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Reflexiones sobre el odio y el amor

Miércoles, 07 de agosto de 2024 01:26
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"El vocablo antisemita es vulgar y pedantesco, lo que creo que será reconocido por la generalidad -afirmó el historiador católico Hillaire Belloc- Además, es absurdo. La animadversión a los judíos nada tiene que ver con ninguna raza semítica, la cual probablemente existe tan poco como muchas otras abstracciones hipotéticas modernas... El antisemita no es un individuo que odia a los árabes modernos o a los antiguos cartagineses, sino un individuo que odia a los judíos".

Hace milenios que la humanidad enfrenta este problema sin encontrar una solución lúcida. Egipto, en su tiempo la mayor potencia hegemónica, fracasó en su empeño aniquilador. La Biblia atestigua que los hebreos se liberaron del yugo faraónico y se establecieron en la tierra de Israel. No pudieron con ellos los feroces asirios, ni los duros babilonios, ni el poderoso imperio romano. En efecto, Tito, tras destruir Jerusalén los desterró en masa a España, pero tras veinte siglos de penuria, los judíos volvieron a su tierra patria.

En el Siglo XX los nazis intentaron la llamada eufemística solución final, que era lisa y llanamente la exterminación del pueblo elegido. Belloc anunciaba entonces que esta decisión inhumana, sería fallida "in límine", porque "Israel es eterno, y el nazismo, sin duda alguna, es todo lo contrario".

Cuarenta siglos de historia prueban la resiliencia del pueblo elegido y atestiguan el milagro providencial de su supervivencia, que no tiene explicación racional. La cultura judía se basa en una fe inclaudicable, en un empecinado amor a Yavé y en la escrupulosa obediencia a la ley mosaica del pueblo hebreo. El odio, la persecución y los intentos de eliminarlos, sólo abroquelan a los descendientes de Abraham y exaltan su espíritu de supervivencia y de diferenciación. El trillado camino de la destrucción de los judíos fracasó recurrentemente. Dios no lo quiere y no lo permite.

Debemos reconocer y respetar las diferencias y aprender a vivir bajo el mismo cielo con nuestros semejantes

En la "Vida de Disraeli" de André Maurois, leí una frase iluminadora: "En Jerusalén (Disraeli) pasó la semana más conmovedora de su vida. Su excitación llegó al paroxismo. Fue a arrodillarse ante el Santo Sepulcro y le encantó pensar en Cristo como en un príncipe Hebreo. No comprendía como un judío podía no ser cristiano. Para él eso significaba quedarse en medio del camino y renunciar a la gloria de su raza, que consistía en haber dado un Dios al mundo".

En mi segunda visita a Tierra Santa, al postrarme en adoración en el mismo Santo Sepulcro, tuve una epifanía y entendí la frase de Cristo a la mujer samaritana: "la salvación viene de los judíos", porque era históricamente justo que el Cordero de Dios naciera de este pueblo purificado por el dolor, maltratado y perseguido ad infinitum.

Mi pensamiento volvió a Disraeli, quien fue el brillante artífice del imperio inglés y el príncipe de la paz mundial, porque resolvió diplomáticamente la cruel guerra entre Turquía y Rusia. Fue como el patriarca José, un estadista previsor, un estratega global y un realizador preciso. En noviembre de 1875, Disraeli solucionó el crítico problema del canal de Suez comprando para Inglaterra las acciones del Kedive, con un discreto y patriótico préstamo de su amigo Rothschild, que aseguraba la ruta a la India. Esta operación sorprendió a Bismarck y a los belicosos alemanes. Disraeli y Rothschild, ilustres judíos ingleses demostraron ser excelentes súbditos, leales a la Corona y al imperio inglés.

"Mutatis Mutandis", en otro escenario, en nuestro país, conocí a Mario Hirsch y fui testigo ocasional de su compromiso patriótico con el país y con su desarrollo. Fue mi generoso mentor. Invitado por él, ingresé en Bunge y Born, un holding que nucleaba 40 empresas de gran dimensión y daba trabajo a cuarenta mil argentinos. Allí aprendí el severo arte de la administración.

El espíritu donante de la familia Hirsch es proverbial. El Museo Nacional de Bellas Artes, se nutrió del obsequio de las colecciones que incluían pinturas de Rembrandt, Rubens y de otros grandes artistas flamencos. Financiaron infinidad de becas y subsidios para apoyar los esfuerzos de superación de millares de argentinos. De esta empresa surgió una legión de administradores profesionales calificados.

El terrorismo montonero protagonizó el dramático secuestro de los hermanos Born. Este hecho provocó un impacto negativo sobre la multinacional liderada por la familia Hirsch, que posteriormente se retiró del país. En tanto, Oberdan Sallustro, presidente de Fiat, era asesinado por el ERP en 1972. Él era un hombre que poseía una exquisita cultura humanística y a la vez era un gran emprendedor. El país sufrió una pérdida irrecuperable al cancelarse los grandes proyectos e inversiones de estas empresas de gran dimensión e impacto económico.

El terrorismo sólo ha causado devastación, dolor y muerte, sin dejar ningún saldo positivo, aunque se disfrace de guerra santa. Dios no puede querer el sufrimiento de sus criaturas sino su ascenso a una vida plena. La venganza, la ley del ojo por ojo, hará que la humanidad quede ciega, tuerta o mutilada. A nosotros, los cristianos, nos compete ser arquitectos de la "Civilización del amor" que propuso el papa Paulo VI. Ese amor que enaltece a nuestra especie y que nos debe conducir a vivir unidos solidariamente y no divididos en sectas sanguinarias que matan a sus enemigos con insana vehemencia. Comencemos hoy con el gesto de compartir con nuestros hermanos judíos, musulmanes y viejos marxistas irreductibles, el angélico, apostólico y cristianísimo saludo: "La paz sea contigo".

 

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