área Andina Meridional, aproximadamente a partir del año 1480, dio inicio una etapa que implicó marcados cambios en las sociedades locales, entre ellos, la prohibición de continuar hablando el idioma kakán y su reemplazo con el quechua bajo pena de muerte. Las sierras de Mojotoro marcan el límite natural y también el límite etnográfico entre los valles de Lerma y el de Cianca, lo que integra la formación natural chaquense repetidamente mencionada en la documentación histórica. Los incas llamaron "Moxotoro" al río y a esas tierras del Gran Chaco. El vocablo Moxotoro, se traduce como "correntada de barro o barro nuevo".
¿Quién fue Juan de Cianca?
Juan o Joan de Cianca fue el primer español al que los naturales del Valle de los Xuríes y luego del Moxotoro, dieron muerte en un enfrentamiento armado durante los primeros días del mes de enero de 1566. A partir de ese momento, todos los escritos y cartas surgidos de la pluma de los cronistas para identificar la zona, lo hicieron con su apellido. La documentación demuestra que era hijo de Andrés de Cianca, un licenciado en Leyes que fuera nombrado Oidor de la Audiencia de Lima. Una vez establecido en Charcas, en 1540, el adelantado Francisco Pizarro otorgó las primeras encomiendas en un documento que registra las otorgadas a sus capitanes Martín Monje y Juan de Villanueva.
Es muy significativa la encomienda de Guanipaya, otorgada a Juan de Villanueva. Una enorme extensión que comprendía la parte Sur de Bolivia, así como la laguna de Pozuelos y una considerable extensión de la quebrada de Humahuaca en Jujuy. Paralelamente hay otra crónica relacionada estrechamente con la persona de Juan de Cianca. Es la de una familia española formada por el licenciado Antonio de Castro, doña Ana de la Quintanilla y la hija de ambos, llamada Isabel. A pocos años de matrimonio, doña Ana falleció y el licenciado de Castro "recibió orden sacra sacerdotal y siendo clérigo pasó a estos reinos del Perú". Antonio de Castro siempre tuvo la idea de arreglar un casamiento ventajoso para su hija. Hacia mediados de 1548 había entablado relación con la familia del licenciado Andrés de Cianca y juntos acordaron y prometieron en matrimonio a sus hijos Isabel y Juan. Por motivos aún desconocidos, los jóvenes no se casaron, y por el contrario, su padre envió a Isabel de regreso a los reinos de Castilla. Don Antonio fue el primer cura y vicario de Cochabamba, aunque pocos años más tarde, tuvo otra hija, considerada en aquellos tiempos "hija ilegítima y sacrílega", a la que reconoció y bautizó con el nombre de Petronila. Aunque no se encontró documentación con la fecha precisa de su nacimiento, todo parece indicar que fue dada en matrimonio antes de cumplir doce años, edad por entonces permitida. Mediante escribano público, don Antonio le otorgó una escasa dote al momento de casarla con el acaudalado, aunque muy mayor capitán retirado, Juan de Villanueva.
Cianca y la mina de Potosí
Juan de Cianca continuó manteniendo fluida relación con la familia de Castro y algunos escritos demuestran que tuvieron negocios en común. Oportunamente, el licenciado de Castro le vendió treinta y tres (33) varas y media de minas en el Cerro Rico de Potosí en la "Veta Rica". La joven Petronila enviudó sin haber tenido descendencia y el matrimonio con Juan no tardó en llegar. Lo consumaron algunos meses más tarde en el transcurso del año 1560. De su unión con Petronila de Castro nacieron tres hijas: María en 1561, Antonia en 1563 y Juana en 1564; reconocidas por Juan de Cianca, pero curiosamente bautizadas "Arnalte", el apellido de su madre.
Juan de Cianca nunca ingresó a la carrera militar, por el contrario, se destacó como un hábil comerciante siempre estrechamente ligado a la actividad minera y al creciente mercado en los alrededores de la ciudad de la Villa Rica de Potosí. No obstante, un hombre de cierto renombre, buenos contactos, una rentable empresa minera y que por matrimonio había accedido a los beneficios de poseer encomiendas, asumía la obligación de acudir ocasionalmente al llamado de los funcionarios reales para tomar parte de las misiones que requiriese la corona.
Hacia finales de 1565, Juan de Cianca fue convocado y recibió el título de "Maestre de Campo" (grado entre cabo y sargento) en la expedición militar que marcharía a la ciudad de Santiago del Estero para apresar a Francisco de Aguirre. La columna formada por 130 hombres al mando del capitán Martín de Almendras pasó por la provincia de los Chichas y se dirigió hacia la Gobernación del Tucumán.
A pocas leguas de ingresar en la Quebrada de Humahuaca, el capitán Almendras murió al ser alcanzado por una flecha en un enfrentamiento con los nativos Omaguacas. A partir de allí, el maestre de campo Gerónimo González de Alanís continuó al mando. A poco de atravesar "(…) una cordillera de monte siguiendo un curso de agua (…)" ingresaron a un valle. Sin conocimientos geográficos, habían entrado al territorio que marcaba la "frontera natural" entre los pueblos nativos habitantes del Valle de Salta (luego de Lerma) y enfrentadas desde siempre con las parcialidades que ocupaban ese sector del extenso "Gran Chaco". En algún punto no determinado de la zona que comprende la Quebrada del Gallinato hasta su desembocadura en el área rural de Betania, la columna se enfrentó con grupos nativos, probablemente de pelichocos o palomos, que dieron muerte a dos integrantes, siendo uno de ellos, Juan de Cianca.
La carta de la muerte
En una carta fechada el 21 de marzo de 1566, Gerónimo González de Alanís informó detalladamente a la Audiencia del trágico acontecimiento: "(…) Yo di cuenta de todo lo sucedido a estos señores y dentro de cuatro días me partí para hacer mi jornada al valle de Jujuy, porque era extrema el hambre y necesidad que teníamos, y con la misma necesidad caminamos algunos días hasta llegar a una cordillera de monte, adonde por no hallar paso, pensamos perecer de hambre; y habiendo enviado a Juan de Cianca que llevaba por Maestre de Campo, a buscar el camino, y al cabo de seis días volvió, perdida la esperanza de hallar paso; y así por esto, como por la gran hambre que teníamos, que no comíamos sino nuestros mismos caballos, me aconsejó y dijo que no había otro remedio que volver al Perú, y a trueque de no hacer esto determiné de morir o pasar; y otro día antes que amaneciese fui en persona a buscar el paso, y no me había apartado media legua del real, dejando en él a Juan de Cianca cuando los indios naturales de la tierra dieron en el campo salió a ellos Juan de Cianca con veinte soldados a pie y como los indios de maña se retiraron al monte, entro tras de ellos sucedió que le mataron".
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