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18 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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Geopolítica: una perspectiva imprescindible para un proyecto de Nación

No hay plan de desarrollo integral perdurable sin conectividad, particularmente vial, ferroviaria y aérea. El Corredor Bioceánico será una gran oportunidad para Salta y el Norte Grande siempre y cuando apunten a la industrialización de su materia prima.
Sabado, 18 de octubre de 2025 01:26
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Al término "geopolítica" le cabe, como en su momento "globalización", cuando con esa palabra se explicaba y justificaba cualquier situación, pese a referir a datos de la realidad constatables con aspectos positivos y negativos (bastantes, en ambos casos).

Paradójicamente, en tiempos de multipolaridad, la globalización se "regionaliza" dada la necesidad de acceso a recursos naturales, inversiones, seguridad, requeridos por países vecinos con rasgos e intereses parecidos. La próxima cumbre CELAC - UE de noviembre próximo en la caribeña Santa Marta nos dará más pautas.

El regreso de la geopolítica

La geopolítica fue cancelada en la última posguerra en repudio de la doctrina del "espacio vital" de Karl Haushofer (para éste "ciencia de la vinculación geográfica de los acontecimientos políticos"), inspiradora del expansionismo nazi.

Durante la Guerra Fría nunca fue desatendida por fuerzas armadas, agencias de seguridad e inteligencia, nutrida con estudios académicos que aportaban los marcos teóricos. De a poco empezó a percibirse como "praxis del poder" (Henry Kissinger); o "elemento vertebrador de las relaciones internacionales" para un mundo más estable atendiendo condicionantes geográficas, históricas y culturales (José Pardo de Santayana).

Alberto Methol Ferré, en Los Estados continentales y el Mercosur (HUM, Montevideo - 2015), expuso que los seres humanos hacemos geopolítica "naturalmente" y, como no hay Estado sin territorialidad, toda política es geopolítica en tanto "perspectiva global de la historia en la dinámica de los espacios". Algo parecido Adolfo Koutoudjian, al señalar que "[…] lejos del fárrago político cotidiano, los hechos o factores geopolíticos están presentes, consciente o inconscientemente en el accionar no solo del Estado, sino también de la sociedad".

Así pues, la geopolítica arraiga en factores naturales –territorio, espacios marítimos y aéreos, población, cultura- y factores políticos, en función de objetivos estratégicos preestablecidos para mediano y largo plazos según la vocación protagónica y recursos de poder disponibles por cada actor.

¿Para qué sirve? Pardo de Santayana lo resume con "cuatro imperativos", que cualquier Estado debiera considerar al diseñar un proyecto nacional:

* Alcanzar y mantener un nivel adecuado de poder relativo

* Mantener la unidad territorial

* Proteger las fronteras

* Asegurar las conexiones externas. (1)

¿Meditaron esto nuestras inadvertidas dirigencias?

Podríamos sumar citas, pero lo expuesto alcanza para dimensionar la importancia de una geopolítica nacional coadyuvante de un orden internacional justo y seguro.

Un cambio de época

La geopolítica presupone una meta representativa del interés nacional, sin perjuicio de que cada época reconozca un contexto generalmente vinculado a disputas de poder entre potencias centrales, reduciendo el margen de maniobra de las potencias menores, obligadas a alinearse de algún modo.

Kissinger, en Orden mundial (2016), observó que el "sistema westfaliano" iniciado en 1648, mediante el cual Occidente dominó el mundo por más de tres siglos, usó métodos para adjudicar y preservar poder sin resolver un problema de fondo: "Todo orden internacional -escribió- debe afrontar, tarde o temprano, el impacto de dos tendencias que desafían su cohesión: la redefinición de su legitimidad o un cambio significativo en el equilibrio de poder". Esto ocurre exactamente ahora ante la ausencia de mecanismos que garanticen una estabilidad multipolar. Las crisis de Ucrania y Gaza son reveladoras de la hoy ineficaz seguridad colectiva de Naciones Unidas.

Atravesamos las turbulencias de un cambio de época, pese al empeño occidental en ignorarlo. No obstante, ciertas reglas definidas desde Westfalia en adelante deben sostenerse porque blindan al Estado nacional, todavía principal actor del derecho y política internacionales: soberanía, autodeterminación, integridad territorial, jurisdicción exclusiva, no intervención, et alii, que el trío Trump-Putin-Netanyahu, y tantos más por acción u omisión, trituran insolentemente. Mientras, y hasta que alumbre el nuevo equilibrio, aumentarán tensiones entre países aferrados al poderío naval o a su magnitud territorial, tal lo describieran Alfred Mahan y Harold Mackinder, respectivamente.

Argentina gigante

Argentina es la octava superficie planetaria con sus 2.780.085 km²; sumando el Sector Antártico e islas del Atlántico Sur (889.626 km²) llegamos a 3.669.711 km², justificando nuestra bi-continentalidad. El perímetro argentino, lindero con cinco vecinos, llega a 9.376 km de fronteras.

Nuestros espacios marítimos, medidos según la CONVEMAR de 1982, incluyen zona económica exclusiva y plataforma continental (1.782.500 km²), totalizando 6.581.000 km². El litoral atlántico se extiende por 4.725 km de costa y 11.235 km de litorales isleños y antártico. Por ello, somos un país oceánico, aunque no lo asumamos cabalmente. (2)

Y está el espacio aéreo, cada vez más importante desde que registramos avances significativos en materia satelital, en un siglo oceánico y espacial.

El conjunto territorial, espacios marítimos, plataforma y espacio aéreo, exige geopolítica nacional integral, la cual -aún en borrador- no se cuestiona en los ámbitos especializados. ¿Tenemos realmente conciencia de la significancia de esa inmensidad, que debemos proteger por cuestiones económicas, de defensa y seguridad nacionales? Su ausencia en debates políticos es un mal indicio.

¿Qué nos hace más Nación? Es una pregunta imprescindible para determinar los objetivos estratégicos que harán políticas de estado. Ejemplifiquemos: para potenciar la vulnerable -por su vacío demográfico- Patagonia Argentina, la Nación y las provincias costeras necesitan articular y multiplicar la actividad industrial relacionada con defensa, seguridad y pesca, sin perjuicio de su actividad hidrocarburífera, pero asumiendo nuestra cualidad marítima; lo cual requiere bases militares, puertos comerciales estratégicamente distribuidos, astilleros para construir buques civiles y militares (desmontados por ya saben quién, cuando en los '90 eliminó el Fondo de la Marina Mercante y dispuso el cierre de Tandanor).

La tragedia del ARA San Juan marcó el ápice de la decadencia tolerada por todos los partidos políticos. Otro botón de muestra, reciente: el gobierno liberto decidió eliminar la inversión progresiva para el Fondo de la Defensa del presupuesto 2026.

Mientras, Brasil -con Lula o Bolsonaro- avanza en la construcción de submarinos nucleares.

Corredores y geoestrategia

La misión histórica del sufrido Norte Grande Argentino es la vertebración nacional este-oeste y, a la vez, una articulación continental desde el centro oeste suramericano, apuntando a un Polo Iberoamericano antes que sea tarde. Al respecto, recuérdese la frase de Raymond Aron, especial para inadvertidos: podrá haber dos superpotencias globales, pero ello no indica que el sistema sea bipolar.

No hay plan de desarrollo integral perdurable sin conectividad, particularmente vial, ferroviaria y aérea. Sin dudas, el meneado Corredor Bioceánico de Capricornio es una gran oportunidad para la Región Norte Grande; la paralización de obras porque "no hay plata" revela -una vez más- el pernicioso etnocentrismo portuario de la actual conducción nacional. Si la casta arrumbó la geopolítica, los libertarios nunca entenderán que las fuerzas del mercado no pueden suplantarla, pues no entra en su cerril esquema ideológico.

Desde el punto de vista geoestratégico, hay aspectos para atender. Las iniciativas IIRSA -así se llaman- comenzaron cuando el primer Lula promovió la UNASUR. Con los corredores bioceánicos, Brasil satisface su centenaria aspiración de salir al Pacifico sin necesidad de bandeiras: es el principal beneficiario, un productor de manufacturas para colocar en los mercados del mundo.

Si Salta y el Norte Grande quieren aprovecharlo en serio, deben apuntar a la industrialización de su materia prima en tiempos propicios para hacerlo. El Nodo Logístico de Gral. Güemes, su Parque Industrial, Zona Franca y parques termoeléctricos, ubican a Salta en una posición ventajosa pero no asegurada: todo depende de una responsable planificación estratégica provincial y de la articulación público-privada.

Por razones de espacio/tiempo no puedo explayarme, pero sí sugerir lectura de tres geopolíticos brasileños, quienes, con diferencias etarias e ideológicas, mantienen coherencia histórica sobre esa geopolítica nacional. Por orden de aparición, Mario Travassos en su libro Proyección continental del Brasil (1938), con esta exhortación final del autor "¡Hacia el Oeste!". Más conocido, Golbery do Couto e Silva -en Geopolítica del Brasil (1967)- desarrolla aspectos geopolíticos y directrices que gobiernos militares y civiles asumieron. Finalmente, Paulo Schilling -El expansionismo brasileño (1978)- analizando en particular el subimperialismo expansionista brasileño y la defensa de la Amazonia.

Tenemos autores para consultar, es cuestión de leerlos y mirar siempre más alto y más lejos.

(1) En https://www.gehm.es/actualidad/n-modelo-de-analisis-geopolitico-para-el-estudio-de-las-relaciones-internacionales/

(2) Todos son datos de https://www.ign.gob.ar/NuestrasActividades/Geografia/DatosArgentina/DivisionPolitica.

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