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7 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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En política no hay milagro, sino trabajo

Martes, 07 de octubre de 2025 01:45
José Luis Espert.
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La decapitación de la candidatura de José Luis Espert es una lesión autoinfligida por el gobierno de Javier Milei; probablemente, consecuencia del debilitamiento previo de su prestigio y su incapacidad para diferenciar lo que es elegir a un amigo de la obligación del dirigente al momento de designar funcionarios o asignar candidaturas: siempre, hay que elegir al mejor, al que tenga capacidad y autonomía en las decisiones, firmeza para decir la verdad, aunque al jefe no le guste, y transparencia en sus vínculos.

Es muy difícil imaginar que Espert ignorara los vínculos de Fred Machado, el aportante que lo llevó al abismo, con el crimen organizado. Y también es poco creíble que en los servicios de Inteligencia del Estado el dato se haya pasado por alto. Porque el gobierno, con Milei a la cabeza, no podían no saber quien es el acaudalado multiempresario que puso a disposición su empresa aérea como si se tratara de un Uber de cortesía. Una perlita más que se suma al caso de la criptomoneda y la denuncia de Diego Spagnuolo.

Es cierto que este escándalo que afecta a una de las personalidades más combativas y chocantes del oficialismo no es más bochornoso que los bolsones de López, los negocios posteriores en la estatización de YPF o la valija con US$ 800.000 que traía Guido Antonini Wilson como aporte clandestino de Chávez para la campaña presidencial de Cristina. El problema está en dos cuestiones. La primera, que LLA llegó prometiendo terminar con las complicidades entre el poder del Estado y el hampa: "cárcel o bala", prometía Espert. Y con este affaire, Milei demolió una parte esencial de su crédito político.

En segundo lugar, el Presidente debió aprender de las experiencias recientes: la falta de una estrategia política para cortar el escándalo termina amplificándolo sin límite. Una denuncia de Juan Grabois hubiera sido poco relevante, porque es un denunciador serial y amateur. Si el acusado hubiera utilizado su tono terminante para cortar en seco su contenido, explicando que mantuvo un fluido vínculo empresario con Fred Machado, como asesor, que no utilizó aportes ilegales de campaña (los aportes de campaña demasiado generosos siempre tienen una contraprestación non sancta) y plantarse en que renunciaba a su candidatura en ese mismo momento, hasta tanto la Justicia se pronunciara, hubiera sido otra cosa, aunque fuera una mentira. El kirchnerismo, su principal opositor, fue capaz de cubrir a Gildo Insfrán, Amado Boudou o Carlos Zaninni, e incluso, acusar a la Justicia por la condena contra Cristina. Pero eso que ocurrió es lo que el votante de Milei no esperaba de él.

Ahora, a tres semanas de las elecciones que definirán la nueva conformación del Congreso, Milei intenta relanzar una campaña muy golpeada y empantanada. Lo hizo con un recital que lo tiene como figura central, y presentó un libro de su autoría. Lo acompañaron musicalmente los hermanos Benegas Linch en batería y guitarra, Lilia Lemoine como mezzosoprano, con el Gran Hermano Alfa en el público y la compañía de Yuyito. Son las Fuerzas del Cielo y el libro se titula La construcción del Milagro.

Milagro no hay, ni habrá. El cambio de rumbo económico es real, pero aún no se sabe si será sustentable. En primer lugar, la gestión no ha logrado superar la dimensión del equilibrio fiscal y el ajuste. La economía real no despega, porque eso no es tarea celestial sin la construcción de un equipo que sepa cómo percibir las necesidades de cada provincia, de cada región y de cada rubro de la actividad económica; que desarrolle un plan para el reemplazo de un sistema tributario regresivo por uno progresivo; que se acuerde con las provincias un régimen impositivo que evite las superposición de gravámenes e invierta el sistema de coparticipación; que ese sistema, así como la gestión de créditos para el desarrollo fortalezca la eficiencia, la inversión productiva y tecnológica. En definitiva, avance en una economía que genere credibilidad.

Pero eso solo es posible en un acuerdo político con los gobernadores, los empresarios (grandes, chicos y medianos) y la universidad. Es decir, con un viraje significativo respecto a lo que viene haciendo. Una alianza ideológica con "el amigo americano", Donald Trump, es ilusoria. Los gobiernos cambian; los países quedan.

Milei, básicamente, está obligado a reconstruir todas las alianzas que rompió, aceptar la mano que le tienden los gobernadores en Provincias Unidas y asumir que el perfil escénico que le permitió subir al barco no le sirve para cruzar el Océano.

 

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