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10 de Noviembre,  Salta, Centro, Argentina
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Andinismo, riesgo y solidaridad

Lunes, 10 de noviembre de 2025 01:29
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En días recientes, un titular circuló por redes sociales y medios digitales: "Buscan a dos 'nabos' perdidos en el Pacuy". Ningún ser humano perdido en la montaña, extraviado en el monte o atrapado por la naturaleza merece ser insultado. Y ninguna situación de emergencia puede transformarse en motivo de burla. La vida no se mide en "me gusta", y la empatía no debería perderse entre titulares que buscan provocar antes que informar.

El cerro Pacuy, en el paraje El Chorrillo de Campo Quijano, no es un paseo de sábado. Es un terreno exigente, con cambios climáticos bruscos, temperaturas que descienden de golpe y caminos que pueden confundir incluso al más experimentado. Cualquier error, cualquier imprevisto, puede convertir una aventura en una situación de riesgo. Nadie sale a la montaña con la intención de ser rescatado. Pero por fortuna, Salta cuenta con personas dispuestas a poner el cuerpo y el alma para traerlos de vuelta.

El Grupo de Rescate de Montaña Salta lleva bastante tiempo trabajando de manera incansable. Su compromiso no entiende de horarios ni de climas. Junto a la Policía de la Provincia, Defensa Civil, Gendarmería Nacional, Bomberos, baqueanos locales y decenas de voluntarios anónimos, conforman una red de solidaridad que actúa cada vez que alguien necesita ayuda. Muchos de ellos tienen familias, trabajos, rutinas; pero cuando suena el llamado, dejan todo para salir, sin preguntar nombres ni condiciones.

Esa entrega no se compra ni se mide. Se siente. Es el reflejo de una sociedad que todavía tiene alma. En cada operativo, el trabajo coordinado entre las fuerzas y los civiles muestra lo mejor del ser humano: la cooperación, la empatía y el valor de cuidar al otro. Los equipos cargan mochilas con herramientas, alimentos y esperanza. Caminan kilómetros entre piedras, lluvia o nieve, con la fe intacta de que, al final, alguien volverá a abrazar a su familia.

Entramado

En ese entramado solidario, hay un grupo que pocas veces recibe el reconocimiento que merece: los radioaficionados. Ellos sostienen las comunicaciones cuando todo falla. Desde la base operativa o en medio del terreno, garantizan el enlace entre los equipos, coordinan el movimiento de los grupos y transmiten información vital cuando no hay señal ni internet. Muchos de ellos integran también las filas del Grupo de Rescate de Montaña Salta, y su aporte técnico y humano es esencial para el éxito de cada misión.

Gracias a ellos, la palabra "contacto" adquiere un nuevo sentido: no sólo el contacto radial, sino el contacto humano que une a quienes buscan con quienes esperan.

El rescate no es un espectáculo. Es una cadena humana de solidaridad que se activa cada vez que alguien está en peligro. Desde el baqueano que conoce los senderos invisibles, hasta el operador de radio que mantiene viva la comunicación; desde el perro que olfatea una pista, hasta el voluntario que ofrece un plato caliente en la carpa de operaciones. Cada uno aporta algo irremplazable.

Frente a esto, el humor barato y el desprecio son golpes bajos. No suman, no construyen, no ayudan. Por el contrario, hieren la confianza de quienes dejan todo por los demás. Los verdaderos héroes no llevan capa ni buscan fama: llevan linternas, sogas, antenas, mapas, y sobre todo, humanidad.

Por eso, desde esta columna, no solo refuto un título: reivindico el respeto. A los que se pierden y a los que los buscan. A los que, con esfuerzo y vocación, mantienen viva la esperanza en los cerros, en las quebradas, en los montes de nuestra Salta. Porque en cada rescate, lo que está en juego no es solo una vida: es la dignidad con que miramos al prójimo.

 

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