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Día del maestro, día del estudiante: entre encuentros y desencuentros

Jueves, 12 de septiembre de 2024 01:40
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En el calendario escolar, septiembre marca la diferencia. En todo el país, el 11 se festeja el Día del Maestro y el 21 el día de las y los Estudiantes.

Platón decía, hace 2400 años, que la disposición emocional del alumno determinaba su habilidad de aprender. Salir de las cavernas es un ejercicio de revolución en educación. Si tomamos el mito de Platón hoy significaría salir de lo cotidiano y lo supuesto para aprender a mirar con otros ojos y otras herramientas en nuestras aulas. Y pensarlas en consecuencia; la docencia no acepta simulacros.

En este mes los invito a pensarnos en nuestro rol. Más allá de las políticas educativas, más allá de negociaciones salariales y más allá del currículum. Nos corramos de la queja y miremos, cara a cara, los encuentros y desencuentros con los que nos topamos a diario.

Estar sin estar

Porque la educación es un espacio propicio para encuentros y desencuentros. ¿Cuántos docentes y alumnos están en la escuela sin estar? Ir a la escuela sin encontrarle sentido es uno de los mayores desencuentros que nos atraviesa, a muchos docentes, alumnos y a la sociedad toda.

El aprendizaje es posible siempre y cuando converjan el deseo de aprender y el deseo de enseñar. En ese encuentro se ponen en juego emociones, sentimientos y experiencias en un espacio diseñado para tal fin; en él, un docente y un estudiante mantienen una relación de poder y esa relación de poder, bien entendida, posibilita las transformaciones en ambos sentidos. Sin embargo, no siempre es así. Si lo que sucede es el desencuentro, ese espacio y esa relación se tornan difíciles y el aprendizaje es casi imposible.

La historia personal entra al aula de la mano con el amor y el desamor, y las marcas que ambos dejaron en cada uno de nosotros. El maestro espera niños que registren al otro, adolescentes motivados, familias que acompañen, respeto, reconocimiento y jerarquía y encuentro con la sociedad. De igual modo, esperamos ser recibidos por maestros que han descubierto sus capacidades, que pueden mostrar todos los mundos posibles. Y esto no siempre sucede.

Aprendizaje

Educar es sostener vínculos. Sin vínculo no hay aprendizaje. Hoy nos encontramos con aulas desordenadas, niños que no escuchan, adolescentes que no se motivan, con transformaciones socioculturales y tecnológicas que influyen en la manera en que los chicos perciben el mundo y se relacionan con él. Esos son nuestros alumnos, hoy.

Los niños y adolescentes entran al aula con una historia cargada de mandatos acerca de la escuela. Y en esa relación de poder se provoca una mutua transformación. Siempre y cuando se respete al otro. Al alumno.

Nos preguntemos entonces por el aula que queremos. Un lugar donde se pueda aprender mucho más que habilidades cognitivas, también habilidades socioemocionales como la solidaridad, el manejo de la frustración y la ira, el enojo, la comunicación, la responsabilidad entre otros.

Un buen docente no espera ser imitado, no abusa del poder. Debemos respetar el derecho a la educación, derecho protegido y garantizado. La educación implica tener responsabilidades y eso también se enseña. Responsabilidades que tienen que ver con el respeto: por el otro, sea docente o compañero; por las oportunidades de aprender; por la escuela y el espacio que nos brinda. Esto hace a la experiencia educativa y prepara para la vida en una sociedad democrática y respetuosa. Fortalecer la relación desde el respeto, la mirada y la participación ordenará un aula caótica y la convertirá en un espacio donde el aprendizaje y la transformación sean posibles.

Un docente es alguien que inspira a que el otro se transforme y la transformación implica acción. Todos sabemos que la educación en acción, con todas las problemáticas que la atraviesan, debe ser puesta en escena. Poder poner en palabras el imaginario y la necesidad de la sociedad, hablar de lo que nos sucede. De lo que necesitamos. De lo que no se ve y está. Del esfuerzo de todos, los que, en silencio, hacen y son parte.

Despertar el deseo de saber nos convoca a conectar con la escuela de la sorpresa, la escuela que conmueve, el aula que vibra y hace vibrar.

Cuando la alegría se retira es difícil convivir en las aulas. Desde la utopía y la convicción elijo pensar la educación como el gesto que construye la esperanza. Y los invito, una vez más, a recuperar el sentido de la escuela y a recuperar la capacidad de encontrarnos a diario.

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