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Match - point para Pedrito

Jueves, 30 de mayo de 2024 02:03
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Hay una creencia muy arraigada por la que se cree que, en el futuro, la humanidad va a ser más inteligente; más desarrollada; que va a disponer de más recursos y que va a ser capaz de hacer frente a las dificultades con mejores herramientas y de maneras más imaginativas. Tenemos estampada en el cerebro la idea que el progreso es "una recta magna, precisa, y sabia; la más sabia de las líneas". La frase parafrasea a Evgueni Zamiantín, el padre de la antiutopía rusa.

¿Qué pasa si esta idea es errónea? ¿Qué pasa si, de ahora en más, no sólo no prosperamos hacia un futuro venturoso y mejor, sino que, por el contrario, la humanidad evoluciona hacia un lugar en el que se vuelve más ignorante, más violenta; más bruta y mucho, pero mucho, más estúpida?

Oscar Wilde aseguraba que no había más pecado que la estupidez. Quizás tuviera razón. Una vez escribí una columna, "Idiocracia", donde jugué con esta idea usando la película homónima. A decir verdad, no vamos mal encaminados hacia el pecaminoso error de la estupidez.

En la película, el soldado Joe, había sido elegido para un experimento sobre hibernación prolongada por lo promedio que resultaba el hombre en todas las variables imaginables: inteligencia, vocabulario, creatividad, iniciativa; agudeza, altura, peso; todo. No se destacaba por nada; era el promedio perfecto. Además, como no tenía familia, si algo salía mal, nadie lo iría a reclamar y la especie humana tampoco habría perdido mucho. Por supuesto que algo sale mal y el experimento, diseñado para un año, lo despierta 500 años más tarde. El mundo en el que despierta Joe es un lugar bizarro e inhóspito y esas primeras imágenes son lo mejor de la película. La gente vive entre pilas de escombros y basura; la tecnología ha desaparecido casi por completo; los peatones van más rápido que los autos que han quedado reducidos a carcazas impulsadas por los pies del conductor; unos pocos edificios -torcidos- se mantienen en pie apoyados unos sobre otros como fichas de dominó que no terminaron de caer; u atados con sogas unos a otros para que no terminen de caer. La gente habla una jerga monosilábica y gutural casi inentendible y se ríen y burlan de los modos pomposos del soldado.

Luego de una serie de peripecias insólitas, Joe es puesto preso y la justicia ordena hacerle una prueba de inteligencia que resulta hilarante. Y he aquí la sorpresa; el soldado -promedio en la era anterior-, resulta ser, por mucho, la persona más inteligente del planeta. Como dice una voz en off que narra la película, la evolución no recompensa la inteligencia; sólo premia la reproducción rápida que se imponga por sobre cualquier otra variante evolutiva.

Así, el "Presidente Camacho" -un personaje estrafalario, violento, bizarro y estúpido como el resto de la sociedad-, una persona que podría ser extraído de cualquier republiqueta bananera reconocible, lo nombra Ministro del Interior y le da una semana para resolver todos los graves problemas del mundo.

¿Y si este futuro no fuera tan improbable?

Vivimos en una realidad en la que cada día trae consigo su propio desatino; su propia controversia; su propio golpe de efecto. No logramos procesar una noticia que ya otra más pasmosa la reemplaza. No podemos salir de un estupor que otro lo eclipsa de inmediato. Todo repetido ad-infinitum en una espiral mediática infinita que se espeja y se clona a sí misma; un laberinto de espejos borgeanos que nos saturan y que nos desbordan. Todo a una velocidad que no da tiempo a la reacción; a la respuesta. Los actos se imponen sobre los pensamientos. Quedamos paralizados. Y, sobre todo, normalizamos hechos y conductas que no deberían ser aceptadas; jamás. Al final del día, la estupidez nos doma; nos domestica.

"Ya lo tengo match-point a Pedrito" dijo con sorna nuestro presidente frente a un auditorio lleno de profesionales de las finanzas; gente formada que no debería haber celebrado semejante ordinariez jamás; los aplaudidores y reidores seriales se multiplican en todos los ámbitos cual los idiotas de la película de mentas. Pero resulta algo digno de aplaudir para algunos; algo hilarante para otros; para todos, algo "normal". "Si la gente no llegara a fin de mes ya se hubiese muerto"; descerrajará sin ninguna empatía ni gracias pocos días después. Es parte de la cornucopia diaria con la que nos comenzamos a conectar y a establecer como modelo de conducta aceptada y lúcida. Me parece rayano en la tragedia.

¿Y si la antiutopía de "Idiocracia" se estuviera adelantando por estos lares? Sin educación -contenidos, valores y conductas-; sin alimentación adecuada, ni en la infancia temprana ni en la adultez; sin trabajo; sin seguridad -la social y la cotidiana-; sin justicia y sin una élite que se preocupe -de manera genuina- por mejorar ninguna de estas variables; quizás "Idiocracia" sea la próxima estación en este tren distópico al futuro en el que se ha convertido nuestro país. Hoy presidido por este presidente Camacho pero que, mañana, deberá ser presidida por alguien todavía más radical de modo que pueda ser aceptado por una sociedad cada vez más degradada.

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