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En el primer decreto del 2025, el gobierno nacional promulgó el año de la "Reconstrucción de la Nación Argentina". En contraposición a la ideología libertaria, el Articulo 3 pasa a mover a la maquinaria del poder ejecutivo a realizar "las acciones pertinentes tendientes a destacar y difundir las medidas y políticas que se lleven adelante para la consecución de la reconstrucción del país". Puesto de otra manera, el primer boletín oficial del 2025 lanzó la campaña electoral libertaria.
Como en otros tantos ejemplos de la dificultad de coherencia entre el dogma quasicientifico libertario y el accionar del aparato de gestión, siempre funcionó denigrar al Estado para después cooptarlo en función de la necesidad política propia. A lo mejor, dado que el proceso de fusión (o desaparición) entre el PRO y La Libertad Avanza entra un ciclo propio de novelas de verano, la preparación del terreno electoral necesita una construcción épica para llegar airosos a octubre. La campaña electoral del gobierno durará en sensaciones positivas al ritmo de las variables económicas, la batalla cultural relanzada y la impericia del sector, casi inexistente, opositor.
Lo que confirma el boletín oficial es la mirada mesiánica y hasta religiosa que solo hay un camino para solucionar los problemas del país. Un camino dogmático, rígido, oficial y con nombre y apellido. Los comicios en octubre muy posiblemente den al gobierno una cuota de gobernabilidad que le garantice el veto propio por tercio de las Cámaras, la presencia territorial con dirigentes propios en la mayor parte del país y una ansiada victoria narrativa y cultural donde la gestión pública no encuentre mucha resistencia a la desregulación desmedida y el manejo económico puramente desde lo financiero.
Los desafíos para octubre
Los desafíos que tiene el gobierno para llegar a octubre celebrando una victoria de ratificación de rumbo y adelantando el anuncio de una posible reelección de Milei son varios. La realidad, más en la Argentina, tiene la capacidad de poner las cosas en su lugar de manera rápida y sin escalas.
La Argentina en el 2025 tiene los mismos problemas que en el 2024. Por supuesto que sería de necios no valorar la bajada de la inflación, pero siempre es necesario recordar a qué costo. La rueda financiera fue muy importante para bajar expectativas cambiarias, anclar al dólar oficial y comprar reservas. Pero, aun con capacidad de pago de intereses de la deuda externa, esas reservas terminan por desvanecerse para justamente intervenir artificialmente en los paralelos.
A un peso apreciado, menos competitividad del aparato nacional. Menos producción y exportaciones, menos recaudación. Menos recaudación, menos inversión estratégica que solo el Estado puede hacer o coordinar, como nos lo recuerda el mismísimo plan nuclear del gobierno.
Estas condiciones sumadas a la recesión inducida vía reducción de transferencias para obra pública, educación, salud, jubilaciones, tarifas y personal del Estado, termina por mostrar al superávit fiscal como un objetivo razonable dentro de un plan productivo nacional, pero muy expuesto a las necesidades crónicas de pobreza estructural en el país.
A modo de ejemplo, mientras el gobierno recortó en la universidad pública, no lo hizo en la asignación universal por hijo, básicamente cortando un proceso virtuoso del rol de la educación pública como escalera de movilidad social ascendente. Por eso cuando el fanatismo fiscal y financiero triunfan mientras se apuesta en el casino, la política pública de largo plazo no resiste a la competencia desleal desde el resultado inmediato.
En el modelo de apertura indiscreta de las importaciones, competencia desleal, desregulación y vacíos legales, el gobierno pretende que la teoría económica del siglo pasado sea justificación necesaria para prescindir de la ciencia y la tecnología, de la memoria institucional y de esfuerzos nacionales en todos los servicios públicos. La campaña electoral intentará mostrar la baja inflacionaria como ejemplo de prosperidad liberal. Lo hará sin contar los costos, los trade-offs y las externalidades. Probablemente, también, lo haga celebrando el segundo acuerdo de deuda consecutivo entre el "mejor ministro de economía del mundo" y Fondo Monetario Internacional.
Más ruido que nueces
El segundo foco de acción será crear señuelos de distracción para llevar a la conversación publica a debatir lo imposible, enojarse por exageraciones y sacar la atención de lo importante. La batalla cultural desplegada por el gobierno le dio resultados durante su primer año de gestión. La sociedad argentina ha pasado más tiempo debatiendo sobre si los perros del presidente están vivos o muertos que sobre la falta de distribución de cinco millones de kilos de alimentos almacenados en depósitos estatales a poblaciones vulnerables cuando el pico de pobreza alcanzo el 50%.
El gobierno ha defenestrado al profesional que trabaja en el Estado criticando funciones, atributos e idoneidad cuando la prueba de habilidades impuesta por el gobierno fue aprobada por más del 95% de los concursantes. Nos hemos dedicado a hacer demasiadas observaciones a las formas del presidente y su investidura sin meditar más sobre la responsabilidad ética y legal de su círculo más íntimo, empezando por casos de nepotismo y asesorías políticas abarcando funciones constitucionales. Haciendo memoria, el consumo de temas de batalla cultural del gobierno fue el pan de cada semana donde el periodismo, el análisis y la política pasó el mayor rato ¿o hemos debatido con seriedad, por ejemplo, la reconversión de la SIDE o la defunción de la AFIP? ¿Es serio tener una Corte Suprema de 3 miembros y ninguna mujer? ¿No es tema de debate los papelones diplomáticos de la Argentina en la mayoría de los organismos internacionales?
La falta de tracción a temas de deberían ser parte integrante de la agenda pública es mérito de la estrategia del gobierno. Pero también es culpa del sector opositor que eclipsado por el resultado presidencial no logra encontrar alternativa proponer ni cómo.
Enfrente, ni visión ni estrategia
Si comparamos la experiencia de Brasil durante la presidencia de Bolsonaro o la primera presidencia de Trump en EE. UU., los bloques opositores que lograron demostrar alternativa tuvieron dos condiciones necesarias: claridad de modelo contrincante y apertura de alianzas para ese fin. En ambos casos, sin hacer juicio de mérito a cual modelo es mejor o peor, el juego democrático obtuvo niveles de discusión política elevados llevando a la sociedad opciones legislativas para resolver, por ejemplo, la crisis de inflación alta, Covid, derecho al aborto y seguridad al mismo tiempo que lograron construir alianzas con sectores tradicionalmente independientes. La receta de modelo alternativo y alianzas pragmáticas también funcionó en España en las elecciones generales del 2023. A modo de comparación, en la Argentina los partidos de alternancia han virado al oficialismo o siguen más interesados en batallas internas. El mismo argumento a favor de oposiciones fuertes aplicaría si Javier Milei fuese el sector opositor más importante. Con la reforma política y la posible suspensión de las PASO, los partidos de alternancia tienen por delante un escenario de desaparición si no logran interpretar las necesidades económicas, políticas y sociales de la Argentina post shock libertario. Así como el partido laborista en el Reino Unido no entendió los cambios de matriz política durante 14 años, la oposición en la Argentina corre el riesgo de caer en minorías irrelevantes. Al país no le hará bien una oposición inexistente a un gobierno basado en dogmatismos de todo tipo.
La gestión de 2025 en Argentina refleja profundas contradicciones entre la retórica libertaria y las acciones gubernamentales, que utilizan al Estado como herramienta de promoción política y consolidación de poder. Aunque el gobierno busca capitalizar éxitos como la baja inflación, lo hace a costa de recortes sociales y económicos que afectan el desarrollo sostenible del país. Esta estrategia, basada en la narrativa épica y distracciones culturales, oculta problemas estructurales como la pobreza, el debilitamiento institucional y la falta de inversión estratégica. La oposición, fragmentada y sin un modelo alternativo convincente, está perdiendo relevancia en un escenario político donde el oficialismo domina el discurso. La falta de contrapesos efectivos plantea riesgos para la democracia, dejando al país expuesto a un proyecto basado en dogmas y soluciones de corto plazo. En este año electoral, es esencial un debate político profundo y el fortalecimiento de alternativas responsables y pragmáticas para que, entre toda la política, el eterno péndulo de la Argentina no se vuelva a mover de forma violenta.