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"No se moleste, Luisa Santiaga -le gritó al pasar-. Ya lo mataron". La frase es vital en la famosa novela "Crónica de una muerte anunciada"; del irrepetible Gabriel García Márquez. Nombra algo inevitable; ineludible. Quizás tan anunciado y predecible como lo era -viéndola hoy- la derrota del gobierno en la Provincia de Buenos Aires. "Es un empate técnico" decía el oficialismo días antes, anticipando la derrota y sabiendo que, de salir dos o tres puntos por debajo, festejaban.
Nadie imaginó -ni la oposición en sus más afiebrados sueños, ni el oficialismo en sus más oscuras pesadillas-, que la derrota sería por casi catorce puntos de diferencia. Y así se abrió una brecha; el camino a un nuevo abismo. La economía, la gobernabilidad y nosotros, la sociedad; nos vimos haciendo equilibrio sobre una cuerda floja sin red de seguridad. Otra vez.
Parte de la sociedad se comenzaba a cansar de los modos de MIlei. De sus insultos soeces y de su destrato; lo que lo llevó a esa insulsa promesa de no insultar más. Promesa que nunca cumplió. No decir malas palabras y no usar términos escatológicos no es dejar de insultar. Parece que otra parte de la sociedad se cansó de la crueldad de la cual "el león" se regodeaba. O se desilusionó con las sospechas de corrupción que instalaron los audios de Diego Spagnuolo; hoy ratificadas en sede judicial por Cerimedo.
Al final, la sociedad entró en estado de alerta tras la volatilidad del dólar; las tasas altas y la falta de crédito; los cierres de locales y de empresas; que fin de mes llegara el día 20; el fantasma del desempleo y la eterna crisis de deuda que pende sobre nuestras cabezas cual Espada de Damocles. Cuando muchos se dieron cuenta que en el extremo de la motosierra estaban ellos y no la "odiada casta".
Caputo sacó de la galera un conejo mágico -la cancelación por tres días de las retenciones al campo- dejando un tendal de sospechas, enojos y suspicacias; y él y Milei encararon un viaje de emergencia a pedir auxilio a Trump. A contraer más deuda. Recuerdo cuando dijo: "la deuda es un genocidio sobre las generaciones futuras". Bien se dice que la necesidad tiene alma de hereje.
Parece que se comienza a sospechar que el experimento libertario nunca fue viable; tanto como siempre fue evidente que nunca tuvo forma de proyecto ni estructura de plan. La elección del 7 de septiembre marcó un punto de quiebre que le puso freno a la motosierra; mientras los gobernadores le pusieron un freno a su irracionalidad. Pero no puedo dejar de preguntarme qué cambió; en realidad.
Fiel a sí mismo
Después de todo, Milei siempre siguió siendo fiel al panelista televisivo e "influencer exitoso"; ese que "cautivó" a la sociedad con shows ásperos y maneras propias de un animal social, no del animal político del que habla Arendt. Además, Milei siempre fue sincero sobre sus ideas electorales y "ganó" el debate presidencial logrando mostrarse como una víctima, ajena a la casta tradicional responsable de las gestiones presidenciales hasta ahora.
Es fácil encontrar en las redes el video de Milei -ya presidente; extasiado- diciendo cosas delirantes que habrían estremecido a sus "héroes" Sarmiento y Alberdi -que el círculo rojo aplaudió y la sociedad festejó-: "El Estado no debe ser gestionado sino desmantelado"; "soy el topo que destruye el Estado desde adentro"; "yo odio tanto al Estado que vengo a destruirlo desde adentro". Hoy, le pedimos a ese personaje que vino a destruir al Estado, que sea Estado. Que deje de lado su crueldad, desaprensión e insensibilidad y que esté presente ante los discapacitados y ante la educación. Que deje de lado esa forma de pensar.
Con una esquizofrenia notable, le pedimos a ese desmantelador, que construya. Le pedimos a ese outsider desaprensivo y extravagante que gestione con veteranía política y con buen tino. Que se interese por la política cuando siempre disfrutó decir que eso le aburría y que la iba a delegar en su hermana. Cosa que hizo.
El 56% del 75% del padrón electoral, eligió presidente a un personaje antisistema y anti-política (que, en mi opinión, parecía delirar); para luego exigirle que haga acuerdo políticos y que consolide una relación con gobernadores de todos signos, sabores, olores y colores. Que consolide una gobernabilidad parlamentaria. Le pedimos que dialogue y que esté abierto a consensos cuando, antes, le festejaban a rabiar cada vez que prometía "romperles el culo a todos" (sic). Al que gritaba "Nos chupa un huevo lo que opinen los que arruinaron el país" (sic); ¿no se le está pidiendo, hoy, que deje de ser él? ¿No se le pide que deje de ser aquel a quien, conociéndolo cabalmente, el 56% del 75% del padrón votó?
No puede salir bien
Sabiendo esto; ¿no era todo previsible; desde el principio? No entiendo qué clase de encantamiento; de pensamiento mágico;
qué clase de velo no nos deja ver lo obvio desde el inicio de las cosas. "No se moleste, Luisa Santiaga. No puede salir bien" era la paráfrasis correcta.
Sé la respuesta. La necesidad de destronar al infame kirchnerismo lo justificaba todo. Hasta que dejó de hacerlo. Hasta que la hermana repostera demostró no ser la armadora política nacional de fuste que imaginaron que era. Hasta que la casta vieja corrompió a la casta nueva; o cuando a esta nueva casta se le cayó la careta y demostró no ser mejor que la casta anterior. Cuando "les estamos choreando los curros" dejó de ser un furcio y se convirtió en una penosa posibilidad. Cuando demostraron ser inconducente e innecesariamente crueles. Cuando el gobierno guardó silencio ante las canalladas del "Gordo Dan", haciéndose cómplice de su inhumanidad. Cuando los "argentinos de bien" y los "ñoños republicanos" dejaron de ir a votar.
Hoy nos damos cuenta de que una cosa es llamar la atención en la tele, en TikTok o en programas televisivos que llevan a panelistas mediocres para levantar el rating; y que otra cosa es gobernar. Gobernar bien, con cintura política y sin apoyo ni mayoría parlamentaria es algo para avezados; no para improvisados sin medicación.
La esperanza le insufla al hombre "ciegas esperanzas"; dice Esquilo. La esperanza permite ocultar la realidad tras un velo y ver lo que queremos ver, no lo que "es". Con el velo, los personajes de las tragedias son irracionalmente optimistas y acometen empresas a todas vistas imposibles. En su irracionalidad no esperan que las cosas puedan salir mal. Sólo alguien enceguecido puede realizar esas acciones y pensar que puede triunfar. Sólo personas enceguecidas pudieron haberle dado mandato a este "héroe irracional" y esperar a que "las Fuerzas del Cielo" hicieran que "todo saliera bien".
Basta de insensatez
El matemático Max Tegmark dice: "la economía es en gran medida una forma de prostitución intelectual donde te pagan por decir lo que los poderosos quieren oír. Cuando un político quiere hacer algo, siempre encuentra algún asesor económico que ya ha abogado por hacer eso. Franklin D. Roosevelt quiso aumentar el gasto gubernamental, así que escuchó a John Maynard Keynes; mientras que Ronald Reagan quiso reducir este gasto y prestó oídos a Milton Friedman". La economía no es una ciencia; es sólo un estudio social -incierto e impredecible-; y no inmune a la ideología.
Peter Baida en su libro "El legado del pobre Richard. Valores empresariales estadounidenses desde Benjamin Franklin hasta Michael Milken", dice: "Mil años a partir de ahora, un historiador en una nación que todavía no existe, buscando comprender las civilizaciones fallidas del pasado distante, puede estudiar los últimos años del siglo XX en los Estados Unidos con tanto fervor como Gibbon estudió Roma bajo Nerón o Caracalla. Lo que será más llamativo, quizá, será el grado en el que la ideología reemplazó al pensamiento en la discusión de cuestiones vitales, incluida la discusión sobre las finanzas de una nación". El grado en el que la ideología reemplazó al pensamiento en la discusión de las cuestiones vitales. Siento que habla de nosotros.
En aquel Congreso que aprobó la Ley Bases no hubo "héroes"; tanto como hoy no hay "traidores" tras haber rechazado los vetos de Milei. Sólo hubo, antes y ahora, ideología ciega y mucha insensatez. Por parte de todos.
Debemos recuperar la sensatez. Debemos recuperar la democracia. El presidente Milei debe terminar su mandato como corresponde, y es necesario terminar con las conductas y proclamas destituyentes. Pero, al mismo tiempo, también quizás debamos comenzar a hacer carne un "Moléstese Luisa; piense antes qué puede salir mal"; y pensar antes que hacer. Y el gobierno debe iniciar un camino de alianzas que nos lleve a una solución; "gane" o "no gane" los próximos comicios; dejando de lado el pensamiento mágico; el triunfalismo; la esperanza irracional y la irracionalidad.
El doctor Martín Barba, en su excelente nota "¿Ceguera, ingenuidad o necedad?" dice: "La gestación del estrago político institucional se origina en ambos extremos de la relación en la que se delega el mandato de representación para el ejercicio del poder político: el ciudadano y el gobernante". Ambos extremos. El ciudadano como amo que lleva -con mano firme- de la correa a su perro. Claro que hay perros que arrastran a sus amos.
Debemos correr el velo y mirar la realidad con ojos descreídos. Es la única manera de poner cara al futuro y evitarnos nuevos desencantos tan fáciles de preanunciar. Ojalá lo logremos. Ojalá.