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Mandriles y política de tablón

Viernes, 23 de agosto de 2024 01:40
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"Sombra final se perderá, ligera. / No nos une el amor sino el espanto; / Será por eso que la quiero tanto"; escribió el inigualable Jorge Luis Borges. "No nos une el amor sino el espanto; será por eso que lo queremos tanto", podría ser una buena forma de parafrasearlo y explicar, tal vez, el alto porcentaje de adhesión que mantiene el presidente Milei.

Llegamos a Milei tras el hartazgo psicológico, social y económico que produjeron veinte años de kirchnerismo. Luego de la tergiversación absoluta y sistemática de cada causa noble; luego de que de toda idea legítima y toda noción de verdad fuera bastardeada y pisoteada. Un ejemplo; el escándalo de los seguros hace estallar una trama perversa de maltratos físicos y psicológicos, de privación ilegítima de la libertad y de incitación al delito del presidente hacia la ex primera dama. Quien "venía a acabar con el patriarcado"; quien dijo "me da vergüenza que en la Argentina exista una sola mujer que sufra violencia de género"; hoy podría estar a punto de ser desenmascarado como un bestial golpeador serial. Su secretaria y su ministra de género -entre infinitos otros-, parecen haberlo encubierto. Es así; llegamos a Milei, exhaustos por un modelo perverso, cínico, siniestro y agotado que aun cuando daba sus últimos estertores, aun así nos seguía asfixiando.

Pero, la denuncia -correcta, justa y necesaria- de cada infinito acto de corrupción o de cada política equivocada anterior, no legitima ni puede normalizar que estas denuncias se hagan acompañadas de insultos, amenazas o expresiones fuera de lugar. No puedo suscribir a esta forma de hacer política que busca imponer que "las formas no importan"; que se trata de un "estilo nuevo, apasionado y desacartonado".

La política no puede ceder al impulso de convertirse en una batalla entre barrabravas que cantan cánticos inapropiados desde los tablones de infinitas canchas de fútbol. La falta de formas no es un estilo; es falta de educación. Y de clase.

La forma es tan importante como el fondo y hace a su esencia. Sin formas se pierde el mensaje; se pierde la pretendida superioridad moral desde la cual se busca cambiar una forma de pensar. Sin formas nos volvemos incivilizados, pero, sobre todo, nos volvemos violentos. No se combate un demonio convirtiéndonos en demonios peores. El "bullying" político lleva al "bullying" social y así, nos demonizamos todos.

No importa si la violencia verbal, gestual o conceptual la hacen los propios funcionarios del gobierno, o si la hacen troles mediáticos escondidos tras las sombras del anonimato y de la virtualidad. Cuando el gobierno o sus funcionarios avalan, celebran o redistribuyen estos comentarios y esta forma de dirigirnos unos a otros, se hacen cómplices de esa violencia original. Creo que "dar un like" o "re twittear" una difamación, una guarrada o una barbaridad escrita por otra persona, equivale a haberla escrito de propia mano.

Y la violencia no es "libertad de expresión". Todos tenemos el derecho a la libertad de expresión sin faltar el respeto a nadie; sin mancillar ni insultar a nadie; sin hacer "bullying" político o social. Va a ser en extremo difícil combatir el flagelo del bullying en las escuelas, por ejemplo, si este mismo bullying es hecho desde las esferas oficiales hacia los adversarios, libre pensadores o, en general, hacia toda persona que exprese una opinión desviada de "la forma oficial correcta de pensar".

Términos como "le dejamos el culo como un mandril" o la última interminable concatenación de insultos irreproducibles e indignos de la investidura de un presidente de la Nación -pronunciadas en el Congreso de Desarrollos e Inversiones Inmobiliarias-; son todas muestras de una violencia verbal inadmisible que no se puede naturalizar ni consentir. Menos festejar. No es una picardía; es un horror. La cohorte de aplaudidores de la barbarie sorprende y asusta; nos hunde más, todavía, en el pozo de la banalización y de la mediocridad.

Franz Kafka, -que podría haber sido un autor costumbrista contemporáneo argentino-, escribió: "A partir de cierto punto ya no hay vuelta atrás". Siento que vamos traspasando ese punto a toda velocidad. La falta de formas lastima y erosiona la convivencia cívica. La falta de convivencia cívica se puede llevar puesta a la democracia y a la República. Las formas importan; mucho. El espanto puede tener límites si descubrimos un espanto mayor. Y el amor nunca es un cheque en blanco perpetuo.

Antes de decir algo, antes de abrir la boca siquiera; el gobierno y cada uno de sus funcionarios deberían ser capaces de pensar: "Tengo un martillo fuerte, pero no puedo usarlo, porque su mango arde"; haciéndose eco de otro hermoso pensamiento de Kafka. A su vez, el kirchnerismo, el peronismo más cerril y todo el resto de las fuerzas políticas amorfas y de poca o nula representatividad que han quedado fragmentadas y confundidas; deberían entender que tienen que ser parte de la solución y no del problema como lo fueron siempre. Como lo siguen siendo. O como pretenden seguir siéndolo.

"Una jaula salió en busca de un pájaro" dice Kafka, desde su tumba. Ojalá no seamos ese pájaro. Ojalá no quedemos encerrados en otra jaula; otra vez. Ojalá.

 

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