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San Martín: el oro espiritual argentino

Sabado, 17 de agosto de 2024 02:21
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José de San Martín habitó un mundo turbulento, en la encrucijada de revoluciones, de transformaciones en todos los planos del hacer humano. Le cupo actuar en el Viejo y en el Nuevo Mundo, y también su vida se resolvió entre la acción militar y el recuerdo o los vestigios de su vida de batallas. Su historia es un empinarse rápido hasta alcanzar proyecciones poco comunes, y un replegarse lento, y es en este tiempo recoleto que emerge el gran humanista que anida en él.

El humanismo de San Martín es el humanismo de un hombre de acción que respalda su plenitud de hombre y que después de cumplir "su destino", se llama a silencio, que solo interrumpe esporádicamente cuando trata de justificar, alguna vez las piezas del edificio que su acción levantó.

Un humanismo abrevado en tiempos de su educación en el Seminario de Nobles de Madrid y en la formación de su precoz vocación militar. Pero, hay también en nuestro Padre de la Patria una pasión por los buenos libros. En este sentido fue un autodidacta. Cuando San Martín abandonó España para dirigirse a Buenos Aires, llevó su biblioteca. A través de una lista hecha por el propio San Martín en Mendoza, recoge lo que trajo de la península, pero también otros que incorporó en América y que donó finalmente a la Biblioteca Pública de Lima.

En esa obra encajonada, junto a obras militares y de técnicas agrícola-ganadera, hay interesantes títulos de una biblioteca humanista. Los libros franceses constituyen la mayoría y títulos de la antigüedad clásica. De todos ellos, abreva y con esas lecturas construye su bagaje doctrinario que animará su acción.

"Sus biógrafos concuerdan en presentarlo como un hombre reservado, taciturno, de temperamento frío, pero de un espíritu apasionado".

Es San Martín, ante todo, un estoico. Además de los beneficios de las lecturas, fueron sus virtudes naturales, su severa autocrítica, la línea recta que se impuso, los rasgos que configuraron su estoicismo.

Aflora en él, un hombre que se contiene, que aprende a templar el deseo de gloria, que mitiga la ira, que practica la frugalidad, que satisface los deseos con moderación, que sobrepone el alma a las injurias, que soporta las contrariedades. Austero, parco en palabras, muy atento en la escucha, procurando no deslumbrar sino complacer al interlocutor, dueño de sus silencios y firme en la acción. Alejado siempre de las banalidades y del lujo y boato. Un hombre de bien que no se permite palabras groseras.

Evidencia que cuando más aventajado fuere uno en linaje, en fama, en hacienda, tanto más valeroso se ha de mostrar, recordando que los primeros militares han de luchar en primera línea.

Es también San Martín un Caballero cristiano, al decir de Monseñor Alfonso María Buteler, Arzobispo de Mendoza y Neuquén, quien al inaugurase la cátedra San Martín en la Universidad de Cuyo expresó: "el caballero se distingue por el respeto a las damas, y para los católicos, hay una dama que está por encima de todas: la Madre de Dios". Prevalece en él en todo momento, el ideal caballeresco, en la conducción de sus hombres.

Imprime en la tropa contenidos de base moral y política, enseñando que la patria no hace al soldado para que deshonre con sus crímenes ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de esas ventajas, ofendiendo a los ciudadanos con cuyo sacrificio se sostiene. Por ello la tropa debe ser tanto o más virtuosa y honesta, cuanto que es el cuerpo que debe conservar el orden público y dar fuerza al gobierno para ejecutarlo y hacerse respetar de los agravios que serán más insolentes con el mal ejemplo de sus soldados.

El perfil

Tal el perfil del insigne americano. Sus biógrafos concuerdan en presentarlo como un hombre reservado, taciturno, de temperamento frío, pero de un espíritu intensamente apasionado. Hay quienes pretenden tratarlo como la encarnación de un sistema en marcha, pero era en realidad un vivo exponente de acrisolado sentido de solidaridad, de orden y de disciplina.

San Martín fue en América un iluminado, un hombre de misión, vencedor en la guerra justa y vencedor de si mismo".

La voluntad constituía en él, substancia y esencia del individuo, y dotado de admirables condiciones de sagacidad y astucia, además de una rara intuición para aquilatar los hombres, sabía elegir siempre con verdadero acierto sus colaboradores, a quienes dirigía con inteligente prudencia.

El espíritu de sacrificio, de renunciación- tan importante en la doctrina estoica- puede servir de comentario insuperable a la última y larga etapa del Héroe americano. Y es que no cabe duda, el estoicismo es particularmente eso: un encogerse en sí mismo, una filosofía de la renunciación, un prepararse para la muerte después de la obra cumplida.

Pocos hombres famosos ofrecen como San Martín a través de toda su vida, pero en particular a través de su voluntario destierro, una tan paralela trayectoria estoica en el hacer y el decir.

Su extraordinaria personalidad moral, la más inmaculada entre todos los conductores políticos- militares de pueblos, hacen de él, ejemplo del patriotismo argentino

El es toda luz, sabiduría y carácter. Es el oro espiritual argentino. Pero en su hora, el héroe no fue cabalmente entendido. Es el hombre de las renuncias morales, el que jamás desenvainó su espada sino para emancipar pueblos.

Papel importante

San Martín fue en América un iluminado, un hombre de misión, vencedor en la guerra justa y vencedor de si mismo. Se venció para evitar la lucha fratricida entre pueblos americanos de igual estirpe.

San Martín intuyó una misión especial. Por el hacer continuo llevó a cabo su obra. "Para los hombres de coraje- expresó- se han hecho las grandes empresas". Y le sobró valentía y coraje, pues el amor a América lo impulsaba. Y fue un realizador, un libertador de pueblos

Sus renunciamientos, meditados y serenos, le llevan a retirarse sin cerrar el portal definitivo de las guerras por la emancipación. Por lo tanto, pierde en vida, en silencio varonil admirable, ser gloriado por sus contemporáneos. Pero alcanza con esta actitud incomprendida en su hora, la tranquilidad de conciencia y la perpetua gracia de la paz interior. Tal determinación lo llevó por el camino del amargo ostracismo.

Precisamente en ese renunciamiento está el máximo valor. En ese acto está la gloria de su alma. En su retiro, no lleva más que la honra del deber cumplido, alejándose del escenario de su misión.

A ciento setenta y cuatro años del fallecimiento del Padre de la Patria, es bueno volver a revisar su bagaje ético, en momentos que la Patria asiste azorada a un escándalo de proporciones inusitadas para vergüenza nacional e internacional.

Es lícito que cualquier ciudadano aspire a ocupar cargos públicos, pero esta tarea muy digna y encomiable pierde su razón de ser cuando no se sofrenan las pasiones, cuando no se respeta la institucionalidad y la jerarquía de la que ha sido investido por la ciudadanía. La falta de ética, envilece al sujeto y es el escarnio de la república.

No es suficiente con un caudal de conocimientos científicos, es menester que el aspirante a gobernante posea un caudal de contenidos éticos y de sentido común. Abochorna al soberano la volatilidad de pensamiento y de acción de quienes están llamados a representar al ciudadano de bien.

Cabe hoy, más que nunca, volver nuestra mirada al pasado para encontrar estos maravillosos ejemplos de vida, de entrega, de sacrificio, de honor, de caballerosidad. Es verdaderamente, el General Don José de San Martín, Libertador de los Andes, el oro espiritual argentino.

Acto en Salta para recordarlo

Hoy funcionarios provinciales y municipales participarán del acto oficial en conmemoración del 174° aniversario del fallecimiento del General Don José de San Martín.

El acto se llevará a cabo en el pie del monumento del Héroe Nacional, ubicado en el parque San Martin, sobre avenida del mismo nombre. Será un momento de recuerdo y reflexión.

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