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El pueblo lo hizo de nuevo

Martes, 04 de noviembre de 2025 01:38
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En una columna anterior, titulada "El tercer senador y los audios que sacuden a Salta", planteaba tres preguntas que quedaron flotando en el aire: ¿Afectarían las acusaciones de corrupción al gobierno nacional? ¿Provocarían una fuga de votos libertarios? ¿Y qué impacto tendría la decisiva elección bonaerense del 7 de septiembre?

Hoy, con el resultado a la vista, las respuestas son claras. La primera: las denuncias no lograron erosionar al oficialismo. La segunda: los votantes libertarios se mantuvieron firmes. Y la tercera: el desenlace de Buenos Aires fue un punto de inflexión que impactó en el electorado, y lo que en septiembre parecía una futura fuerte derrota, para la elección nacional terminó en una amplia victoria. Contundente y ni siquiera imaginada por el propio presidente Milei. Fue una remontada impulsada por un electorado que olfateó el riesgo de un regreso del kirchnerismo y decidió, con su voto, evitarlo.

El gobierno de Javier Milei salió fortalecido, con aciertos y errores, revalidó sus títulos ante las urnas y obtuvo un respaldo que trasciende lo partidario. No fue solo un voto de confianza, fue un mensaje político. Un mensaje claro, rotundo y dirigido a toda la dirigencia argentina.

Madurez democrática

Volvió a dar una lección de madurez democrática. En medio de crisis, ajustes, tensiones y polémicas, eligió seguir apostando por un cambio profundo, aunque duela. Y lo hizo porque percibe algo que buena parte de la dirigencia aún no entiende, la sociedad argentina ya no quiere volver atrás.

Hay un nuevo votante en escena. Más consciente, más crítico, más informado. Un votante que no se deja guiar por consignas vacías ni por nostalgias del pasado. Un votante que evalúa, compara, y vota en consecuencia. Que castiga a los que prometen sin cumplir y premia, aunque con reservas, a los que se animan a desafiar el statu quo.

Mientras tanto, gran parte de la política tradicional sigue anclada en viejos modelos, repite fórmulas, recicla nombres, ensaya discursos que ya no emocionan ni convencen. Y el resultado es el mismo, el electorado les da la espalda. No porque haya virado ideológicamente, sino porque exige algo distinto: autenticidad, coraje, coherencia.

La elección dejó una oportunidad y una advertencia. La oportunidad, para quienes sepan leer el momento histórico: hay un pueblo dispuesto a acompañar a quienes estén a la altura de su madurez cívica. La advertencia, para los que no cambian: serán cambiados.

Estamos viendo lo más virtuoso de la democracia, un pueblo que sabe lo que quiere y lo expresa sin intermediarios. Un pueblo que, a su modo, está marcando el rumbo de la política argentina.

Los ciudadanos ya no esperan que la política los interprete; ahora, son ellos quienes interpretan a la política y la están moldeando a su medida.

Por eso, insistir con los viejos moldes no es solo un error, es desafiar al tiempo. El país cambió, y el cambio no pide permiso. El pueblo se cansó de mirar hacia arriba y empezó a mirar hacia adelante. Ya no espera que alguien lo salve; decidió salvarse solo. En las urnas, en las calles, en la conversación pública, se está escribiendo un nuevo capítulo de la historia argentina. Uno donde la política ya no dicta el rumbo, sino que lo sigue.

Porque, una vez más, el pueblo habló. Y cuando el pueblo habla, la política aprende… o desaparece.

 

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