Para los pueblos de la Región Noroeste del país y el sur de Bolivia, la emblemática personalidad del general Martin Miguel de Güemes, al encabezar la gesta patriótica desde sus inicios, representa el máximo exponente imbuido de fervor en defensa del territorio y de sus habitantes.
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Para los pueblos de la Región Noroeste del país y el sur de Bolivia, la emblemática personalidad del general Martin Miguel de Güemes, al encabezar la gesta patriótica desde sus inicios, representa el máximo exponente imbuido de fervor en defensa del territorio y de sus habitantes.
Uno de los episodios que protagonizara junto a sus gauchos, se enfoca en el contundente triunfo obtenido tempranamente para las armas patriotas en el Alto Perú a pocos meses de la revolución emancipadora del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, cuando asumió la Primera Junta de Gobierno luego del derrocamiento del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Debemos tener presente las numerosas insurrecciones populares ocurridas en reclamo por las medidas con que las autoridades de la corona española castigaban a las comunidades nativas de las gobernaciones –intendencias de Potosí, La Paz, Charcas y Cochabamba que, desde varios años atrás, incluso mucho antes de la sangrienta ejecución de Túpac Amaru y su familia en 1781, terminaron en represiones violentas que incluyeron ahorcamientos, decapitaciones y descuartizamiento de algunos líderes.
El virrey José Fernando de Abascal, desde Lima, comunicó su desconocimiento a la Junta e inmediatamente dispuso anexar aquellas jurisdicciones a pedido de Vicente Nieto, presidente de la Real Audiencia de Charcas que desarmó la unidad del Regimiento de Patricios, y de Francisco Paula Sanz como intendente de Potosí. Además, nombró a José Manuel de Goyeneche en el cargo de general en jefe del Ejército Expedicionario del Alto Perú para que marchara a la región de Puno a instalar el cuartel realista en un área cercana al río Desaguadero, límite de ambos virreinatos. Poco después y anoticiado del "ejército de porteños insurgentes" que se dirigía al Alto Perú, Goyeneche envió tropas al mando de Vicente Nieto y de José de Córdoba para ocupar y fortificar el estratégico punto de Santiago de Cotagaita con la finalidad de impedir el paso de la columna del Ejército Auxiliar del Perú que se movilizaba desde Buenos Aires, conducido por el comandante general y delegado político Juan José Castelli y al mando del teniente coronel Antonio González Balcarce.
A su paso por las ciudades de Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy fue reclutando hombres y recolectando víveres, caballos y equipamiento. Mientras tanto, como fuerza militar provincial y anticipándose a su llegada, el valeroso teniente Güemes acompañado por los gauchos que integraban el Regimiento Nº6 llevaba varias semanas recorriendo la Quebrada de Humahuaca y alrededores hasta los sitios de Cangrejos y de Yavi detectando la ubicación de partidas enemigas y sumando hombres de a caballo.
El 27 de octubre arribaron las fuerzas patriotas a la zona de conflicto. Al haber sido emplazada en los altos de la unión de dos quebradas, Santiago de Cotagaita era prácticamente una fortaleza natural; y el inexperto González Balcarce, desconociendo el poderío de los enemigos, previo un fugaz parlamento en que exigió la rendición a los realistas, atacó irresponsablemente. El intenso fuego de los doce cañones de la artillería enemiga ubicada en lugares vitales, en poco tiempo destrozó a las avanzadas patriotas y produjo el desbande y la inminente huida del resto de los hombres que, por intervención del escuadrón de gauchos al mando de Güemes al que se había sumado el teniente José Antonio Larrea y otros capitanes con más gauchos de Tarija y de Cinti, bajo su protección alcanzaron a replegarse y retroceder unas 23 leguas en dirección sur hasta acampar sobre la misma margen del rio Suipacha a un lado del caserío de Nazareno, perseguidos durante todo el trayecto. Al llegar los realistas, se ubicaron hacia la margen opuesta cerca del pueblito de Suipacha y a media legua de distancia. En horas de la mañana del 7 de noviembre, estando los ejércitos formados hacia ambas riberas y enfrentados, luego de un breve aviso de pedido de rendición por parte del jefe enemigo, la caballería gaucha comandada por el teniente Güemes atacó de forma sorpresiva y arrolladora a los desprevenidos y confiados realistas. Enseguida avanzó la infantería para reforzar el ataque. Muchos enemigos cayeron en el campo de batalla y el resto, abandonó sus armas, equipos y demás pertrechos, quedando prisioneros. Fue una victoria avasalladora y la primera para las armas de la patria.
Basado en comunicaciones remitidas por Antonio Balcarce a Juan José Castelli, que se encontraba en Yavi, a unas cuarenta leguas de distancia, dos días más tarde envió a Buenos Aires el parte de guerra y noticias del reciente triunfo. Posteriormente y estando ya en Potosí, el día 28 elevó otro informe manifestando entre otras novedades "(…) que nuestras armas se adelanten al río Desaguadero, y desembarazando las enemigas, incorporen las provincias de Puno, Cuzco y la Costa todo a nuestros sentimientos (…)", pero el mencionado planteo fue rechazado por la Junta debido a la pertinaz determinación impuesta previamente por Mariano Moreno "(…) de que las tropas patriotas no debían bajo ninguna circunstancia pasar el rio Desaguadero (…)". Para los hombres del norte, la orden de permanecer acantonados aguardando nuevas instrucciones de la Junta demandaba un tiempo de inacción inexplicable; al tener una idea clara del cuadro de situación y sumado el perfecto conocimiento de la geografía, entendían que se presentaba la inmejorable oportunidad de avanzar sobre el enemigo y derrotarlo definitivamente, para luego marchar a la ciudad de Lima y tomar prisionero al virrey. Pero, esto no sucedió y permanecieron inmovilizados durante semanas, hasta que la Junta de Gobierno envió a Castelli la confirmación de la orden terminante de "(…) no avanzar más allá del Desaguadero y negociar con el enemigo (…)". El erróneo y tardío dictamen emitido por las autoridades de Buenos Aires hizo que la demora y la falta de una decisión inmediata que definiera un ataque repentino a Goyeneche, que permanecía acampado a corta distancia y con solo cinco compañías de 150 hombres, le dio tiempo al jefe español de recibir miles de hombres de refuerzo, armas, víveres y equipamiento desde España. La incongruencia de aquella demora se hizo más evidente cuando Güemes y sus hombres tuvieron la noticia de la aplastante victoria lograda por las tropas combinadas al mando del coronel Esteban Arce, disponiendo de muy pocas armas. Sucedió una semana después de la cruzada de Suipacha y es conocida como la "Batalla de la Pampa de Aruma o Arohuma", donde un grupo de soldados acompañados por milicias locales, armadas con palos y hondas, derrotaron a una columna realista de 800 hombres comandada por Fermín Pierola.
Quedaba en claro que, los resultados de estos dos tempranos hechos de armas habían pulverizado el dominio del virrey Abascal en el Alto Perú.
Con su negativa, Castelli generó un marcado descontento en la tropa y a la vez, recibió de parte de los capitanes encabezados por el teniente Güemes un encendido reclamo, que derivó en su separación del Ejército Auxiliar del Alto Perú y obligado a regresar a Salta como civil; mientras, los hombres a su mando fueron distribuidos en otras divisiones. En la documentación se lee que "(…) dicho capitán no existe en este ejército desde el ocho de enero de 1811 (…)"
Si retrocedemos a los días de aquellas primeras batallas de Cotagaita y Suipacha podemos ver que, tanto los partes de guerra como casi toda la documentación oficial emitida no menciona al teniente Güemes ni a los capitanes bajo su mando, a excepción de una comunicación en la que oportunamente se le ordena ocupar la cabeza del partido de Cinti en la Provincia de Charcas, para hacer reconocer y jurar al Gobierno de la Capital de las Provincias Unidas y otras comisiones de menor importancia. Asimismo, ninguna misiva hizo referencia a las sobradas demostraciones de su valor, como las que revelaron algunos contemporáneos de la talla de Miguel Otero o el general realista Goyeneche.
En ese tiempo, en que de manera inaceptable fueron aplazadas las acciones con la estricta prohibición de trasponer el Desaguadero impuesta por la Junta de Gobierno, Juan José Castelli emprendió negociaciones mediante varias cartas con el general realista José Manuel de Goyeneche, sin éxito alguno. Por el contrario, el estancamiento de operaciones permitió que los realistas recibieran numerosas tropas de refuerzo, armas y equipamiento. Luego de meses de enfrentamientos ocurridos por traspasar el límite por parte de ambos cuerpos, el 20 de junio de 1811, los realistas, fortalecidos gracias a la impericia de los porteños, llevaron adelante una cruel batalla que se conoció como el "Desastre o Derrota de Huaqui o del Desaguadero" sellando para siempre la ruptura entre el Río de la Plata y el Alto Perú. La derrota fue de tal magnitud que a la pérdida momentánea de las provincias del Alto Perú se añadió la marcada debilidad y exposición a que quedó expuesto el noroeste a una invasión realista.
Solo resta conocer los motivos que llevaron a las autoridades del Superior Gobierno de las Provincias Unidas del Río de La Plata a extender innecesariamente la Guerra de la Independencia.